Opiniones

Nuestra América: continente de cambios y esperanzas

Nuestra América: continente de cambios y esperanzas

Por Narciso Isa Conde

Los Cambios están en marcha y las esperanzas tienen ya expresiones concretas.

La Patria Grande que soñó Bolívar ha recuperado pertinencia y posibilidades en el ideario y las luchas que actualmente se libran desde el Sur de Río Bravo hasta Tierra de Fuego.

Nuestra América mestiza, indígena, negra, mulata ha vuelto a decir basta y ha comenzado, nueva vez, a hacer camino el andar.

Una dominación insoportable

El capitalismo, el imperialismo, en su trágica y opresiva trayectoria sobre América Latina y el Caribe, acentuada ahora con su persistente y destructiva dinámica neoliberal, ha empobrecido de tal forma los seres humanos y la naturaleza de nuestro continente, ha envenenado en tal nivel su medio ambiente, ha negado y atropellado en tal dimensión su diversidad nacional y su autodeterminación, ha potenciado de tal manera la discriminación racial, la exclusión de los pueblos originarios el desprecio hacia la juventud y la opresión de género…que ha llevado a nuestras sociedades a situaciones realmente insoportables.

El gobierno estadounidense, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), imponen ajustes, privatizaciones, políticas impositivas y Tratados de Libre Comercio que agravan día a día esa dramática realidad, incrementando la inseguridad alimentaría, el despojo de muchas riquezas y el saqueo de valiosos recursos naturales.

El pago forzado de una deuda externa contraída para compensar los injustos desequilibrios comerciales que provoca la dependencia impuesta, sumado a las enormes desigualdades en el acceso a la propiedad y al ingreso, ahogan toda posibilidad de desarrollo y bienestar social.

Las democracias representativas controladas por el partidismo tradicional, después de reemplazar dictaduras militares y tiranías oprobiosas impuestas por E.E.U.U., han sido secuestradas, corrompidas y pervertidas hasta ofender la inteligencia colectiva y generar, no solo grandes insatisfacciones y profundas desconfianzas, sino también contundentes rechazos.

En verdad, Nuestra América no puede seguir siendo propiedad del imperio estadounidense, las corporaciones transnacionales, las oligarquías locales y las partidocracias corrompidas a su servicio, sin serios riesgos de perecer.

Pero nada de esto, sin embargo, mueve a la reflexión a lo recolonizadores de hoy, sino que por el contrario, los motiva a endurecer su cuestionados mecanismos de dominación en medio de una amplia y multifasética resistencia continental

Y así, desde lo más profundo del alma de las sociedades latinoamericanas y      caribeñas, brota el anhelo de cambio, al tiempo que su ejemplar resistencia se transforma progresivamente en esperanzadora ofensiva transformadora.

Cada día es más evidente que nuestros pueblos no quieren seguir viviendo como se lo han impuesto. Anhelan, por el contrario, democracia verdadera, justicia, equidad social, autodeterminación, independencia real y vida digna.

En todos los escenarios de lucha se expresa el clamor por esas demandas: en los combates sociales, en las luchas extra-institucionales, en las insurgencias armadas y en las competencias electorales. Y en ellos el imperialismo estadounidense y las derechas están recibiendo reveses y derrotas de diferentes signos, profundidad y alcance.

Las crisis de gobernabilidad son sumamente frecuentes en una parte de nuestros países y los grandes paros con movilizaciones tumban presidentes y cambian gobiernos.

Las derechas pierden elecciones frente a las izquierdas y centroizquierdas.

La voluntad de cambios empuja las compuertas que los impiden, agrietan murallas y perforan los diques de contención establecidos. La era neoliberal del capitalismo está siendo impugnada desde las bases de nuestras sociedades saturadas de injusticias y sufrimientos.

En ese contexto EEUU intenta compensar sus debilidades políticas, su pérdida controles políticos y económicos, con el sobredimencionamiento del uso de la fuerza militar.

A eso responden la reestructuración y expansión de sus bases militares en el Caribe, Centroamérica y Suramérica, la intervención militar en Haití, la presencia de tropas, campos de entrenamientos y acuerdos militares en República Dominicana, las operaciones “Nuevo Horizontes”, las maniobras-ensayos tipo “Confraternidad de las Americas” y los constantes ejercicios navales en el Caribe y el Pacífico.

