Por: Juan Manuel Garcia
Las gentes, en Perú, está empezando a tomar las calles, en una acción que luce ser la única de que disponen, siempre que los titiriteros de la política barata en ese país, remueven sus zafacones en busca de servirles a quienes a la larga se benefician de sus provocados trastornos con protervos propósitos.
Las élites limeñas, en el Perú de Atahualpa, siguen ahí, frenando libertades. José de San Martín no tenía un lápiz para impedirlo. Disponía de fusiles. Y por eso no pudieron con el grande San Martín.
Ahora, en Perú, la oligarquía no sólo tiene las riquezas, sino las armas y la insolencia que les facilita una famélica democracia construida como esos mismos ricos la necesitan.
El diario El Comercio, abiertamente en la oposición al presidente Castillo, antes, durante, y ahora después, continúa lanzando misiles propagandísticos para soporte del mundillo político que mantiene el caos en Lima y todo Perú.
Copio desde su editorial del 10 de diciembre: “Fue ayer y no me acuerdo: …distintas personas cercanas o afines al régimen extinto se han esforzado por ensayar explicaciones y elaborar coartadas para lo ocurrido. En todos los casos, el ridículo y la desvergüenza han sido ingredientes centrales en la confección de estas teorías y, si no tuviesen que ver con un asunto tan grave como un intento por destruir nuestro orden constitucional, podrían resultarnos hasta desopilantes.(…)”
Pero, temprano en domingo, Lima continuaba presa de las protestas contra el cambio de gobierno de manera persistente, con reporte de dos muertes y decenas de heridos, tras una nueva jornada de descontento, y pese a los llamados a la calma de la nueva presidenta de relevo tras el desfase, Dina Boluarte, a quien rechazan.
Se han producido marchas y bloqueos de carreteras pidiendo el cese del nuevo gobierno de la Boluarte.
Exigen la libertad de Pedro Castillo y que efectivamente, como ordenó el presidente, se tomaran las calles, para que sea disuelto el Congreso, se convoque a nuevas elecciones y que una Asamblea Constituyente que decida la suerte del sistema de la democracia peruana.
La presidenta relevo, acezante, no se cansa de clamar por la calma y el diálogo, sin que haya esperanza de eso, ya que la represión saltó a las calles y caminos generando heridos y muertes, según la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos. Bombas lacrimógenas, disparo a quemarropa, agentes policiales y de seguridad encubiertos han sido lanzados contra los manifestantes civiles. Nadie da informa alguno sobre heridos y detenidos.
El depuesto presidente Castillo, todavía en prisión sin juicio inmediato, se negó a que lo examinaran por sangre y orina, para buscar una excusa en la droga o la locura, para el desastre desatado ante los ojos del mundo, tras una tortuosa premura contra el tingado de la democracia peruana.
Las movilizaciones se registran en ciudades costeras o sus carreteras de acceso, en Ica, Trujillo y Huaral, y en las sureñas de Arequipa y Tacna y en las amazónicas de Iquitos y Madre de Dios. La mayoría de las organizaciones sociales y fuerzas políticas de izquierda se alistan para trasladar la acción a la ancestral Lima.
La noche del sábado, hubo aquí una masiva marcha y una concentración en la céntrica Plaza San Martín, de fuerzas progresistas y colectivos de barrios populares, que manifestaron la decisión de continuar las demostraciones, informan agencias internacionales fuera de la influencia de las corporaciones de información controladas por la inteligencia del Pentágono norteamericano.
Los titiriteros congresistas peruanos de derecha extrema minimizan las protestas y exigen al nuevo gobierno de la Boluarte que las reprima y encarcele a sus cabecillas.
Mientras, el presidente Castillo es retenido sin juicio formal por la Policía de Perú, en la misma cárcel donde está encerrado Alberto Fujimori, alimaña de dictador condenado por irregularidades en su gobierno.
La presidenta relevo, Baluarte, está siendo acusada de tener un discurso insustancial en el que no es capaz de exponer con claridad lo que sería su iniciativa como gobierno ante la diversidad de reclamos y lo confusa de la situación. Claro ella nace de una de las fracciones del Congreso, sin mayor representatividad ni capacidad de liderazgo ni poder de convocatoria. Lo único cierto es que la Baluarte ha quedado en manos de un Consejo de múltiples fracciones sin una línea que los unifique con seriedad.
En Perú no hay partidos con la fortaleza de una línea doctrinaria ni ideológica como los hubo en el pasado.
Persiste la corrupción transversal a todos los niveles de los aparatos militares y policiales, los judiciales y lo que se testifica, la imbecilidad del Congreso unicameral que prima en ese país.
Todo ello hace que el sistema democrático esté enfermo e incapaz de hacer que sus instituciones tomen forma para mantener su vigencia.
Lo que recuerda la historia es que, en su breve gobierno, en 1821, José de San Martín fue dictador, reunió en su persona los poderes Ejecutivos y Legislativos, pero el libertador jamás se mostró como un tirano, fue respetuoso de los derechos y libertades del pueblo por los cuales luchaba
ReporteExtra