Opiniones

EL TIRO RAPIDO

EL TIRO RAPIDO



de

Mario Rivadulla

Con un lenguaje mucho màs adecuado y cortès aunque no por ello menos  enérgico,  que el empleado de manera tan inapropiada  por el embajador Hans Hertell en su comparecencia casi de despedida en el almuerzo mensual de  la Càmara Americana de Comercio, que lo ha tenido de invitado en varias ocasiones, nuestro Canciller le ha llamado la atención con oportunas precisiones.  Somos muchos, demócratas a carta cabal, los que pensamos que ya era hora.

El señor Hertell ha sido un apasionado defensor de los intereses de su paìs y sus connacionales aquì.  Es su deber y su derecho como su representante diplomático.  Lo censurable es que en muchos casos lo ha hecho en la forma menos diplomática.  Comparadas con sus declaraciones y acciones, las de otros enviados extranjeros no pasan de ser simples faltas veniales.

De seguro que el señor Hertell no faltò a la verdad cuando citò algunos de los males nacionales que màs nos aquejan, como la corrupciòn.  ¿Pero acaso hemos vivido ignorándolos?  ¿No son aireados a diario a travès de los medios de comunicación y de los diferentes litorales de la sociedad? ¿No afirmò el propio Presidente Fernández que la corrupciòn administrativa le costaba al paìs 30 mil millones de pesos anuales, sin contar el contrabando, la evasión impositiva y otras pràcticas ilegales? ¿Necesitábamos acaso que el señor Hertell nos descubriera o recordara que nuestra Justicia es a veces tan lenta como, en ocasiones, la de su propia naciòn?  ¿Le correspondìa hacerlo en un escenario pùblico totalmente reñido con la discreción y la pràctica diplomáticas?  ¿Es parte de su misiòn aquì servir de censor imperial?

¿Còmo se sentirìa el señor Hertell y reaccionarìa su gobierno si nuestro embajador en Washington opinase en forma pùblica, con el mismo sentido crìtico y usando igual lenguaje que lo hizo èl, sobre la repudiada política intervencionista de Busch en Irak, rechazada ya hoy hasta por la mayorìa del pueblo norteamericano que la sancionò en las urnas no hace tantos dìas?  ¿Si recordara que su gobierno usò –y terminò por admitir—informes engañosos para justificar esa invasión, que no ha acabado sino estimulado el terrorismo? ¿Si censurase los recientes y denunciados escàndalos de corrupciòn por parte de figuras ligadas a su gobierno?  ¿O su desastrosa política hacia América Latina que le ha hecho perder simpatìas e influencia en la regiòn?

Pero donde al embajador Hertell se le fue definitivamente el freno verbal y todo sentido de elemental discreción es al referirse al caso de la inmigración ilegal haitiana.  Uno que el propio Canciller de Haitì acaba de admitir como delicado, complejo, que requiere tiempo y paciencia.  Un asunto de plena soberanìa y política de Estado donde media inclusive un fallo de nuestra Suprema Corte de Justicia, al cual debe dársele mismo valor que los que dicta la Corte homòloga de su propio paìs, que sin embargo, el representante norteamericano reduce festinadamente a la condición de un simple tràmite administrativo llegando al punto de ponerle una fecha tope de soluciòn, la que èl entiende vàlida.

¿Le correspondìa en buen ejercicio diplomático incursionar, y menos aùn, trazar pautas sobre esa problemática?  ¿Tenìa al menos endoso moral, cuando su propio paìs deportò tan solo el pasado año 800 mil mexicanos indocumentados?  ¿Cuando ha acordado levantar un muro en la frontera con México a un costo de 2 mil millones de dólares, los mismos que pidió a tiempo sin ser complacido, el Gobernador de Luisiana para reforzar los diques que hubieran impedido la tragedia que casi borra del mapa a la hermosa y tradicional Nueva Orleáns? ¿En momentos en que hay Estados de la propia Unión donde se  ha criminalizado la condición de inmigrante ilegal?

Es cierto que la mano de obra haitiana representa un buen aporte laboral a nuestra economìa.  Pero no se trata de un favor, sino de un toma y daca.  Porque de no ser el desahogo que representa para la superpoblada y sobreempobrecida Haitì la presencia en el paìs de un millòn o màs de sus naturales  ¿no resultarìa mucho peor y màs explosiva la situaciòn al otro lado de la frontera?  ¿Adònde pudiera marchar esa inmigración de no ser aquì?  ¿Acaso a los Estados Unidos,  de donde los devuelven en forma automática y sin contemplaciones?  ¿Es que el embajador Hertell estaba de broma o padecía de amnesia el dìa de su charla? 

Insistimos en que el señor Hertell es un feroz defensor de los intereses que representa. Tanto que a veces uno piensa que debiéramos tener algunos clones de èl en nuestro servicio diplomático, aunque de vez en cuando cometan alguna impertinencia.  Lo ha hecho en este caso en que antes de ver la paja en el ojo del paìs que lo ha acogido por espacio de cinco años, debió revisar el ojo del suyo donde puede que halle alguna viga.  Làstima que lo haya hecho de despedida. 



Porque no nos deja un buen recuerdo.

2006-11-29 13:51:12