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El trauma socioeconómico y político que vive República Dominicana

Por: Juan Carlos Espinal

.- La reelección presidencial del presidente Luis Abinader 2020-2024 estimula la fuga de capitales, acelera los niveles de corrupción, impulsa la división del PRM, profundiza la relajación de los asuntos públicos en favor de los intereses de la empresa privada, distorsiona la economía agravada por los efectos globales de la guerra en Europa del Este, la inflación y las secuelas negativas de la pandemia Covid-19.

La reelección del presidente Abinader socava la estabilidad democrática, hunde en la improvisación las instituciones nacionales destinadas a distribuir el presupuesto a través de políticas públicas, empeora el clima de ingobernabilidad, contribuye a desestabilizar el orden constitucional y divide la sociedad Dominicana.

La crisis sanitaria expandió la militarizacion del país, destruyó el aparato productivo, impulsó a más de 1 millón de dominicanos a la extrema pobreza, condenó al 76% de los hogares a la escasez de alimentos y debilitó la cohesión social.

A efectos prácticos, la actual crisis estructural en que se debate el país tiene a su vez componentes locales que promueven la exclusión social, la desorientación del mercado cambiario, la inseguridad jurídica, instiga el conflicto socio político permanente, aleja las inversiones extranjeras, propicia los monopolios y añade combustible para la conculcación de los derechos fundamentales.

El trauma psicosocial de la crisis de gobernabilidad registra más de 1 millón de hogares con problemas de Salud Mental, deserción escolar, ausentismo laboral, aumento del suicidio y de los divorcios, aparición de enfermedades neurológicas y cardiovasculares en jóvenes de entre 18-35 años y desacelera el nivel de vida de la población.

Los niveles de agitación política desde el propio gabinete de gobierno, las constantes diatribas públicas, la alteración de las convenciones en el ordenamiento jurídico, la estabilización del Estado mantiene secuestrada La paz pública.

Ante el grado de descomposición del sistema político, el debilitamiento de la institucionalidad en las FFAA y PN, la ansiedad mostrada por los ministros y directores generales involucrados en actos de corrupción que salpican el entorno del presidente Abinader, las renuncias en el gabinete se maquillan bajo licencias forzosas lo que explica el grado de deserción.

El grado de insatisfacción popular, la desconfianza de la población en las autoridades, la falta de mecanismos de control dentro del gobierno que puedan garantizar el seguimiento de las inversiones públicas, la improvisación de los programas sociales de la Presidencia son componentes de la implosión social en que vive el país.

El trauma social y político tiene sus causas y sus consecuencias. Puede ser negado en los medios de comunicación, manipulado momentáneamente en las cifras del crecimiento económico del Banco Central, distorsionado en apariciones públicas de los incumbentes de área mediante tretas mediáticas pero se reduce el espacio de maniobra política.

La sociedad dominicana comienza a reflexionar el hartazgo político que viene desde la militarizacion del Congreso en 2019, la división del PLD, se prolonga la crisis de credibilidad hasta 2022 materializando su disgusto con el modelo político y económico al año 2024.