En este orden el Caribe está siento rediseñado como retaguardia militar estratégica, como frontera imperial sub-regional, lo que explica tanto el reforzamiento de la recolonización económica como el incremento de la presencia militar yanqui.

 

En el centro de esta determinación imperialista está el debilitamiento creciente de sus resortes de dominación política y económica en la región, junto a su enorme carencia y avidez de petróleo, gas, carbón, agua, minerales estratégicos y biodiversidad conservada. El mapa político ha cambiado en forma desfavorable a los intereses de Washington.

Las victorias contra las políticas neoliberales, la corrupción y la prolongada dominación de los partido tradicionales se suceden una tras otra.

La revolución cubana sobrevive y crece exhibiendo un despliegue de dignidad.

La revolución bolivariana de Venezuela le devuelve actualidad a las transformaciones antiimperialistas y anticapitalistas, y al debate sobre el socialismo.

La victoria de Evo Morales en Bolivia y la reciente nacionalización de los hidrocarburos en ese país, son victorias populares y patrióticas transcendentes.

Las políticas progresistas de esos gobiernos y las coincidencias parciales con otros, le han dado aliento al proyecto de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), han bloqueado le ALCA, han ampliado la resistencia a los TLC, han abierto caminos a Petrocaribe y a Petroamérica y han creado un clima mas propicio para la cooperación y al autodeterminación en al región.

Solo un rotundo fracaso le espera a los que intenten impedir con el uso de la fuerza militar esa oleada de luchas y cambios. No hay razón alguna para pensar que le pueda ir mejor que en Irak.

Desde los pueblos, desde estas luchas, América Latina y el Caribe están construyendo su propia agenda alternativa:

  • Democracia verdadera: participativa, económica, política, social, cultural, de género; con procesos constituyentes y nuevas constituciones que respondan a ese propósito.
  • Soberanía política, económica y militar de todos lo países.
  • Seguridad alimentaría
  • Condonación de la deuda externa y reclamo de la deuda social a las potencias coloniales y neo-coloniales.
  • Autodeterminación de las naciones, etnias y pueblos originarios.
  • Ambiente sano.
  • Recuperación de todas las riquezas naturales, reservas científicas, históricas y culturales.
  • Región libre de bases militares, maniobras y ensayos imperialistas.
  • Independencia de Puerto Rico y de todas colonias de la región.
  • Cese del bloqueo a Cuba.

 

Y en esa agenda no puede faltar la respuesta a la realidad de abusos, discriminaciones, exclusiones y violaciones de derechos humanos esenciales que afecta a los (as) inmigrantes de nuestra América y del tercer mundo en los EEUU.

En días recientes todos (as) los (as) inmigrantes, especialmente lo indocumentados (as), han escrito con letra de oro sus justos reclamos a todo lo largo y ancho de los Estados Unidos de América.

También es preciso incluir en esa agenda la necesidad de una nueva Organización de Estados Latinoamericanos y Caribeño, que incluya a la hermana República de Cuba, y se libere de los condicionantes que le imponen el panamericanismo que le dio origen y la presencia de EEUU actual en la OEA, con su empecinada actitud hegemónica.

Un viraje esperanzador.

En verdad las espadas de los próceres de nuestra primera independencia se levantan de sus tumbas desafiando la traición historia y el nuevo dominio imperialista.

Las luchas sociales y políticas no solo asumen formas nuevas y dimensiones formidables, sino que además se tornan recurrentes y prácticamente inderrotables, al tiempo de adoptar impresionantes niveles de politización.

Los pueblos originarios se transforman en sujetos políticos de las nuevas transformaciones.

Las rebeliones militares vuelven a escena, legitimando liderazgo más allá de sus aparentes reveses.

Las insurgencias civiles, protagonizadas por viejo y nuevos movimientos políticos militares, solo retroceden cuando sus conductores deciden desmovilizarse. Armas en manos, crecen, se expanden a nuevos escenarios armados y se legitiman como componentes relevantes de las alternativas populares. Casos como el de las FARC-EP de Colombia y el EZLN de México lo demuestran inequívocamente.

