Opiniones

A Pleno Sol La OEA

Por Manuel Hernández Villeta

El secretario general de la Organización de Estados Americanos se da en el pecho para una especie de reconocimiento de culpas, por la participación de ese organismo en la intervención militar norteamericana de 1965. Todo reconocimiento de un error es bienvenido. La verdad siempre sale a relucir.

Sincero o no, es un paso positivo aceptar la responsabilidad histórica de que se cometió un abuso y un atropello al secundar la intervención militar de los Estados Unidos, para impedir el triunfo de los Constitucionalistas.

El crimen, de cara a la verdad histórica y ante el tribunal popular, nunca prescribe. La Iglesia Católica ha reconocido ahora, hasta 800 años después, la comisión de barbaries y asesinatos amparados en principios de fe. Los hechos del 65, no se pueden revertir, pero se reconoce que se cometió una violación al derecho a la libre existencia de los pueblos, y que para justificar el atropello se dijeron mentiras.

Pero en el rigor del debate de cara a la historia hay que hacer algunas precisiones. La Organización de Estados Americanos que ofreció sus siglas para dar una falsa legalidad a la intervención militar norteamericana en Santo Domingo ya era un organismo desacreditado de espaldas a los intereses de los latinoamericanos.

De hecho, la mayoría de los gobiernos que la integraban eran dictaduras civiles y militares, en muchas ocasiones conocidas como «Los Gorilas», por su aplicación de la fuerza y la sin-razón, para someter al pueblo protestante.

La OEA no pasaba de ser un sello gomígrafo de los Estados Unidos sin poder de decisión. La intervención fue planificada en el Pentagono norteamericano y en la parte militar se envió al general Bruce Palmer, quien era el comandante en jefe de la 82 división de paracaidistas.

Para el lado civil, los norteamericanos comenzaron con John Bartlow Martin, quien había sido embajador de los EEUU en el país, y posteriormente dirigió e impuso un acuerdo político el embajador Bunker, un procónsul que dictaba soluciones de manera férrea.

La mal llamada Fuerza Interamericana de Paz fue una intervención de los Estados Unidos, para tratar de dar alcance continental a la intervención, auxiliándose de gobiernos dictatoriales y de organizaciones desacreditadas, como era en ese entonces la OEA.

El mea-culpa, en buen lenguaje político, social, humano e histórico, no debe ser únicamente por el papel de la OEA en la intervención del 65, sino por ser una entelequia sin fuerzas ni jerarquía para hacer valer el derecho de un pueblo a ser libre, independiente y soberano.

Ayer y hoy, la OEA sigue siendo un instrumento para decisiones internacionales que el gobierno norteamericano maneja a su antojo, por lo que la mejor auto-crítica sería prometer que luchará para que en cada país de América Latina exista un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

2015-08-19 00:51:09