Teoría Revolucionaria, Transición y Proyecto Socialista en el Siglo XXI
Por Narciso Isa Conde
INTRODUCCION
En un momento muy especial del proceso hacia la revolución política y social que vive Venezuela, reafirmada en múltiples ocasiones la firmeza y voluntad socialista del liderazgo del comandante Hugo Chávez y la determinación del pueblo venezolano de no volver por los caminos perversos de la IV República, el Partido Comunista de Venezuela, en franco proceso de recuperación de fuerza y crecimiento político e ideológico, ha decidido realizar su Congreso precedido de este Seminario Internacional sobre el Socialismo Científico en el Siglo XXI.
En una fase promisoria de la recuperación del ideario bolivariano y del proyecto socialista en nuestra América, camino a la Patria Grande, tienen lugar estos importantísimos eventos.
El sentido de la oportunidad es tan acertado como la retoma del debate sobre la pertinencia del pensamiento marxista, y la posibilidad de su renovación, enriquecimiento y complementación; después de toda la experiencia vivida en el Siglo XX, de todos los cambios registrados en el capitalismo mundial, continental y nacional, y de todos las dudas y confusiones sembradas a lo largo de las últimas décadas.
Entramos en un Siglo promisorio y en sus albores este proceso revolucionario tuvo –y tiene- la virtud de devolver la esperanza y confirmar la certeza de la posibilidad de una nueva democracia y un nuevo socialismo.
¿Cuál democracia?
¿Cuál socialismo?
El desafió es precisamente responder audazmente estas preguntas; sin partir de cero ni en cuanto a teoría, ni en cuanto a nuevas realizaciones.
Porque aquí mismo, en Venezuela, está en marcha un nuevo modelo de democracia y desde aquí se nos ha convocado a hablar del socialismo pertinente en este nuevo Siglo, después de las aleccionadoras enseñanzas del pasado reciente.
El tema es apasionante, mas cuando el rótulo de este Seminario Internacional nos convoca a tratarlos tanto desde el punto de vista de la creación teórica denominada Socialismo Científico como desde las posibles características o ejes básicos del proyecto que necesitamos recrear.
En esta ocasión, luego de agradecer por muchas razones la invitación de los (as) camaradas venezolanos (as), procuraré incitar a búsquedas y respuestas en ambas vertientes, no necesariamente concluyentes ni seguramente ciertas.
Soy de los (as) que entiende que debemos atrevernos a crear y recrear, y provocarnos para hacerlo.
INuevo socialismo, volver a Marx para enriquecerlo
Hablar de socialismo científico en el siglo XXI implica volver a Marx, a Engels, a Lénin… y rescatar los grandes valores de su pensamiento revolucionario, sus extraordinarios aportes científicos, sus invaluables críticas al capitalismo y al imperialismo de sus respectivas épocas.
Implica recuperar todo lo vigente de su creación teórica y su práctica política.
Marx encabezó un portentosa revolución en el pensamiento social que lo convirtió en referencia obligada no solo en el siglo en que lo tocó nacer y fallecer, sino a todo lo largo del Siglo XX y en lo que va del XXI.
No es posible la impugnación de este orden capitalista, cada vez más explotador, opresor e inhumano, sin recurrir a los fundadores del socialismo científico.
No es posible plantear su reemplazo como sistema dominante, obviando sus aportes y los de sus continuadores.
Marx y Engels sentaron las bases científicas del proyecto socialista, superando la visión ilusa respecto a esa necesidad histórica.
Le dieron razón y fundamento a la posibilidad de esa necesidad desde una crítica profunda de las entrañas del capitalismo y de sus contradicciones esenciales, dándole sustentación a la alternativa socialista-comunista: producción social y apropiación privada, explotación asalariada y robo del plus trabajo, salarios, valor, precios y plusvalía, acumulación originaria y reproducción ampliada, concentración de la propiedad y el ingreso, empobrecimiento de la mayoría de la sociedad, dominio y emancipación, revolución, poder del proletariado, sociedad poscapitalista, socialismo y comunismo…
Igual puede decirse de Lenin respeto a su teoría del imperialismo y la revolución en Rusia y a escala mundial, y a sus aportes respecto a la era de la exportación del capital, del capital financiero, de los monopolios, de lo oligopolios, los carteles y los trust.
Todo esto ha evolucionado de diferentes maneras y ha estado acompañado de fenómenos cada vez más nuevos. Pero todo esto sigue vivo en la esencia del capitalismo y del imperialismo modernos y ultramodernos, y tiene un inmenso valor asumirlo en la lucha por abolirlos y reemplazarlos.
