Opiniones, Portada

La educación: un gran negocio con poca educación

Dr. Isaías Ramos.

El artículo 63 es uno de los Derechos Económicos y Sociales de nuestra constitución que, junto a la ley orgánica de educación (66-97), fundamentan la base para crear el capital más importante con la cuenta de cualquier país: su capital humano. Debe reconocerse que, de haberse implementado estos fundamentos desde sus inicios, hoy estaríamos ante un ciclo virtuoso que hubiese generado progreso y desarrollo a todo el pueblo dominicano.

Como vemos, nuestro problema educativo no es un problema de tipo coyuntural, sino más bien una cuestión de fondo. Simplemente, los que deberían ejecutar e implementar este mandato han fracasado, al igual que fracasaron el plan decenal 1992-2002 y el plan decenal 2008-2018. Esto demuestra que el problema viene de una clase política que poco les importa el futuro del pueblo.

Lo anterior es una característica de esta partidocracia que, junto a una oligarquía inconsciente, prefieren un pueblo ignorante y en miseria para mantenerlo subyugado, oprimido y arrodillado a sus pies. Es un mecanismo sencillo pues, por lo general, no utiliza la violencia sino una especie de clientelismo sutil. Te mantengo en la miseria, pero te doy migajas.

De ese modo compran sus voluntades cuantas veces sea necesario para continuar robándole, saqueándolo y endeudándolo. Es una especie de esclavitud moderna que está a un paso de una esclavitud pura y dura. Tan pronto el patrimonio público se agote debido al despiadado saqueo al que ha sido sometido, y los préstamos no sean posibles, entonces estaremos en la puerta del infierno.

Es obvio que esta clase política nunca ha pasado de las palabras a los hechos cuando se trata de bienestar para el pueblo en general. Desde el 1997 tenemos una ley de educación virtuosa, de la que nunca hubo intenciones de implementar. Recordemos que esta Ley en su artículo 197 consignaba un 16% del presupuesto o un 4% del Producto Interno Bruto (PIB), cual fuera mayor, con el objetivo de mejorar la calidad y el acceso del sistema educativo. Sin embargo, no es sino hasta el 2012 que esto se vuelve realidad, cuando la sociedad dominicana se tiró a la calle con el fin de que los candidatos que estarían participando en el entorno electoral se comprometieran a cumplir con la Ley.

Esta negativa a cumplir con la ley durante más de tres períodos gubernamentales creó una deuda social de más de $10,500 millones de dólares. Esa aberración política, junto a la permisividad a las drogas, alcohol, hookah, juegos de azar y la promoción a los antivalores, han dado como consecuencia a una generación de jóvenes prácticamente perdida, sin presente ni futuro. Hoy, más del 32% de los jóvenes entre 18 a 30 años están desempleados y casi un millón de ellos sin estudio y sin trabajo.

A pesar de que, desde 2013 se viene cumpliendo con la asignación presupuestaria establecida por ley, esto ha sido utilizado para enriquecer cada vez más a la clase política y a unos cuantos “empresarios» que siempre están dispuestos a sangrar el alma del pueblo. Esto demuestra que no es problema de recursos, sino de gerencia, pues esta casta política y esa oligarquía perciben el presupuesto del pueblo como una piñata del que ellos tienen que hacer fiesta. Su fin es acumular riquezas a costa del sufrimiento del pueblo.

Los resultados hablan por sí solos. En las pruebas PISA del 2015 y 2018 ocupamos de manera consecutiva el último puesto entre 79 países evaluados. Les siguen negando los derechos y las oportunidades a una educación de calidad a todo un pueblo. Su egoísmo y sus ambiciones desmedidas no les permite mirar más allá. Para ellos es una miopía dirigir el sistema educativo por un camino que beneficie al pueblo dominicano.

El posicionamiento de un nuevo ministro a estas alturas del gobierno no hará una gran diferencia en un sistema político que se encargó de politizar todas las instituciones del Estado. En particular, a instituciones de un alto carácter de vocación, como son la educación y la salud. Lo anterior está destruyendo la profesionalidad, el carácter, la vocación de servicio y el orgullo institucional.

En un país donde su liderazgo político se ha casado con un neoliberalismo salvaje, donde se antepone el capital de inversión ante el capital humano, el tema es un poco desesperanzador. De continuar bajo este sistema, estamos caminando hacia un desastre nacional que aún no percibimos. Mientras tanto, se viene construyendo una segunda generación perdida.

En el proyecto de nación que debemos construir es vital restaurar los valores y principios que le dieron origen a nuestra nación. Debemos comenzar a construir una nueva generación, comenzando desde los Centros Maternos Infantiles asequible a toda la población. En donde nuestros niños comiencen a desarrollar actitudes, carácter y valores, y donde se motive la creatividad y curiosidad. Hay que enfatizar el fervor patriótico, la urbanidad y el civismo, junto a profesores bien preparados y bien remunerados. Estos cambios se podrán lograr si trabajamos todos juntos.

¡RD SI PUEDE!

Roger Jose Figueroarogerjoseandujar@gmail.com