Opiniones

EL TIRO RAPIDO

EL TIRO RAPIDO

de

Mario Rivadulla

Una vez terminada la carnicerìa de la Segunda Guerra Mundial, que puso fin al demencial proyecto hitlerista al costo de cincuenta millones de vidas y que entre sus muchos horrores registra la infamia del holocausto, un mundo ansioso de paz se viò sometido a las tensiones de la llamada Guerra Fría con la permanente amenaza de un enfrentamiento nuclear entre los Estados Unidos y sus aliados y la Unión Soviética y los suyos.

Fruto y exponente de ese proceso fue el muro de Berlín, que dividiò Alemania y su pueblo en dos partes.  El obstáculo, levantado por las autoridades soviéticas para evitar el pase de alemanes del lado oriental al occidental, fue durante años símbolo de opresión.  Alguien lo bautizò como “el muro de la vergüenza”.  Realmente lo fue.  Cientos de miles  de familias se vieron separadas por muchos años. Algunos osados lograron burlar la infame valla; otros, la mayorìa, no tuvieron igual suerte y pagaron el intento con sus vidas. Durante todo ese tiempo, el mundo occidental con Estados Unidos a la cabeza estigmatizò el muro, con sobrada razón,  como un brutal e infame  atentado a la libertad.

La caìda del imperio soviético, trajo como consecuencia la del muro de Berlín.  Cuando èste se vino abajo,  no sòlo alemanes de un lado y de otro, sino el mundo entero vibrò de emoción. Fue un dìa de jùbilo intenso para cuantos aman la libertad en las cuatro esquinas del planeta.

¿Quièn podìa imaginar entonces, sin embargo, que andando los años, aunque por razones diferentes, esos mismos Estados Unidos dispondrían levantar un muro mucho màs extenso, a todo lo largo de la frontera con México, dizque para mejor controlar la inmigración ilegal de los llamados “espaldas mojadas”?

La propuesta aprobada en la Càmara de Representantes primero, y màs recientemente en el Senado, ya convertida en ley,  ha sido promulgada por el Presidente George Bush, quien además ha aprobado una partida de nada menos que mil millones de dólares para dar inicio a la obra cuyo costo total se calcula en una cifra muy superior.

Los Estados Unidos son netamente un paìs de inmigrantes.  Gentes venidas de todas partes del orbe han llegado a sus playas por las màs disimiles razones a lo largo de muchas décadas. Unos por razones religiosas o políticas o huyendo de la guerra para buscar el abrigo de sus fronteras.  La mayorìa  huyendo de la pobreza y falta de horizontes de sus respectivos paìses a la búsqueda del “sueño norteamericano”.



Unos pocos lo han logrado y sus casos son esgrimidos por la propaganda como ejemplo de que es posible hacerlo realidad.   Los màs han pasado a ser parte de la enorme maquinaria laboral norteamericana y  desenvolverse con relativa holgura, siempre superior a la que disfrutaban en sus paìses de origen.  Un tercer grupo, por lo general formado por gentes de escasa o nula calificación profesional, ha visto naufragar sus esperanzas en la inmensidad del territorio del gigante norteño.

Pêro en su gran mayorìa todos esos inmigrantes han contribuìdo a la prosperidad de los Estados Unidos.  Han trabajado como el que màs. 



Han realizado las duras labores que los  norteamericanos de origen màs rancio, rubios y ojiazules,  rechazan. Y han llevado por lo general la vida digna de la familia promedio.

El muro que cubrirà gran parte de la frontera con México no sòlo ha provocado el rechazo de este paìs, amigo y socio comercial de los Estados Unidos a travès de un Tratado que incluye Canadà y que tiene ya de vigencia una docena de años.  En toda América Latina se levantan voces desde los màs diversos litorales,  calificando el mismo como una rèplica en el tiempo del “muro de la vergüenza” de Berlín. 



Les sobra razón.

En otro sentido, la infortunada idea del muro viene a ser una confesión de la incapacidad del paìs màs poderoso de la tierra de controlar la inmigración ilegal (de igual modo el narcotráfico de que se muestra tan exigente con los paìses del vecindario caribeño y sudamericano)  por los canales y con los métodos normales de su guardia fronteriza.    Peor aùn, resulta expresiòn de una nueva decisiòn infortunada, negadora de la política de buena vecindad, que contribuirà a que los Estados Unidos continúen perdiendo espacio de simpatía e influencia en Latinoamérica.  Su trastienda.  Su olvidada retaguardia, donde cada dìa gana cuerpo el rechazo a sus políticas y se recibe con mayor incredulidad un discurso que se presenta como democrático pero no guarda correspondencia con sus actuaciones.

Quizàs llegue un dìa en que se den cuenta de cuàn abandonado y distante se han mantenido de su patio trasero y còmo sus políticas erradas en vez de leales aliados le han cosechado resentidos adversarios.  Pero posiblemente tambièn,  cuando eso ocurra,  ya resulte demasiado tarde.   Ojalà no.

2006-10-09 19:18:53