La obra de Marx, Engels, Lénin puede –y de hecho lo es- ser insuficiente para explicar, cuestionar y transformar y sustituir el imperialismo y el sistema capitalista de estos tiempos, pero es a la vez imprescindible para hacerlo. El método científico para el análisis de la historia, de la sociedad humana y del proceso capitalista es el mas útil y certero de todos los conocidos y empleados.
Más aun, en el ideario de libertad de la sociedad humana no existe una propuesta que supere los contenidos emancipadores y el potencial de felicidad que encierra la propuesta de Sociedad Comunista de Marx y Engel y los aportes de Lenín sobre la necesidad y posibilidad de abolir el Estado y toda forma de coerción, hasta crear una “asociación de seres humanos libres”, donde cada quien aporte según sus capacidades y reciba según sus necesidades, disponiendo de un amplio espacio de tiempo para la recreación espiritual, la diversión, la formación, el disfrute de las artes y la creación científica.
Esta, claro está, es una propuesta de largo aliento que precisa de una largo periodo de creación de valores y medios de vida para elevar el desarrollo de las fuerzas productivas y de los seres humanos, promover formas de convivencia democráticas, elevar la conciencia en torno a la solidaridad y a la justicia, crear condiciones de abundancia de bienes materiales y espirituales, elevar la apropiación social del conocimiento, crear seres humanos nuevos despojados de egoísmos, armonizar el predominio de lo social sin aplastar ni contener el desarrollo de lo individual, y crear un relación armónica y equilibrada entre los seres humanos, la naturaleza y el ambiente donde todos ejercen su vida en sociedad.
Por eso Marx , si bien propugnó por la derrota política del capitalismo por vía rápida y revolucionaria, concibió el socialismo como una larga fase de transición del capitalismo al comunismo, la cual posibilitaría- creando los resortes materiales y culturales, y avanzando hacia la colectivización voluntaria, la conciencia solidaria, el predominio de lo social sobre lo privado, la superación educativa, la abundancia de medios de vida y su justa distribución, la total erradicación de la propiedad privada sobre los medios de producción y distribución, y la progresiva abolición del Estado- arribar al reino de la libertad y la felicidad, a un alto grado de bienestar colectivo e individual…
Los límites históricos de los clásicos marxistas.
Marx y Engels vivieron, estudiaron, criticaron e impugnaron el capitalismo desde su condición de sociedad industrial y su nivel medio de desarrollo.
Sus reflexiones científicas los llevaron a un alto nivel de abstracción y visión crítica del capitalismo euro-céntrico de la segunda mitad del siglo XIX, así como a un gran esfuerzo de teorización de las posibilidades y vías para su abolición y superación dialéctica en pro de una nueva sociedad.
Pero Marx y Engels no vivieron ese proyecto de transformación de la sociedad humana, ni en su fase de transición (al socialismo), menos aun en lo concerniente al avance hacia la sociedad comunista.
Razón relativa tienen algunos estudiosos del marxismo clásico al afirmar que Marx sabía más de capitalismo que de socialismo.
Ellos tampoco vivieron la fase imperialista del capitalismo que estudiaron Lenin y los precursores de sus trascendente reflexiones sobre esa nueva etapa.
Por tanto, no conocieron en toda su extensión y profundidad el fenómeno imperialista ni el despliegue del desarrollo desigual del capitalismo como sistema mundial, sus diversos niveles de desarrollo, las relaciones contradictorias entres sus países centrales y su periferia dependiente, los impactos del colonialismo, la dependencia y la recolonización, y la relación entre sus metrópolis y los países subordinados de Asia, Afrecha, América Latina y el Caribe.
Incluso Lenin no pudo estudiar la evolución del imperialismo en los periodos posteriores a su muerte física, independientemente de todo lo nuevo y enriquecedor del socialismo científico que puede encontrarse en su teorización, en su práctica política y en todo lo que aportó para superar el enfoque euro-céntrico de sus predecesores y para considerar la transición no solo desde la abstracción de una sociedad capitalista madura a una sociedad comunista, sino el proceso intermedio entre un capitalismo atrasado y combinado en formas precapitalistas y un socialismo que pudiera servir de tránsito al comunismo.
