EL TIRO RAPIDO
El registro de reclusos en los distintos establecimientos penitenciarios del país arroja que el ochenta por ciento están en condición de preventivos. Una buena parte arrastra bastante tiempo tras las rejas sin haber sido juzgados, o sea sin haberse establecido su culpabilidad o esclarecida su inocencia.
Posiblemente una gran proporción de los presos preventivos lo están por faltas de menor cuantía. Y es posible, que también una parte lleve tras las rejas más tiempo del que le correspondería pagar en caso de resultar condenados.
Es obvio que para aquellos que al ser llevados a juicio resulten exonerados, la situación resulta doblemente injusta. Mucho más, cuando a lo máximo son puestos en libertad sin recibir ningún tipo de compensación por el tiempo que estuvieron privados de ella.
Hace ya algún tiempo, frente a críticas dirigidas al actual Código Procesal Penal, que no pocos juristas consideran en extremo permisivo, al menos uno de sus defensores utilizó como argumento de su alegada eficacia la gran cantidad de reclusos que, según argumentó, poblaban las cárceles del país, verdaderas ergástulas, excediendo con mucho su capacidad.
No le falta razón en cuanto al monto de la población penal sin precedentes que carga el país. Pero ocurre que el problema no es de cantidad sino de calidad. La ciudadanía resiente el hecho de que estando los penales tan sobrecargados de obligados huéspedes, elementos involucrados en acciones criminales de envergadura, ya sean hechos de sangre, tráfico de drogas en gran escala, delitos mayores o actos de corrupción obtienen su libertad con sospechosa facilidad.
El reciente caso de la fuga de los pilotos francesas, que ya se va desdibujando en el pasado ante la ocurrencia de nuevos acontecimientos que focalizan el interés público, fue solo un ejemplo de mayor notoriedad por las circunstancias un tanto rocambolescas en que se produjo y sus implicaciones internacionales.
Pero antes de eso, no han sido escasas las ocasiones en que fallos judiciales difíciles de digerir, han favorecido a personas acusadas de los más graves delitos, de mucha mayor envergadura que sin duda los que pesan sobre buena parte de los que, menos afortunados, rebosan las cárceles como preventivos.
La eficacia del sistema para sancionar el delito no radica tanto en la mayor cantidad de personas que pone tras las rejas preventivamente sino en la gravedad de los delitos que se les imputan, sus antecedentes de reincidencia y sus índices de peligrosidad. Y el gran contrasentido, reiteramos, la facilidad con que se abren las rejas para algunos en quienes concurren todas estas circunstancias.
En todo caso, pensamos que cabría plantearse la posibilidad de crear una comisión dedicada a la tarea de expurgar todos los expedientes de presos preventivos para establecer cuántos y cuáles en realidad ameritan seguir encarcelados a la espera de sus respectivos juicios.
Mientras tanto, ante la realidad de una proporción tan elevada de los mismo, cabe repetir la conocida frase de que posiblemente «ni son todos los que están ni están todos los que son».
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2015-11-13 21:15:59