El rótulo de la izquierda, aun colocado sobre fuerzas que no lo son, como el rótulo socialista, vuelve a ser carta de prestigio y popularidad, incluso en comprometidos escenarios electorales.

Los avances se registran en diversas vertientes a escala nacional y a escala continental

Desniveles en el viraje

El proceso en marcha es esencialmente positivo y alentador. Tiene el poder de estimular nuevos cambios y recuperar la confianza, más allá de sus límites actuales.

La revolución cubana, repetimos, ha sobrevivido contra todos los vaticinios de derrota y los pérfidos planes imperiales. EEUU y sus halcones no han podido vencer el poder de su dignidad.

En Venezuela esta en marcha un proceso hacia la revolución que relanza las fuerzas transformadoras a escala continental, recuperan la confianza en la posibilidad de los cambios a contracorriente del declinante imperialismo estadounidense.

La heroica insurgencia colombiana crece y derrota los planes contrarrevolucionarios al compás del avance de las luchas civiles y de la crisis del Estado facistoide y del modelo neoliberal vigente en ese país

Esos procesos de punta exhiben dentro de la nueva oleada bolivariana, sus originales formas de acumulación de fuerzas políticas, sociales, culturales y militares

La situación de Bolivia es en cierta medida intermedia, con límites y frenos por la naturaleza del las fuerzas hegemónicas a nivel gubernamental, pero con una base popular e indígena que protagonizó la derrota política de la oligarquía y del partidismo tradicional en el marco de una persistente lucha por cambios realmente revolucionarios. Esto explica el paso hacia la nacionalización de los hidrocarburos y las minas, a pesar de las vacilaciones iniciales y a pesar de ciertas maniobra mediatizadotas todavía posibles.

Lo casos de Brasil y Uruguay son muy diferentes a los de Cuba, Venezuela y Bolivia. Aun con tiempos y dinámicas diferentes, en esto dos países, se ha expresado la contradicción entre la intención transformadora del voto a favor de Lula y del PT, y del Frente Amplio y Tabaré Vázquez, y la actitud en favor de la continuidad neoliberal y de la alianza con EU de ambos gobiernos.

En Brasil esa contradicción ya ha generado desgarraduras, rupturas y reagrupamientos de las fuerzas mas avanzadas del PT, en detrimento de Lula y el grupo hegemónico.

Esto, claro está, en lo dos casos no está libre de dualidades que incluyen algunas políticas progresistas combinadas con un curso esencialmente conservador y defraudante; sin negar sus aportes a la obstrucción del Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA), aunque no claramente en beneficio del la Alternativa Bolivariana para las Américas  (ALBA).

En México acontece algo similar con la candidatura de López Obrador del PRD: anhelo de cambios desde abajo, condena al partidismo tradicional y altamente corrompido, presencia de corrientes y movimientos anti-neoliberales no hegemónicas y compromisos conservadores por arriba.

Pero en México, a diferencia de Uruguay y Brasil, las fuerzas anticapitalistas y anti-neoliberales, representada por la “otra campaña y el liderazgo del sub-comandante Marcos, están en ascenso, potenciando la rebeldía estratégica.

En Perú, el gran respaldo recibido por la candidatura de Ollanta Humala (con su discurso nacionalista anti-neoliberal) –mas allá de su conversión o no en gobierno- expresa una fuerte reacción popular contra el partidismo tradicional y contra las imposiciones de Washington y el dominio oligárquico, esta vez canalizado en el sentido alternativo.

Ecuador ha vivido procesos similares inconclusos, escenificándose una gran combatividad indígena y popular, e incluso reacciones militares progresistas. Allí los sujetos sociales del cambio tienen una fuerte expresión extra-institucional, sin llegar todavía a afectar sensiblemente al control de la clase dominante y sus instituciones.

Traiciones como la que protagonizó Lucio Gutiérrez y repliegues hacia la derecha como el que encarnó el Presidente Palacios, le han posibilitado tanto a la oligarquía como el imperialismo estadounidense reciclar su poder en medio de una prolongada inestabilidad y de sucesivas crisis de gobernabilidad. De todas maneras Ecuador sigue en trance de cambios significativos.

Otra cosa es lo que ha acontecido en Argentina y más recientemente en Chile.