De todas maneras en Marx, e incluso en el propio Lenin, pueden apreciarse un notable sub-desarrollo de la teoría del tránsito y también de los detalles de un socialismo concebido como colectivización no solo de la economía, sino también de las relaciones de poder en la sociedad, en la familia y en la pareja; como sociedades con instituciones y sistemas políticos profundamente democráticos y participativos, en permanente auto-superación. Igual se quedaron cortos en las previsiones para impedir que las expropiaciones a favor del Estado devinieran en modelos estatista- burocráticos, negadores de la socialización.
Demás está decir que en ninguno de esos periodos de la lucha anticapitalista estuvo planteado lo relativo a la dramática crisis dentro del ecosistema planetario y la presencia de graves problemas medio-ambientales; ni tuvo lugar el desarrollo de la teoría de género y de la crítica al patriarcado (al capitalismo patriarcal), como tampoco lo relacionado con las cuestiones migratorios y los agudos y destructivos problemas etno-sociales y xenófobos del presente. Las características y dimensiones de esos fenómenos y de esas reflexiones, como las respuestas teóricas y prácticas desatadas con posterioridad, no eran pensables en aquellos tiempos.
Tránsito dentro del tránsito.
Entonces no estuvo claro, o no estuvo tan claro como ahora, que el tránsito no solo hay que concebirlo como proceso de socialización hacia la sociedad comunista, sino que es necesario contemplar una especie de tránsito dentro del tránsito: un tránsito al socialismo, sobre todo en los países de menores niveles de desarrollo capitalista.
Ahora parece más certero hablar no solo del socialismo como tránsito al comunismo, sino también del tránsito previo al socialismo.
Y se precisa entender que la socialización es mucho más que abolir la sociedad capitalista y que estatizar o colectivizar la economía. Porque ella implica superar todas las opresiones discriminaciones, explosiones y relaciones de poder dominantes hasta la fecha, incluye una trascendente dimensión cultural. Ahora está mucho mas claro lo que puede devenir de la simple estatización y de los procesos en los que se ha confundido propiedad social con propiedad estatal.
Ahora hay mas razones para pensar que el socialismo implica todas la liberaciones, todas las emancipaciones, lo que nos remite a superar por al vía revolucionaria la explotación de clase, la opresión de género, la dominación de una raza sobre otra, la tiranía contra la naturaleza y el ambiente (que implica altos riesgo para los seres humanos), la opresión burocrática-militar y el avasallamiento desde el Estado.
Y esto exige a la vez de una continua creación de democracia (gobiernos del pueblo) y de un persistente esfuerzo hacia el autogobierno y la autogestión.
El predominio de lo público sobre lo privado, del ser humano solidario sobre el egoísmo, de lo socialista sobre lo capitalista, del interés de la pobresía (proletariado y amplios sectores empobrecidos o en proceso de empobrecimiento) sobre los intereses de la gran burguesía, de la sociedad civil popular sobre el Estado…deberían convertirse en palancas persistentemente accionadas y activadas para dar el salto en calidad hacia estaciones superiores en constante auto-superación. Solo así puede ampliarse y enriquecerse la cosmovisión socialista.
Crear y Recrear
A esto hay que agregarle todo lo que ha cambiado el capitalismo y del imperialismo en su evolución desde entonces hasta nuestros días.
En su patrón de acumulación tecno-científico.
En su formas gerenciales.
En su patrón de acumulación y reproducción.
En su poder de concentración, sobreexplotación y exclusión social.
En sus niveles de transnacionalización y financierización.
En sus relaciones dentro y fuera de los Estados-Nación.
En la correlación al interior de sus centros, países y sectores hegemónicos.
En su grado de militarización.
En su proceso de gansterización.
En su ideología dominante y los medios disponibles para instrumentarla.
En el impacto sobre las clases y sectores subalternos. En las fuerzas que representan el capital hegemónico, y las fuerzas del trabajo capaces de contrarrestarlo y desplazarlo de poder.
En los sujetos de la dominación y los sujetos liberación.
En muchas de estas cosas si bien hay que retomar los hilos proyectados por Marx, Lénin y otros (as) pensadores socialistas-comunistas del siglo XX, es necesario reconocer que ellos se quedaron cortos, que son muchos los fenómenos nuevos y distintas a las evoluciones de otros certeramente definidos en el pasado.
La crítica al capitalismo contiene muchas cosas nuevas y debe incluir muchas otras más.
Igual la propuesta alternativa prosocialista.
Y esto último asume exigencias capitales si se tienen en cuenta que la concepción socialista-comunista desde el marxismo y el leninismo clásico fue gravemente adulterada por las elaboraciones “teóricas” y las prácticas políticas desde el denominado socialismo real, desde la hegemonía de la burocracia.
