1)¿Cómo Ud evalúa el estado de las relaciones dominico/haitianas?
Estimó que entramos en una fase crítica, muy peligrosa, que nos puede conducir a la desestabilización de la Isla y la Región Caribe.
La CI sabe hace largo tiempo, propiamente desde finales de los 40s, que aunque Haití es una nación emblemática, lamentablemente es a la vez un estado fallido. En vez, de asumir con seriedad y responsabilidad un esfuerzo serio de rescate y reconstrucción de Haití en Haití, han optado por una opción minimalista, irresponsable, evasiva, que también ha terminado por evidenciar que es un esquema fallido: convertir a República Dominicana en un estado tapón o pivote y zona de amortiguamiento o buffering de esa compleja crisis internacional, que carga en la conciencia de Occidente y de los organismos internacionales.
Cómo está visto, con ese fracasado esquema de relaciones, ni Haití sale de sus crisis, que solo se agravan, y República Dominicana, en especial, la gran mayoría de los dominicanos, se ven arrastrados hacia el abismo de las crisis haitianas en su propio territorio, ya que estamos experimentando una nueva ocupación haitiana.
En los hechos, la comunidad internacional y las potencias que se han proclamado “amigas de Haití”, están negando de muchas maneras el derecho al propio desarrollo-que es un derecho que pertenece a la esencia del Jus Cogens del Derecho Internacional -tanto del pueblo haitiano como del pueblo dominicano.
2)¿Cuál sería la hoja de ruta a seguir para revertir esas tendencias? Creo que la República Dominicana, para asegurar su supervivencia como nación, tiene por obligación que dejar de jugar ese rol de estado tapón y zona de amortiguamiento que le han impuesto en los últimos 30 años, y dejar también claramente establecido tanto en su discurso diplomático como en las acciones de políticas públicas, que si no se internacionaliza con urgencia la solución a los problemas planteados por Haití Estado Fallido, será inevitable que se internacionalizarán los problemas y un conflicto terrible.
El gobierno dominicano que encabeza el presidente Abinader ha cambiado a fondo, positivamente, su discurso de política exterior en relación a Haití y sus crisis, pero para que el mismo sea creíble y eficaz es necesario que las demás políticas públicas respalden en forma consistentes ese discurso; y que todos los ministros del propio gobierno asuman esa posición. Es valioso que el gobierno enfatice que no hay ni habrá solución dominicana a los problemas de Haití, que reclame que se haga un esfuerzo sin precedentes de corresponsabilidad internacional o por lo menos Hemisférico ,o que haya empezado a caracterizar la crisis planteada por el vecino como un problema de seguridad nacional.
También, es importante que se haya anunciado e iniciado la construcción de un sistema integral de seguridad fronteriza o verja fronteriza. Pero si continúa el ingreso masivo de haitianos, la brutal desnacionalización de los mercados laborales, el crecimiento de cerca de 400 asentamientos, la apertura sin restricciones de servicios públicos esenciales, como educación y salud, la suplantación de la identidades de los dominicanos, la afectación fraudulenta del registro civil, los organismos internacionales y las agencias norteamericanas, canadienses y europeas nunca cambiarán su funesto esquema, que, desde luego, solo favorece a sectores que no asumen un proyecto nacional dominicano, que creen que está es “su finca con pasaporte” y no una nación histórica, emblemática, con derechos inalienables que deben ser respetados y defendidos. .
Estos sectores de poder económico, político y social han sido llevados a asumir esos roles, con el empleo de recursos blandos y duros de poder. De esta forma, Haití, los haitianos y sus crisis se convierten en carta de negociación de sus intereses corporativos o sectoriales , mientras se perjudican los derechos de millones de dominicanos y de la nación dominicana. Mas aún, los que facilitaron que nos colocaran en la trampa mortal en que estamos situados, se llegaron a creer que serían hegemónicos, junto con sus aliados insulares, en la Isla “de 25 millones de consumidores”.
Los hechos están demostrando que eso era una ilusión suicida, tonta: los dominicanos no vamos a aceptar nunca que nos impongan la solución dominicana a los problemas de Haití, ni los haitianos van a someterse a la tutela dominicana, por delegación de la CI. Afortunadamente, ya los propios organismos internacionales, como es el caso de la OEA empiezan a aceptar públicamente que la acción internacional en los últimos 30 años ha sido un fracaso rotundo, aunque tal vez en esa admisión de culpa, haya influido la coyuntura internacional, y las obvias dificultades del Consejo de Seguridad de la ONU para ponerse de acuerdo en el presente sobre la crisis crónica de Haití.
3)¿Bastará la acción de los poderes públicos de RD para provocar un cambio tan importante en la comunidad internacional?
Históricamente, las grandes poderes foráneos no respetan los derechos de las naciones pequeñas, débiles, dependientes.
