Opiniones

UN MEDIADOR IMPARCIAL Y DESPREJUICIADO

EL TIRO RAPIDO

Mario Rivadulla

La extrema tensión a que están llegando las relaciones entre la República Dominicana y Haití, requeriría la intervención de un mediador equilibrado y justo, que se mantenga equidistante en cuanto a preferencias a favor de una u otra, que pueda tender a limar asperezas. Este debiera ser el papel de la OEA y en particular de su Secretario General, el uruguayo Luis Almagro.

Lamentablemente no está siendo así. Por el contrario, el señor Almagro desde el inicio no ocultó su parcialidad a favor de la postura del gobierno del señor Martelly y su repudio al país y a su política migratoria. Con ese antecedente, quizás pecamos de extrema permisividad al invitar al organismo a que enviase una comisión verificadora a la República Dominicana, que de antemano podía apostarse a seguro que no iba a variar en lo absoluto la postura asumida por su Secretario General.

Por más protestas de que emitirían un juicio justo, después de haber dicho que se tomarían un tiempo razonable para evaluar la información recogida aquí y en Haití, sobre la aplicación del Plan de Regularización y Naturalización puesto en ejecución por el gobierno del Presidente Danilo Medina, el señor Almagro, mostrando una sospechosa y condenable precipitación, no perdió tiempo en emitir nuevos juicios parcializados contra el país.

Aun admitiendo, como alega, que fue sacada de contexto y tergiversada su declaración a la CNN sobre el hecho de que una isla alberga a un solo país, sin que requiriera de inmediato la correspondiente rectificación a tan difundido medio de comunicación ni aclarara de inmediato a la Cancillería Dominicana como era de esperar en previsión de la tormentosa reacción que iba a generar, la posición mantenida por el Secretario General de la OEA ha sido francamente hostil al país.

Su actitud en este sentido ha llegado al punto de reclamar sin el menor recato nada más y nada menos, que se ponga freno al proceso de salida voluntaria de los haitianos indocumentados, la mayoría de los cuales posiblemente no pudo acogerse al Plan de Regularización porque su gobierno no les dotó de los indispensables documentos de identidad. Es algo que Almagro pasa por alto así como el hecho de que se trata de un proceso que se ha venido efectuando en orden, con todas las facilidades de traslado, incluyendo el de sus ajuares, otorgadas por el Gobierno Dominicano en forma gratuita, con las mayores garantías y absoluto respeto a los derechos humanos.

Con su actitud es evidente que ninguna propuesta del señor Almagro pueda ser acogida y tomada en serio por el país, mucho acudir a un diálogo con el gobierno haitiano, cuyo Presidente y Canciller no han vacilado en mentir en la forma más descarada al tiempo de llenar de improperios a un país vecino que siempre ha sido solidario frente a su infinita tragedia. No es de extrañar, por consiguiente, que el Canciller Andrés Navarro esté exigiendo al gobierno de Martelly una previa excusa antes de sentarse nuevamente a la mesa del diálogo, que ha viciado con una actitud ausente de toda sinceridad.

Está claro que la situación actual entre ambos países no debe prolongarse. Es preciso bajar la tensión. Impuestos a compartir el mismo espacio geográfico, lo sensato y razonable es negociar cualquier punto en discrepancia, buscarle la vuelta a los problemas y sustituir el ánimo conflictivo por una relación respetuosa, sincera e inteligente que sobrepase los simples niveles de cortesía para avanzar por senderos de concordia y ¿por qué no?, de amistad y cooperación en beneficio mutuo.

Pero se necesitará un mediador imparcial y desprejuiciado para dar los primeros pasos en esa dirección. Este tiene que partir de la base de que a la República Dominicana le asiste el derecho de plena soberanía de trazar su política migratoria; de que las autoridades haitianas están en el deber de documentar a sus nacionales y contribuir a frenar el ingreso de ilegales al territorio dominicano así como cesar la campaña difamatoria contra nuestro país y de que no es nuestro deber ni contamos con los medios para ello como país de limitados recursos, el peso exclusivo de aliviar las miserias del país vecino, una carga que en todo caso debiera ser soportada de manera colectiva por aquellos gobiernos que se muestran solidarios con Haití.

Es obvio que las condiciones requeridas de imparcialidad y objetividad para promover esta mediación no concurren en el señor Almagro, el cual ha quedado automáticamente descalificado para desempeñar ese papel, el que en realidad le correspondería y cabía esperar de él. Habrá, por tanto, que buscarlo en otras instancias Y quizás también haya que esperar que ya no esté en el poder Michel Martelly, cuya catadura moral ha demostrado ser tan cuestionable y quebradiza.

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2015-07-21 03:20:47