La deformación, dogmatización, y falsificación del socialismo científico original, hizo enormes daños al desarrollo de esa teoría revolucionaria.
El colapso de la realidad que se intentó justificar por esa vía ha forzado a romper esas ataduras teóricas y dio paso a un periodo de búsqueda y creatividad, todavía limitado por el peso muerto de la nostalgia de lo que fracasó y el fardo de la inercia dogmática.
Volver, volver, volver.
El socialismo científico del siglo XXI necesita volver a Marx y avanzar mucho más.
Más incluso que en lo que Lenin lo enriqueció.
Hay que volver a los excluidos y semi-excluidos por el predominante movimiento comunista pro-estalinista y pro-soviético, e incluso por el maoismo cosificado.
Hay que volver a Rosa Luxemburgo, a Luckacs, a Gramci, a Trosky, a Mao Tse Tung, a Ho Chi Ming.
En nuestra América hay que volver a José Carlos Mariategui, a Ernesto Guevara, a Carlos Fonseca Amador, a Schafik Handal…
Volver a ellos porque enriquecieron a los pioneros.
Volver a ellos para enriquecerlos y enriquecernos.
Pero no solo
Pero no solo hay que volver a ellos.
Hay que abrirse mucho más a la creación heroica, porque muchas cosas han cambiado después de sus valiosos esfuerzos y de sus visionarias creaciones.
El socialismo científico del silgo XXI tiene que nutrirse de todo el acervo científico-técnico y cultural de los tiempos presentes y tiene que abrirse a otras escuelas de pensamiento no estrictamente marxista.
El capitalismo actual sin remontar sus fronteras sistémicas esta inmerso en un proceso de grandes mutaciones que precisan analizarse y enfrentarse.
La informática, la electrónica, la robótica, la física quántica, la teoría del genoma humano están introduciendo cambios y fenómenos dignos de ser analizados junto al poder secuestrador que tiene la cúpula capitalista sobre esos fenómenos.
El carácter neoliberal, patriarcal, racista y adulto-céntrico del actual poder capitalista, por igual.
Pero a su vez los nuevos actores sociales, los sujetos activos del campo anticapitalista generan, reactivan y enriquecen notablemente escuelas de pensamiento extraordinariamente importantes y armónicos y/o complementarias al pensamiento marxista.
Generan escuelas y movimiento, formas de pensar y rebeldías liberadoras.
Pasa así en el campo de la teoría de género y las fuerzas activas y potenciales del feminismo.
Pasa también el terreno de las cosmovisiones indígenas y la emergencia de los pueblos originarios.
Sucede además en las fuerzas que se oponen a la teología de la dominación y asumen la teología de la liberación.
En plano de la juventud y en sus acciones contra el desprecio y la subordinación a una ideología adulto-dominante, hay también un enorme potencial de justas rebeldías. Igual en el terreno de la discriminación sexual, y en el plano de los(as) inmigrantes contra la xenofobia y la súper-explotación,
Todos estos fenómenos cruzan la lucha de clase y la lucha de clase los cruza a ellos.
Una mezcla de razón, ciencia, sentimientos, defensa de identidades, rebeldías sociales, culturales, materiales y espirituales, confluyen en las rebeldías del presente contra el capitalismo actual.
Y esto no puede ser enmarcado dentro de un pensamiento uniforme o un molde teórico único.
El anticapitalismo de hoy no debe ser exclusivamente obrerista, tampoco simplemente proletario. Necesitaría ser mucho mas diverso e inspirarse en una gama de escuelas revolucionarias, muchas de ellas cruzadas, influidas, pero no absorbidas, por los valores de la revolución en el pensamiento social emprendida en el siglo XIX por Carlos Marx y Federico Engels,y desarrollados por sus continuadores.
Por eso, de no tenerse en cuenta estas realidades, les resultaría imposible a los comunistas forjados en las diversas escuelas marxistas- revolucionarias del siglo XX, contribuir a formar parte de las nuevas vanguardias revolucionarias del siglo XXI.
Teoría y proyectos
Si heréticos dentro de una inconmovible militancia anticapitalista deben ser los aportes para desarrollar el socialismo del siglo XXI, igual deben ser los procesos de transito revolucionario y el nuevo socialismo y la creación y organización de sus fuerzas conductoras de procesos permanentemente abiertos a lo nuevo.
En esta parte quiero concentrarme en los que compete a los países de nuestra América y del llamado tercer mundo.