Hay una actitud de menosprecio, de infravaloración, de desdén, sobre todo, si los líderes de estas no se dan a respetar o tienen flancos débiles que permiten ejercer presiones o chantajes…
Haití fue desahuciado hace tiempo: en el primer informe de la ONU, se le recomendaba a los gobiernos haitianos fomentar el traslado masivo de su población hacia otras zonas del Caribe menos pobladas, sin retorno, y la razón que se daba en 1949 era el agudo deterioro de sus recursos naturales.
Desde 1992 se han enviado 10 misiones de ONU, pero ninguna a estado enfocada en ese necesario y justo esfuerzo de levantar esa nación. Sus objetivos han sido que los haitianos no salgan por mar o aire hacia EEUU y los dominios europeos en el Gran Caribe, mantener un orden público mínimo de apariencia democrática, aunque parezca un sainete, y presionar y manipular a RD para que abra su territorio hacia el que van derivando los flujos masivos de haitianos.
Estos, hoy superan con facilidad la cifra de dos millones, con tendencia a escalarse, y eso a su vez provoca un efecto llamada pernicioso y desestabilizador.
De manera sistemática, RD ha sido asediada por los poderes foráneos para mediatizar o conculcar sus derechos en materia de definición de nacionalidad, controles migratorios y fronterizos, de integridad demográfica.
El colmo fue que la Corte Interamericana de DDHH (CIDH), por presiones de EEUU, le ordenó a los poderes públicos dominicanos dejar sin efecto sus decisiones en materia de nacionalidad, incluso, exigió modificar la Constitución para otorgar ciudadanía a más de un millón de haitianos, argumentando falazmente que promueve apatridia.
Desde luego, también se han aprovechado de las debilidades y prácticas corruptas que acusan instituciones del estado, así como de la atrasada configuración extractiva de rentas de una economía altamente concentrada y deformada, que opera en detrimento de la mayoría de los dominicanos de muchas maneras.
Para revertir esas tendencias a la disolución nacional y social, será preciso hacer un enorme esfuerzo de unidad patriótica, más allá de los partidos, las ideologías, las diferencias de cualquier otra índole, y desde luego, cambiar en profundidad la conciencia colectiva e individual.
Propiamente, se trata de una revolución nacional, más exigente que la Restauración de la República de 1863, porque esta crisis se verifica en un contexto internacional más volátil y peligroso. Por eso es tan importante la iniciativa de la Marcha Patriótica RD que encabeza el Instituto Duartiano: hay que unir a los dominicanos en un momento en que la Patria peligra.
Los poderes públicos reciben presiones de grandes potencias y organismos internacionales, y la experiencia histórica demuestra que pueden ceder y han cedido.
Por si solos, y más si están divididos por una política de mala clase, que desgasta y debilita, no van a cumplir con su misión de representación de la nación y el estado dominicanos.
Ya es tiempo de que sea el pueblo dominicano, como actor fundamental,el que entre al ruedo histórico a librar un lucha muy compleja y dura, de resistencia popular, para asegurar sus derechos y atributos esenciales: soberanía y autodeterminación, integridad territorial y demográfica, preservación de su identidad y cultura.
Una lucha que no es contra Haití como nación: al contrario somos los mejores aliados de la nación haitiana, para que sea levantada y reconstruida en Haití. Somos los acérrimos enemigos de una solución dominicana a los problemas de Haití, aquí y allá.
4)Ud ha denunciado que en la Isla de Santo Domingo se ejecuta una “operación especial”… que constituye un crimen internacional sofisticado…¿a que se refiere?
Me refiero a que el conflicto que crece en Haití con gran violencia, no es el resultado de un proceso espontáneo, sino que ha sido muy planificado, montado con premeditación, preparado metódicamente, prolongado con perversa deliberación.
Es un crimen internacional sofisticado, urdido por ciertos grupos de poder en EEUU y Europa que están empeñados en crear una nueva configuración insular: los grupos paramilitares fuertemente armados por actores foráneos y locales, emplean técnicas terroristas contra la población civil de Haití.
Se procura el efecto de provocar un éxodo masivo, en estampida, de cientos de miles o de millones de haitianos hacia la parte oriental de la Isla, para luego forzar a RD a abrir sus fronteras, para establecer campamentos de refugiados, como se intentó en 1993/94; o peor aún, que se acelere el proceso actual de crear y hacer crecer asentamientos haitianos que conducen a la pérdida de la cohesión social y territorial, a la balcanización de la Isla.
Cómo eso está aumentando inevitablemente la conflictividad entre dominicanos y haitianos-más de 20% de los hechos violentos que se cometen en RD involucran haitianos como víctimarios o victimas-, se están creando además las condiciones con agentes provocadores, para eventualmente producir una “intervención humanitaria” en Haití y en RD, así completar el viejo plan de la solución dominicana a los problemas de Haití.