En Argentina los efectos devastadores del neoliberalismo, el alto grado de ingobernabilidad heredado de las nefastas administraciones de Menem, ha obligado a una recomposición del poder y un reordenamiento de las políticas dominantes a cargo de Néstor Kirchner.

Sin revertir las privatizaciones, ni pagar mínimamente la enorme deuda social contraída con el pueblo argentino, esa facción de la gran burguesía y de la “clase” política ha hecho un despliegue de inteligencia para activar la extraordinaria capacidad exportadora y reactivar áreas importantes del capitalismo argentino.

Y esto además de generar ciertas contradicciones con el capital trasnacional norteamericano, obliga a ejecutar una política exterior menos sumisa. Igualmente, las heridas políticas ocasionadas a la sociedad y el gran desprestigio de lo estilos y formas de gobiernos anteriores, han forzado a renovar expresiones populistas (muy arraigadas en lo tradición peronista) sin vulnerar la esencia del modelos neoliberal entronizado.

EL gobierno Argentino, sin hacer lo que hacen los gobiernos de Cuba y Venezuela, ni siquiera lo que intenta el de Bolivia, se prestigia con esas relaciones, con sus posturas de independencia frente al ALCA y su defensa del Mercosur. Comparado con la adyección de Menem, quien proclamó a la Argentina como “aliado carnal” de EEUU y de sus halcones, lo efectos internos y externo de esa actitud tienden a ser sobrevaluados.

En Chile hace tiempo que el Partido Socialista dejó de ser socialista y dejó de ser de izquierda. Con la Concertación Democrática y el Presidente Lagos se le dio continuidad al modelo neoliberal sin el burdo ropaje pinochetista.

Con la Bachelet la envoltura se torna más atractiva, a partir de la expresión de tendencias a favor de políticas sociales de mayor alcance, o posicionamientos más firmes frente la impunidad y más flexibles en política exterior.

Esto ha permitido  -en un periodo en el que, como ya señalamos, proclamarse de izquierda o socialista genera prestigio- sobrevaluar esa opción y equipararlas falsamente a las más avanzadas del continente.

A esto no escapa el interés de los medios masivos de comunicación de atribuirles factura de izquierda o centro izquierda a gobiernos, que si bien no son idénticos a las opciones tradicionales de derecha, están lejos de un programa transformador y de un posicionamiento antiimperialista. Con ello se persigue que su posible fracaso afecte a las izquierdas.

Obsérvese que Condolezza Rice, al arremeter contra Chávez y la revolución bolivariana, al presentar a Evo y Ollanta Humala como sus instrumentos, se empeña en aclarar que lo hace no porque se trate de fuerzas de izquierda sino por su actitud irresponsable. El sistema de dominación tolera a la “izquierda” que ha dejado de ser tal y se permite llamar irresponsables a los que realmente actúan como izquierda.

Sobre el Caribe, utilizado como escenario de importantes reservas, maniobras y ensayos militares, el imperialismo estadounidense, altamente pentagonizado, ejerce una especial presión.

Pero aun en esta zona, más vulnerable por sus características y menos influida por la ola de cambios, los halcones no tienen todo a su favor.

En El Salvador el FMLN esta situado en posiciones próximas a ser gobierno, amén de encabezar las crecientes resistencias al TLC y las luchas sociales espoleadas por la crisis del neoliberalismo.

En Nicaragua el FSLN vuelve a tener la prioridad de ser gobierno.

En Puerto Rico tiene lugar un auge extraordinario de la conciencia antiimperialista, junto a una especie de quiebra económica del gobierno colonial.              

En Haití la ocupación militar estadounidense, con acompañamiento de tropas enviadas por Francia, Canadá, Brasil, Chile, Argentina, Uruguay y otros países, impide la autodeterminación de ese pueblo, a pesar de que el sentido de la votación popular reciente apunta en dirección contraria al interés de los halcones de Washington; lo que augura nuevas tensiones y eventuales confrontaciones mas allá de la actitud timorata del gobierno de Preval.

En República Dominicana la calma política es solo aparente, mientras crecen las protestas frente a la presencia militar de EU y se avecinan fuertes tensiones sociales a consecuencia de la ejecución del TLC y del acuerdo Stand By con el FMI.