No voy a describir aquí la muy conocida realidad que no empobrece y degrada, que nos oprime y excluye de múltiples maneras.Parto si de criterio de que la revolución popular, el poder democrático del pueblo, son imprescindibles para cambiar este estado de cosas.
Nuestras sociedades pasan por crisis similares, requieren de nuevos proyectos democráticos, de una transformación profunda que integre las metas de desarrollo y justicia social con una superación de todo lo que tiene de manipulador, corrupto y restringido el modelo democrático-liberal vigente, montado sobre el capitalismo dependiente-neoliberal.
Esto no obvia la necesaria superación crítica de las causas que provocaron que revoluciones sociales del pasado Siglo se burocratizaran y deformaran hasta el punto de hacer crisis, colapsar y dar pie a una traumática restauración capitalista, como aconteció en Europa Oriental y en la URSS.
Pero al mismo tiempo requiere precisar las responsabilidades específicas en la actual las crisis de los países del Tercer Mundo y en todo lo relativo a los trágicos efectos de la amalgama entre el poder establecido, el capitalismo, el crimen, la corrupción y el narcotráfico. Esto sin dejar a un lado las responsabilidades en las nuevas crisis sociales que han tenido lugar en Francia y otros países europeos con relevante participación de nuevos actores sociales.
En el Tercer Mundo y en América Latina y el Caribe el acusado es el imperialismo, es el capitalismo dependiente, bajo cuya dominación ha tenido lugar su trágica realidad histórica y actual.
En esta parte del mundo todas las variantes de esa dominación y todos los modelos concretos experimentados en el campo político y en el campo económico se han revelado no solo como incapaces de solucionar los graves problemas que afectan estas sociedades, sino además como factores de agravamiento de la misma.
La cadena de fracasos recae sobre neofascistas, liberales, conservadores, demócratas cristianos, social demócratas, neoliberales.
La cadena de fracasos recae sobre tiranías y dictaduras, sobre los regímenes neofascistas, sobre las semi-dictaduras militares y cívico-militares, y sobre las diversas democracias representativas.
Si una cosa está clara dentro del capitalismo dependiente y la dominación colonial, neo-colonial y transnacionalizada del imperialismo, y especialmente de los EE.UU., es que esas fuerzas dominantes-gobernantes son las responsables de las desgracias sufridas por centenares de millones de seres humanos.
El capitalismo, dependiente no puede ser solución, sino que se precisa de una alternativa a la dramática realidad que este sistema ha provocado en nuestro país y en el continente.
Esa alternativa en términos estratégicos no puede ser otra que el socialismo, entendido éste como una sociedad, que dentro del predominio de lo social y lo colectivo, garantice el desarrollo libre e integral del individuo, retribuya a cada quien según su trabajo y su capacidad; garantice justicia social, desarrollo, bienestar popular y desalineación en todos los órdenes; establezca un régimen de amplias libertades públicas e individuales a través de una organización estatal que asegure participación y poder de decisión del pueblo; garantice formas de organización social y política que posibiliten su propia superación autocrítica, su constante desarrollo auto-sostenido y la más amplia autodeterminación del pueblo y de la nación dentro de una profunda vocación solidaria e internacionalista.
Nos referimos a un nuevo proyecto de transición y un nuevo socialismo que recupere la utopía general y que a partir de las experiencias, aciertos y errores acumulados retome y reelabore el proyecto liberador en función de las nuevas circunstancias históricas.
Esa meta socialista en las condiciones de nuestros países, debe ser ubicada como la resultante estratégica de un proceso de cambios ininterrumpidos, que deben partir –dados los bajos niveles de desarrollo de las fuerzas productivas y dadas las tareas revolucionarias previas determinadas por la dependencia, la falta de democracia en el sentido cabal del término y los reductos precapitalistas- de un proyecto alternativo revolucionario de carácter antiimperialista, democrático y popular.
El proyecto alternativo de hoy, específicamente destinado a superar las estructuras vigentes y el modelo de democracia restringida en proceso de agotamiento, es esencialmente revolucionario, aunque en su período inicial no directa ni integralmente socialista.
El socialismo debe ser su Norte, pero no su programa inicial deberá abrir un proceso que sume progresivamente todas las liberaciones, comenzando por la soberanía y por la democracia del pueblo y para el pueblo, por un poder popular que sea capaz de avanzar con el máximo consenso de las fuerzas afectadas por el sistema en crisis, hasta reunir las precondiciones que posibiliten el predominio de la propiedad social y el avance hacia las transformaciones socialistas en el campo político, social, económico y cultural.
