Opiniones

EL TIRO RAPIDO

EL TIRO RAPIDO

de

Mario Rivadulla

Que el sistema carcelario dominicano es un motivo de profunda vergüenza y un permanente atentado a la màs elemental dignidad humana, no es secreto para nadie.

Nuestros recintos penitenciarios distan de ser centros de rehabilitación, pese a diferentes intentos de Reforma Carcelaria en los últimos treinta años,  y a màs recientes esfuerzos meritorios que se han venido llevando a cabo en forma progresiva y relativo èxito con este mismo propósito. 



Cabrìa mencionar en este sentido, la misiòn pastoral de Fray Arístides Jiménez, el abnegado cura católico que lleva consuelo y esperanza a los encarcelados, y el dedicado trabajo profesional que por su parte encabeza el ex rector de la UASD, Roberto Santana, tambièn con la empeñosa misiòn de tratar de cambiar la penosa realidad de nuestras prisiones.

Pero todavìa queda demasiado trecho por recorrer.  Y en esa parte dilatada del camino donde todavìa no ha llegado la mano de la reforma, hay càrceles que son antros de todo gènero de vicios, abusos, atropellos, arbitrariedades y vergonzosas complicidades entre custodios y reclusos de confianza, los llamados probos, para la comisiòn de las màs increíbles infamias.

En esas càrceles entran drogas, prostitutas, bebidas alcohólicas, celulares, televisores, neveras y cuanto pueda imaginarse por màs prohibido que estè.  Por entrar, han entrado hasta armas de fuego que han servido para cumplir ejecuciones por encargo dentro de los propios recintos. 



En ellas se viola y prostituye, se roba, se negocia, se estafa, se golpea y se mata.  Tambièn se abren misteriosamente las rejas carcelarias para colocar en las calles a quienes no debìan estarlo.  Todo ello con la permisividad, cuando no la abierta complicidad de las propias autoridades.

Pero cuando uno creìa que ya habìa agotado su capacidad de asombro en este extenso memorial de degradación, sorprende la informaciòn desplegada en su ediciòn del dìa por el matutino Hoy con titular principal de portada.  Nada màs y nada menos que menores de edad a quienes se impone como castigo crucificarlos amarrados a los barrotes de las celdas en el centro de rehabilitación (!!!) de Najayo, un recinto bajo la vigilancia de los llamados agentes penitenciarios.  O sea, ese nuevo personal supuestamente especializado en el manejo de reclusos.  La informaciòn indica que èstos a su vez son sometidos a castigos humillantes.

En El Nacional de esta misma tarde,  el Departamento de Protección de Menores de la Procuraduría General de la Repùblica da cuenta de la cancelación de los agentes culpables de este increíble castigo a menores de edad, infame rèplica de la crucifixión del Dios cristiano.  Sin embargo, la nota que divulga el popular vespertino señala que solo uno de ellos fue sometido a la Justicia.

De ser esto cierto, la pregunta se torna obligada.  ¿Por què sòlo uno?  ¿Es que los demàs no participaron de esta vergonzosa, inhumana y cruel acciòn?  De ser asì como  cabe suponer, ya que de lo contrario no tendría sentido haberlos cancelado, ¿por què no someterlos tambièn?

Lamentablemente son muchos los casos en que se cometen las peores fechorías o los màs increíbles atropellos por parte de autoridades cuya misiòn jamàs es abusar, cuya responsabilidad queda arropada con la sola cancelación, o en algunos casos inclusive, con el simple traslado.   Y eso, como quiera que se mire, es una expresiòn de impunidad al tiempo que una incitación a la comisiòn de nuevas accciones ilegales, similares o peores,  tanto por parte de los responsables como de quienes los sustituyan.

Cierto que aquì hay grandes culpables que escapan indemnes a todas sus maldades.  Y que en sana justicia debieran ir primeros en la fila a la hora de depurar y sancionar culpas.  Pero la impunidad de unos no puede servir de excusa y justificación para la de otros.

En otro sentido, vale ahora someter a inmediata revisiòn el programa de modernizaciòn carcelaria y el tipo de entrenamiento que reciben los que se supone seràn custodios modelos, especializados precisamente en el manejo de reclusos.  Porque el programa es necesario mantenerlo, sin que la acciòn de unos pocos alcance a empañar sus necesarios fines y obstaculizar su indispensable ejecución.

2006-10-19 12:42:35