Opiniones

El periodismo independiente y las nóminas fúnebres

El periodismo independiente y las nóminas fúnebres

La Comisión Investigadora de Atentados a Periodistas (CIAP) informa que en el 2006 fueron asesinados 28 periodistas en América Latina. La CIAP, adscripta a la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP), señala que México conserva la aciaga condición de la nación más peligrosa en el ejercicio informativo.



Son nóminas fúnebres a la que ninguno de nosotros quisiera pertenecer. República Dominicana figura en este informe con dos periodistas asesinados: Domingo Disla Florentino, abogado y periodista; Facundo Lavatta, de »Radio Comercial».



Renunciar a esta nómina implica arrodillarse ante el miedo y ceder ante los intereses de quienes quieren líneas informativas complacientes, no comprometidas con el bienestar social y la esperanza.



Bill Moyers, quien alguna vez fue subdirector del Cuerpo de Paz y jefe de prensa de Lyndon Johnson, termina una conferencia titulada “Un problema para periodistas: ¿Cómo informar sobre los pingüinos y la política de negación?” con la pregunta: “¿Quién queda para abrir los ojos del país – para decir a los estadounidenses lo que sucede? “No queda nadie: nadie aparte de todos nosotros”.



Al igual que Moyers, nosotros también pensamos que en República Dominicana sólo queda un periodismo responsable, independiente, para abrir los ojos y los oídos de todos y demostrar la verdadera naturaleza del comportamiento de nuestros líderes políticos, en donde los discursos guardan considerable distancia con la realidad.



Sólo un periodismo honesto, hasta con sus propios límites, puede mostrar la conducta social establecida en donde lo fundamental es el éxito sin importar por cuáles caminos y en donde si el hecho nos compromete, la insensibilidad parece ser la norma.



Sólo un periodismo comprometido puede empujar a un movimiento medioambiental que no ha logrado que sus causas –en beneficio de todos- sean asumidas por las mayorías y que, por lo tanto, se ve obligado a tratar de “convencer” a las autoridades de la justeza de sus planteamientos, proyectando la imagen de “francotiradores”, “ecoterroristas”, “opuestos al desarrollo económico y al bienestar de las mayorías” y toda una larga fila de acusaciones de quienes, por lo general, en realidad sólo tienen interés por el lucro inmediato.



Los periodistas podemos sentirnos intimidados y esto se entiende.



Urgencias diarias pueden mediatizar nuestro ejercicio. Además, los periodistas dominicanos no somos peces fuera del agua, nos encontramos en el mismo río revuelto que los demás, el mismo ambiente, de modo que sustraernos implica un esfuerzo consciente, duro, exigente.



Estamos llamados a desnudar lo absurdo, lo violento y lo trivial, superando nuestra propia capacidad de generar absurdos, violencias y trivialidades.



Como Moyers con relación a los estadounidenses, creemos que los dominicanos saben lo que ven en la televisión o lo que leen en nuestros periódicos. El problema es si saben lo que no les están contando en el noticiero o en las informaciones periodísticas. Ese es el desafío de nuestra profesión y es el reto que tienen por delante los medios que quieran ir más a fondo.



Sin embargo, hay que saber cómo contarlo.



No hay que olvidar quién es nuestro público, nuestros lectores. La pregunta por nuestro público, por nuestros lectores, por quienes nos frecuentan en Internet no es genérica. No es, simplemente, un decir: “sectores populares”, “gente con capacidad de decisión”.



¿Cómo ven el mundo? ¿Qué capacidad de interpretación tienen? ¿Cuáles son sus mitos, creencias, apuestas? ¿En qué lenguaje le es más fácil interpretar la realidad? Leonardo Boff, teólogo brasileño, señalaba que “todo punto de vista es la vista desde un punto”, esa es la cuestión: cuál es el contexto y la posición desde que son leídas, escuchadas o vistas nuestras informaciones…



Ese contexto del público es subjetivo, pero también es objetivo. Hoy nuestros hijos piensan en el mundo como una “aldea” y por eso con pasmosa facilidad pueden vivir lo mismo en Monterrey (es el caso de uno de mis hijos), que en Gualey, Miami o Puerto Príncipe.



El periodismo independiente, pese a esta enorme carga, es posible. Y no sólo es posible, es necesario, urgentemente necesario, para que las grandes mayorías puedan pertenecer a las nóminas de la vida.

Milton Tejada C.



tejadamilton@yahoo.com

2007-01-10 16:10:38