El antiimperialismo, la movilización popular en pro de las reivindicaciones mas sentidas por la pobresía y la democracia participativa integral (política-social-económica), constituyen los dínamos de ese proceso revolucionario ininterrumpido.
La influencia cada más determinante de las fuerzas partidarias del socialismo dentro de la pluralidad política- ideológica y la pluralidad de la propiedad, serían, a su vez, la garantía del logro de las metas finales apuntadas.
El proyecto democrático-revolucionario debe en lo inmediato ser una respuesta concreta a la crisis, a las estructuras y modelos vigentes y debe plantearse como alternativa a la democracia restringida, a las formas y el contenido de esta democracia tutelada por el poder imperialista y diseñada dentro de su actual estrategia de modernización segregada y recolonización neoliberal.
La disputa en el terreno de lo democrático es una impronta de los nuevos tiempos y son indispensables programas que contemplen líneas de democratización que enfrenten la tutela del alto mando militar, de los poderosos grupos económicos locales y transnacionales y de los fabricantes de las ideologías del sometimiento. Esta es precisamente la garantía para darle respuesta a los esfuerzos del poder imperialista estadounidense de cooptación, limitación y manipulación de las tendencias continentales a favor de la democracia política.
El antiimperialismo como motor de este proyecto es a su vez la garantía de la autodeterminación, de la nueva independencia y la identidad nacional, tan necesarias para galvanizar a favor de la revolución todo el patriotismo.
Es preciso una referencia propia, una alternativa, un modelo de tránsito, ajustado a la característica de cada sociedad. Que descarte las malas experiencias, que responda a nuestras esencias culturales y que se ubique en la nueva etapa que vive la humanidad.
Es preciso mucha originalidad continental y mucha originalidad nacional.
En primer término aparece la necesidad de combinar las transformaciones sociales a favor de los(as) empobrecidos(as), con una democracia superior y el rescate de la soberanía.
Nos referimos a una revolución que lleve al poder, al sujeto popular y a los demás sectores afectados por la crisis, programando cambios estructurales en dirección a la nueva independencia, a la justicia social y al desarrollo nacional; combinados todos con una democracia integral y participativa, con un relevante protagonismo popular en las nuevas instituciones.
Un proyecto para superar el empobrecimiento contrarrestando las elites burguesas.
Un proyecto alternativo basado en un modelo de tránsito original y constantemente enriquecido por el rol que asuman los trabajadores y al pueblo, todas los sectores empobrecidos y en proceso de empobrecimiento, como creadores y gestores voluntarios de la nueva sociedad.
Un proyecto de tránsito en el que las restricciones y medidas represivas de excepción estén dadas sólo por el nivel de la contrarrevolución y siempre entendida como directrices temporales.
A las instituciones decadentes y carcomidas por la corrupción y por la ausencia de la sabia popular dentro de ellas, es preciso oponerle un proyecto que siendo portador de nuevas bases constitucionales prefigure un Poder Ejecutivo, un Poder Legislativo, un Poder Judicial, unas Fuerzas Armadas y un Sistema Electoral que supere todo lo antidemocrático del modelo dependiente que nos rige. Y de esos lineamientos puedan derivarse propuestas democratizadoras que compitan ventajosamente con las aupadas dentro de la concepción imperialista de democracias restringidas y contrainsurgentes.
El modelo político nuevo debe resultar de una certera combinación de la democracia directa y de la representación real en las nuevas instituciones, de la participación de las fuerzas políticas y de las fuerzas sociales que lo sustenten, de la vigencia del control popular, del principio de revocación y de la más amplia y dinámica organización del pueblo.
Defensa, administración, gestión económica, información, educación, cultura, salud…, deben ser garantizados y desarrollados en los niveles necesarios y posibles (en cada fase o período) con el protagonismo del pueblo y como producto de un amplio consenso de sus componentes fundamentales.
El modelo económico debe servir a las alternativas financieras, fiscales, agropecuarias, industriales, comerciales, ecológicas, salariales, de distribución del ingreso, etc.… que garanticen una progresiva recuperación de la independencia económica, una cada vez mejor distribución del ingreso a favor de los sectores populares, una justa distribución de la riqueza, un ascendente avance hacia el predominio de formas sociales de propiedad en coexistencia con las formas privadas o individuales que el proceso de acumulación y el desarrollo de la conciencia colectiva aconsejen como necesarias.
