Por Manuel Hernández Villeta
Estamos en el medio de una violencia descontrolada. Da la impresión de que la delincuencia se hace dueña de las calles. El simple ciudadano se encuentra impotente, sin nadie que le garantice su seguridad física.
Parte de las autoridades se pierden en una discusión sin importancia en torno al porte, tenencia o lo que se quiera de las armas de fuego. En un país donde hay una frontera abierta y agentes venden y alquilan sus armas, la solución no es tan simple como las letras muertas de una nueva ley.
El crimen sólo puede ser detenido en base a la aplicación de dos medidas; responder al atacante con las mismas armas, fuego contra fuego, y acciones de prevención, trabajando con los niños y adolescentes, para lograr que dentro de unos años se pueda controlar este infierno.
La simple exposición de nuevos agregados de leyes para salir del paso, y de acciones de figureo de las autoridades, no va a dar resultados en la lucha contra el crimen. Lo central no es una ley de armas, sino ir a las causas sociales que dan pie a la violencia, al sicariato y a las drogas.
Limitar únicamente el porte de las armas de fuego puede llevar pánico a la ciudadania, que se encontraría indefensa ante delincuentes que no necesitan permiso para portar sus letales instrumentos. Además, la mayoría de los que tratan de aprobar una nueva ley sobre tenencia de armas, tienen guarda-espaldas del Estado y armas en su poder.
La violencia tiene que ser detenida, in-situ, con la violencia de las autoridades. Sin atropellos, sin prejuicios y sin abusos. En el terreno que pise el delincuente, en ese mismo baile deben responder las autoridades competentes. En la justicia, se debe abrir una puerta a la esperanza.
Pero si usted lo piensa, los que caen en los intercambios de disparos, o los que son sentenciados por la justicia, únicamente son los efectos colaterales de esa violencia, es el material desechable que al estar fuera de acción dará paso a una lucha a muerte por la sucesión.
Nadie quiere trabajar en la prevención, porque son pocos los que reconocen que las exclusiones sociales, los graves males de hambre y miseria de esta sociedad, son los que propician la formación de los soldados del crimen. Hay que ir eliminando esos cuadros dantescos de miseria, para tender una trocha y parar la vendeta.
El crimen nunca será justificado. El que cometió un delito debe pagar por él. Se puede arrepentir, pero tiene una deuda que saltar con la sociedad. Hoy de lo que se trata es de tender las bases para ver si en los próximos años se puede vencer al crimen que sin estar organizado va tomando de la garganta a la sociedad dominicana.
La última esperanza es que la violencia no arrodille y venza al pueblo dominicano.
2015-07-31 01:45:16