Y en una parte importante del Caribe anglófono y francófono el imperio pierde capacidad de dictar.

Y a todo esto se le suma las enormes movilizaciones de los inmigrantes latinos y tercermundistas al interior de EU, la toma de conciencia de sus derechos ante tanta discriminación, persecución y abusos. Porque parte del Sur está en el Norte, cada vez más revuelto y más brutal, y parte de la oleada transformadora sureña se expresa en las metrópolis del imperialismo estadounidenses. Nuevas señales esperanzadoras

EL ARTE DE DIFERENCIAR SE TORNA Imprescindible.

El cuadro descrito, esencialmente positivo en cuanto a la intencionalidad y el contenido de esas victorias populares contra las políticas neoliberales, la corrupción y la prolongada dominación de los partidos políticos tradicionales y las oligarquías aliadas a EEUU, exhibe procesos de diferentes contenidos y distintas consistencias, lo que obliga a establecer las diferencias debidas.

A pesar de que no pocos de esos cambios han sido canalizados hacia la conformación de gobiernos no favorecidos por los halcones de Washington, no todos tienen las mismas sintonías con los anhelos populares. Algunos de ellos se encuentran todavía distantes de un anti-neoliberalismo consecuente, llegando a ceder en diferente grado a presiones que desnaturalizan el sentido de la decisión popular.

Los matices positivos deben tenerse en cuenta, pero no al punto de ignorar la esencia de cada uno de esos procesos.

El sentido transformador de la oleada está en la conciencia, la organización, las luchas, las exigencias y las rebeldías de las actores sociales y políticos de la misma.. No necesariamente en la naturaleza de las opciones electorales beneficiarias de esos deseos de cambio.

Los avances sustanciales, acompañados o no de logros electorales, son las formidables luchas sociales y su alto grado de politización, la conformación de nuevos sujetos del cambio, los procesos de continentalización de las luchas populares, el auge del bolivarianismo de nuevo tipo, los cambios en la correlación de fuerzas en las bases de las sociedades, que también se reflejan en una parte de las políticas de algunos Estados y gobiernos.

En el plano de lo estrictamente gubernamental se expresan muchos desniveles, valoraciones equívocas y hasta falsas ilusiones. Las políticas de Estado, incluso de Estados con posiciones revolucionarias como el cubano y el venezolano, por conveniencias y vínculos con esos gobiernos timoratos o ambivalentes, contribuyen también a desdibujar la realidad y a exagerar valoraciones positivas.

Por eso hay que ver más allá de lo estrictamente electoral, de lo exclusivamente institucional, y valorar las diferentes expresiones de lucha y las variadas formas de acumulación, así como los grados de afectación o no de la hegemonía neoliberal-capitalista en cada caso, los grandes de la independencia real y antiimperialismo.

Diversos intereses confluyen en la idea de ubicar en un mismo campo opciones diferentes y atribuirles a todas posiciones de izquierda y propósitos alternativos, sin faltar aquellos que intentan colar dentro del campo progresista a gobiernos absolutamente neoliberales. Es el caso de los que presentan al gobierno dominicano presidido por Leonel Fernández como parte de esa corriente progresista latino-caribeña, cuando en realidad sus acciones son mas propias de un gobernador de colonia que de un presidente de una república soberana.

Esto merece un tratamiento especial para evitar imprecisiones y confusiones dañinas.

No es posible introducir todas estas situaciones en un mismo saco.

En Cuba y Venezuela, con sus específicas diferencias, hay procesos de vanguardia. Ambos en fases distintas y con modelos de tránsito bastante diferenciados, tienen precisas posiciones antiimperialistas, anticapitalistas y prosocialistas.

Más allá de determinadas líneas de cooperación y de ciertas coincidencias en políticas continentales y mundiales, ofende a la inteligencia común establecer identidades de esos procesos con gobiernos como el de Lula en Brasil, Kirchner en Argentina y Tabaré Vázquez en Uruguay.

Menos aun debe hacerse tal comparación con el gobierno de Michelle Bachelet en Chile, montado sobre una contrarrevolución neoliberal asentada. Ni hablar el caso Leonel Fernández, quien ha promovido las privatizaciones, el acuerdo Stand By con el FMI y el TLC, y aceptado las maniobras militares estadounidenses en nuestro territorio.