Una ampliación del mercado interno. Un desarrollo agropecuario e industrial que combine equilibradamente la satisfacción del consumo popular y las potencialidades de exportación , una equilibrada relación entre el plan central y el uso del mercado como palanca de desarrollo y escenario democrático de los consumidores, una elevación progresiva de la calidad y de las condiciones de vida de las masas populares, una paulatina reducción de las desigualdades junto a estímulos morales y materiales en función de la cantidad y calidad de los aportes hechos a la sociedad por cada quien.
Este proceso globalmente requiere de una revaloración de lo individual y de lo colectivo, de la persona y las masas, de lo material y lo espiritual, de lo humano y el desarrollo técnico, sin contraposiciones absurdas y sin la unilateralidad reduccionista en los enfrentamientos ideológicos y en las prácticas políticas tradicionales.
Los mejores valores morales del cristianismo revolucionario pueden constituir aportes significativos en estas vertientes, muchas veces menospreciados por el marxismo dogmático; y pueden, además, contribuir significativamente a dotar al proyecto revolucionario alternativo de una nueva ética, de una nueva moral, en la que los valores individuales quedan indisolublemente vinculados al principio de la solidaridad humana y a los intereses de la comunidad.
La propia modernización tiene que ser dotada de otros contenidos que en vez de la segregación y de los enormes contrastes entre polos muy limitados de las mismas y vastas zonas de atraso subordinado, garanticen un desarrollo más equilibrado y más al servicio de la justicia social.
La cuestión del desarrollo constituye un nudo difícil de solucionar, un problema que exige de una gran creatividad y, sobretodo, poner al ser humano en el centro de las acciones de Estado.
Tal realidad requiere potenciar el mayor consenso dentro del proceso de cambio, sumar y neutralizar el mayor número de voluntades para evitar la guerra civil posterior a la victoria revolucionaria, para limitar al máximo las posibles bases internas y dificultar la exportación de la contrarrevolución; siempre dispuestos, prestos y preparados a enfrentar con la fuerza de la patria y el pueblo cualquier agresión militar imperialista.
Esto impone contemplar todas las formas de propiedad y gestión que ayuden al desarrollo de las fuerzas productivas sin alterar la esencia de la revolución emprendida.
Esto requiere garantizar espacios políticos a los adversarios políticos e ideológicos de la revolución que estén dispuestos a no transgredir los marcos cívicos de la competencia y estar dispuestos a cerrarlos si ellos se encuadran dentro de la exportación de la contrarrevolución desde EE.U.U.
Esto precisa de una amplia grama de relaciones interestatales que debe incluir la disposición a las relaciones con el pueblo estadounidense y con el gobierno de los Estados Unidos (si éste la acepta sobre la base del respeto mutuo), la no injerencia y la más plena autodeterminación.
Es clave en este plano los esfuerzos por una reinserción en la economía mundial, basada en las reivindicaciones tercermundistas, en el aprovechamiento de los diferentes y contradictorios polos y zonas de la economía mundial, en la intensa brega por el nuevo orden económico internacional.
Es clave, en el caso de América Latina y el Caribe, un avance persistente hacia el proyecto de Patria Grande, sumando en una soberanía mayor de todas las soberanías particulares preservadas.
El Tercer Mundo en general y la América Latina y el Caribe en particular, tienen la posibilidad de impactar el mundo europeo y los países capitalistas desarrollados, con las revoluciones populares y los procesos de autodeterminación. Esa es la vía para potenciar su renovación económica y para forzar una justa compensación del saqueo, la explotación y la extorsión sufrida durante siglos.
La profundidad y el ritmo de las transformaciones en nuestros países podrían variar en función de las circunstancias nacionales e internacionales, del desarrollo de la conciencia popular, de la emulación de fuerzas sociales y políticas, de las posibilidades de aplicación y del respaldo mayoritario que sean capaces de generar las medidas proyectadas. Lo más importante, vía la revolución política y el poder que ella logre generar, es estar en capacidad de hacerlo oportunamente manteniendo una correlación de fuerzas favorables y logrando evitar o superar el desgaste político durante el ejercicio de conducción del Estado.
El proyecto a desarrollar precisa si de una adecuación a las características tercermundistas y latinoamericanas de nuestros países y una visión reivindicativa que desde la alianza, la solidaridad y la integración regional conquiste nuevos espacios internacionales, aproveche la diversidad mundial y logre avances en el planteo del nuevo orden económico mundial y de la compensación de la deuda que el mundo capitalista altamente desarrollado tiene con las regiones por él saqueadas, expoliadas y explotadas.
