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A LA LUZ DE LA POESÍA

COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO

 A LA LUZ DE LA POESÍA

(Nada se resiste a la estrella del verso y la palabra, por muy oscura que sea la noche y nuestras angustias mortales; es cuestión de volvernos contemplativos y de entrar en sanación, de reencontrarnos y de sentirnos al lado de Jesús, cultivando la mecha de la lírica, que es la que ahuyenta la soledad de nuestras lágrimas, convirtiendo nuestras penas en poemas de luz).

I.-  DIOS NOS ENVUELVE

La obra liberadora nos abraza, está cerca;

el momento se ha cumplido, dirimiendo; 

el espacio de la balada nos coge, riendo;

Dios existe con nosotros, a nuestro lado;

no se agotará nunca jamás de dar aliento.

Esta cercanía es el inicio de una rotación,

de un requerir ser parte de lo armónico,

y de un querer vivir en el celeste vocablo,

que es la que nos enciende la esperanza,

y nos apaga las cruces que nos echamos.

El verbo divino infunde esta serenidad,

pero no deja de sorprendernos cada día,

nos consuela y nos pone en protección,

para que sellemos la unión de corazones,

y abramos la fuerza universal del amor. 

II.- VOLVER AL NIDO DEL VERSO

Es el tiempo de hallarnos mar adentro,

de penetrar en nosotros y de mirarnos,

de vernos en nuestras propias miserias

y de avergonzarnos, de sentirnos nada,

y de retroceder al Padre que lo es todo.

Jesucristo nos espera y no se desespera,

conoce y reconoce todos nuestros males;

habita en la cruz con los brazos abiertos,

para llevarnos consigo y darnos reposo,

de vuelta a casa con la loa en los labios.

No es ir al Señor, no; es volver al nido

que nos transfigura, pule y embellece;

es retornar al excelso árbol de la musa,

a enraizarnos en la verdad para florecer,

como lirios junto a la mística trinitaria.

III.- CON LAS ALAS DEL DON CREATIVO

Hemos venido a circular para vivirnos,

somos viandantes en continuo caminar,

pues la vida es toda una incesante ruta,

para sembrar sueños y surcar mensajes,

con la gracia glorificadora de alabanza.

Todo ser necesita sentirse en su hacer,

requiere contemplarse y comprenderse;

por eso se interroga en cada despertar,

y busca una lírica que cure sus heridas,

que remedie, exima y nutra sus andares.

Cada cual consigo mismo ha de verse,

esta es la singularidad del gran poeta,

para conversar profundo y transparente

con Cristo, porque su bondad está ahí,

tan auténtica y verídica como la lluvia.

Víctor CORCOBA HERRERO

corcoba@telefonica.net

22 de octubre de 2022