Se trata de procesos muy distintos a la revolución cubana y a la revolución bolivariana.

Incluso a los cambios que tienen lugar en Bolivia.

Distintos incluso entre sí en no pocos matices, en sus bases de sustentación política y en los riesgos de desgaste e inestabilidad; aunque todos ellos apegados a la lógica capitalista actual y temerosos de definición antiimperialistas.

El caso de Bolivia, con el gobierno de Evo Morales, no es ni una ni otra cosa, por lo menos todavía…

Su origen y su base de sustentación lo empuja al antiimperialismo y a aproximarse a Venezuela y a Cuba en ese aspecto, sin asumir definiciones anticapitalistas y prosocialistas. Su composición en cuanto a administración de gobierno y a la institucionalidad caduca que le sirve de marco, constituyen frenos para avanzar. La disputa en cuanto a destino está en marcha, en un país donde la mística del Che tiene un impacto especial y donde las mayoritarias comunidades indígenas tienen decisión de poder.

En nuestra América, mas allá de lo cambios en la correlación de fuerzas a nivel gubernamental, se percibe un extraordinario crecimiento de la voluntad de cambios en las bases de nuestras sociedades. En ellas el viraje a la izquierda es superior al que se da a nivel de gobiernos tanto donde se han registrado las llamadas o reales victorias de izquierda y/o de centro izquierda, como en donde siguen pendientes de concreción de  gobiernos progresistas y las transformaciones en materia de poder.

Eso nos remite al valor de las diferenciaciones y desigualdades para no apoyar más allá de lo que se tienen que apoyar, para no conciliar con repliegues, continuismos neoliberales y traiciones; para no confundir a los pueblos que enfrentan el desafío de la conformación de poderes alternativos, para no reducir su capacidad de presión, resistencia y su ofensiva a favor de revoluciones antiimperialistas.

Nos remite a ponderar las contradicciones entre las políticas internas y las políticas externas donde existen gobiernos con posturas positivas respecto a Venezuela a Cuba, a los TLCs y al ALCA; o respecto al tema de la “guerra antiterrorista” o a la presencia militar de EU en la región.

Realidades obligan a ese tipo de gobiernos y coyunturas específicas determinan posibilidades de rejuegos y maniobras, no siempre a tono con todo lo que aspiran imponer los halcones de Washington. Los costos políticos y económicos son bien tenidos en cuenta por determinadas fracciones de las burguesías latinoamericanos y de sus representantes políticos a la hora de aceptar todas las imposiciones.

Y eso debe valorarse, aunque no exagerarse.

De todas maneras, lo importante es no perder la independencia en el accionar revolucionario y popular frente a los Estados y poderes de diferentes signos.

La táctica nunca debe suplantar la estrategia, sino sintonizarse con ella.

Crear lo nuevo, avanzar y vencer

El propósito de crear grandes movimientos influidos por las fuerzas que cuestionamos al sistema dominante y asumimos el proyecto anticapitalista, es esencial para alcanzar avances duraderos, forjar poder alternativo y llevar a cabo procesos liberadores.

Y esto tiene que ver con la conciencia, la organización y movilización del sujeto popular en toda su diversidad y máxima potencia.

Por eso es irrenunciable el accionar de los de abajo en todos los escenarios y vertientes de las luchas patrióticas, clasistas, populares y culturales.

La oleada actual confirma la certeza de esta actitud. Los pueblos de la Patria Grande, sus diversos componentes sociales y sus variados destacamentos políticos revolucionarios, libran un combate multifacético y multicolor que merece ser estimulado y potenciado sin condicionamientos, ataduras y discriminaciones.

Un arcoiris de luchas y rebeldías justiciera cobra cada vez mayor esplendor y reclama de más unidad y mayor firmeza.

La confrontación es inevitable.

De un lado los enemigos de todas las patrias, los negadores de la Patria Grande, lo recolonizadores, los imperialistas y sus cortes de traidores, los grandes capitalistas repletos de voracidad; del otro, ese gran torrente esperanzador.

Y no hay de otra que vencer, si no queremos perecer.

Mayo 2006, Santo Domingo, República Dominicana.

2006-06-01 11:30:15