La CI hipócritamente vendría en plan “de evitar una matanza entre Hutus y Tutsis del Caribe”. La última muestra de cinismo de las organizaciones internacionales fue la solicitud de ACNUR a los países de la región a no deportar a Haití a sus nacionales, a pesar de las ONU y los poderes internacionales están por acción u omisión en el origen de la violencia extrema que golpea Haití.
5)Ud ha advertido qué hay otros actores extracontinentales y continentales interesados en lograr ventajas de los conflictos en Haití, y los que podrían surgir entre haitianos y dominicanos. ¿Cuales son esos actores?
No olvidemos que estamos presenciando un orden internacional en crisis y transformación profundas. Estamos viviendo la cuarta guerra mundial, hibrida, de cuarta generación. Desde los inicios del siglo XX cada vez que los EEUU fueron retados en el continente y el mundo, el Caribe se convirtió en un escenario del conflicto mundial.
En la actualidad, la estrategia de la potencia retadora que es China, es demostrar que EEUU es “un tigre de papel” como lo describió Mao…que que no controla ni siquiera las naciones más pequeñas de su región estratégica, el Gran Caribe, definido por los geoestrategas como el Mediterráneo Americano.
El mejor escenario para demostrarlo es Haití, donde las fuerzas radicales de izquierda se han planteado una “ transición con ruptura”, que de paso a una revolución nacional anti-occidental, anti- norteamericana, anti-capitalista, anti-blanca. Una revolución de esa naturaleza romperá relaciones con Taiwán y las establecerá con China, en desafío a los intereses hegemónicos de EEUU. Ese movimiento cuenta con el respaldo de las fuerzas del Socialismo del Siglo XXI, y sus líderes tienen vínculos con Cuba y Venezuela y otras naciones del continente.
China tampoco está sola en la región: la acompaña Rusia, Irán. También Turquía, en su proyección global, hace presencia propia. Lo curioso y chocante es que en los EEUU, en la administración Biden, existe una corriente que podría facilitar, a partir de sus ideologías racialistas, que esa transición con ruptura revolucionaria resulte factible.
Sectores influyentes de la diáspora haitiana, con el caucus afroamericano y grupos radicales del partido demócrata, están a favor de poner fin al tipo de relación que históricamente ha impuesto EEUU al pueblo haitiano: la caída sangrienta del presidente Moise en gran medida fue posible por el cambio de política que empezó a operarse luego de la Carta del Grupo de 77 congresistas estadounidenses encabezados por el Presidente del Subcomité de Asuntos Hemisféricos de la Cámara de Representantes, el representante afroamericano por New York, Gregory Meevs, al Secretario de Estado Blinken. Esta iniciativa provocó un giro en la política norteamericana, y las consiguientes piruetas geopolíticas del Presidente Moise con Rusia y Turquía, así como sus pactos con la oposición en Antalya, que su partido consideró una traición. Desde hace varios años en Haití viene librándose una batalla histórica: están chocando dos grandes corrientes políticas ideológicas.
La que cree que se precisa para la gobernabilidad de Haití una presidencia dictatorial-es entendible, en una nación que ha tenido 7 presidentes vitalicios, emperadores y reyes-, y la que sostiene que el problema de raíz es la trama de relaciones neocoloniales impuesta por el CORE Group, y que solo se superará con una revolución que vuelva a los orígenes de Haití. Esa revolución tiene líderes como el ex Senador Moise Jean Charles, fundador de los Petits Dessalines, que ya hizo un llamado a los haitianos a armarse con machetes, (en lo que llegan los fusiles), y a quemar los bancos. Ese es el caldo de cultivo de un gran estallido, con una carga histórica e ideológica poderosa, que tiene altas probabilidades de proyectarse hacia y contra República Dominicana y el resto de la región. Hasta las elecciones de medio término en los EEUU, será difícil que se produzca una definición en relación a la nueva intervención internacional en Haití y sus verdaderos alcances. República Dominicana y sus líderes políticos y no políticos, no pueden tener confianza en esos escenarios. Su prioridad debería ser la unidad nacional, sobre la base de un acuerdo patriótico de gran alcance, que sostenga políticas de Estado creíbles y eficaces. Los dominicanos debemos tener conciencia de que solo el pueblo unido, con la gracia de Dios, salvará la Patria, y que si no nos comportamos como Estado seremos tratados peor que una colonia. Y los EEUU deben entender que la República Dominicana espera ser tratada como verdadera aliada , socia y amiga …que tiene intereses nacionales que deben ser preservados, no aniquilados. Si se sienten en deuda con Haití…si sienten que deben compensarlo-con lo que estamos de acuerdo-, en modo alguno puede ser a expensas de los dominicanos…no pueden prometerle la tierra de la nación dominicana… (RED)