Su diseño no debe ser concebido como un molde rígido, sino como líneas de cambios y desarrollo constantemente remozadas, como proyecto de ruptura y creación con su vía original, su conducción original, sus contenidos y formas estatales también originales y en permanente superación dialéctica.
Lo acertado además es no mixtificar ese tránsito, sino presentarlo con sus significativas ventajas para el pueblo, pero también con sus grandes obstáculos y dificultades sobre todo mientras no se generalice en el continente y no se potencien la integración latinoamericana-caribeña y las perspectivas de un nuevo orden internacional, que debe ser conquistado en detrimento del sistema imperialista y del capitalismo altamente desarrollado.
De la transición democrática revolucionaria al nuevo socialismo
Las características generales de esta transición revolucionaria sostenidas firmemente por sus fuerzas conductoras son transferibles al nuevo socialismo que en ella se irá gestando.
Nuevo, en el siglo XXI, porque necesita diferenciarse sustancialmente las transiciones, sobre todo a partir de la entronización de los modelos estatista- burocráticos, que tuvieron lugar en las sociedades del llamado “socialismo real” (mas bien irreal) del siglo XX.
Porque necesitaría rescatar los valores esenciales de la teoría marxista e incorporar todo lo nuevo reclamado por las experiencias vividas y lo cambios acaecidos.
Desechar la estatización generalizada y la colectivización forzada creas variadas formas de propiedad social.
Crear poder popular y desarrollar una democracia participativa con los antídotos que eviten la fusión del partido, del Estado y de las organizaciones sociales; con mecanismos que permiten impedir el anquilosamiento y la manipulación por el Estado de los nuevos órganos del poder popular.
Promover la defensa del proceso transformador frente a la agresión contrarrevolucionaria interna y externa sin dejar de propiciar, junto a la socialización de la economía, la educación, la salud, la seguridad social, la relación entre los géneros…, el proceso de extinción paulatina del Estado. Popularizar, socializar, la defensa nacional..
Asumir el escenario la revolución continental y mundial, de la Patria Grande latino-caribeña y de la solidaridad de las naciones y pueblo oprimido, como el escenario el socialismo pleno; conciente de lo límites de las revoluciones nacionales y de la imposibilidad de desplegar todas las potencialidades socialistas en un solo país o en un grupo limitado de países.
Considerar esencial para el despliegue de las virtudes del socialismo las transformaciones del ser humano, la creación del hombre nuevo y la mujer nueva, profundamente solidarios, llenos de amor hacia la familia, la vecindad, el pueblo, la humanidad; liberados de ambiciones mezquinas, abiertos al conocimiento, imbuidos de un gran espíritu de superación, entregados a las causas justas, descargados de personalismos y pugnacidades individuales, dedicados a forjar su propio bienestar junto al bienestar y la felicidad colectiva.
Impulsar la cooperación, la autogestión, el autogobierno a todos los niveles.
Combatir constantemente la inequidad en todos los planos, la desigualdad de oportunidades, la explotación y opresión de cualquier género.
Potenciar la formación científica, la creación artística, el espíritu innovador, el acceso a la superación intelectual y espiritual en igualdad de condiciones para todos (as).
Generalizar el principio de revocación democrática de los funcionarios electos y desarrollar el poder moral de la ciudadanía contra la corrupción.
Elevar realmente la salud, la educación, la seguridad social, la recreación, el deporte…a derechos garantizados por la sociedad y liberados de toda práctica comercial privada.
Restablecer a plenitud la propiedad de la nación y de la sociedad sobre los recursos naturales terrestres y marítimos, sobre las reservas científicas y el patrimonio histórico.
Convertir a los seres humanos en sujetos beneficiarios de las políticas y planes a implementar.
Y sin sacrificar la diversidad y la auto-superación personal, garantizar el predominio del interés social colectivo en la economía, las relaciones sociales, la cultura, las instituciones estatales, la política, los órganos de poder popular y los medios de comunicación. HASTA CONQUISTAR EL MAXIMO DE FELICIDAD EN CADA MOMENTO, EN CADA PERIODO Y EN CADA ETAPA DEL PROCESO TRANSFORMADOR.
Ponencia presentada por Narciso Isa Conde, en el Seminario Internacional “Socialismo científico en el siglo XXI”
(Caracas, 18 y 19 de julio 2006)
2006-07-19 03:00:30