Opiniones

Necesidad de evaluar resultados de las “reformas” precedentes

Ante la “Reformanía” Imperante:



Necesidad de evaluar resultados de las “reformas” precedentes

Por Guillermo Caram

Aún sin que la última reforma fiscal – mal llamada rectificación por ser una realidad una ratificación – haya dejado sentir plenamente sus efectos en la población y en la economía; el gobierno reinicia sus aprestos para la reforma constitucional que había caído en una especie de limbo, a pesar de las continuas convocatorias a consultas populares que nunca tuvieron la acogida adecuada de parte de una ciudadanía que respondía a dichas invitaciones con  desgano y apatía.

No es posible determinar hasta que punto el relanzamiento de la reforma constitucional propugnada por la cabeza del Poder Ejecutivo tomó un nuevo aire ante los planteamientos de la cabeza del Poder Judicial relativo a una “nueva ola de reformas judiciales”, lo cual debió resultar del agrado del Presidente Fernández; como tampoco es posible anticipar las consecuencias de las declaraciones de la cabeza del Poder Legislativo, el Presidente del Senado, sobre su inconformidad originada en la falta de protagonismo de los legisladores y su anuncio que auspiciará otras consultas – “conversatorios constitucionales” – cuando el proyecto de reforma llegue al Congreso.

Lo que si es evidente que todos los poderes del Estado están envueltos envolviéndose en la reforma que se avecina y cuyo debate se reabre.

Y también muchos sectores de la población, acostumbrados o dispuestos a participar protagónicamente en debates nacionales, sin escatimar en que medida pueden  convertir el debate en una caja de pandora, llena  de sorpresas o de demandas excesivas y desbordadas,  que pueden devenir en frustraciones al no resultar satisfechas.

Y si tenemos en cuenta que durante los últimos 12 años, la nación ha sido escenario de múltiples reformas – en materia de empresas públicas, electricidad, seguridad social, monetaria, educativa, salubridad, ambiental; así como de reformas puramente políticas como la ley de acceso a la información, financiamiento de los partidos, instituciones de fines de lucro, etc  – pudiera diagnosticarse que la nación viene sufriendo de una especie de fiebre o manía de reformas que hemos llamado “reformanía”

Ahora bien, consideramos de rigor que antes de seguir cayendo víctima de esta fiebre o manía de reformas, especialmente para la reforma que ahora se propugna por ser de carácter constitucional, se haga una evaluación seria y responsable  de los resultados de las reformas adoptadas durante los últimos años, en términos de beneficios a la población y del marco institucional regulatorio del accionar de los poderes públicos para hacer valer los derechos ciudadanos.

Esto así por que después de cada reforma,  los dominicanos nos hemos sentido, o percibido al menos,  mas perjudicados, empobrecidos y degradados; y menos esperanzados

De allí que debe constituir un prerrequisito  indispensable para lograr que la reforma de turno esté revestida de credibilidad y efectividad necesarias para evitar que decepciones y frustraciones se sigan apoderando de los dominicanos y del sistema político que nos rige; evaluar cuan positivas han sido las reformas precedentes.

Por que si seguimos en línea con las reformas  emprendidas, la de turno dejará mucho que desear a juzgar por los resultados de las propugnadas durante los últimos años en materia. En efecto, vale la pena preguntarse:

  • ¿En que medida la reforma de la empresa pública por vía de la capitalización a la CDE, CEA y CORDE fue positiva en términos de producción de azúcar y electricidad, generación de empleos, reducción de déficits fiscales, etc?


  • La reforma de la CDE junto a la reforma del sector eléctrico ¿Disminuyeron los apagones, impidieron que la tarifa subiera, redujeron los subsidios?

 

  • La ley de seguridad social ¿Ha provisto a las cotizantes actuales – y a los pasados – de mayores y mejores servicios de salud, de mas y mejores previsiones para la vejez o incapacidad o se ha limitado a convertir las cotizaciones presentes de trabajadores en una fuente de dinero barato administrado por sistemas no del todo confiables ni escrupulosos?

  • ¿Evitó el nuevo Código Monetario y Financiero la quiebra bancaria detonada en el 2003, la torpe intervención del Estado y el abuso de autoridades  monetarias y financieras en la concesión de financiamientos sin respaldo a bancos comerciales sin que todavía hoy se le exija responder con su patrimonio particular los generosos financiamientos otorgados?

 

  • ¿Por qué no se ha puesto en funcionamiento las previsiones de participación comunitaria y sociales que establece La Ley General de Educación de 1997 para que haya mas escolaridad, mejor calidad de la enseñanza;

  • ¿Ha mejorado la protección ambiental con la nueva ley del 2000 o todavía seguimos siendo víctimas de los olores, insectos y roedores emanadas de basuras; de humo y cenizas de plantas eléctricas y de vehículos con sus sistema de combustión y escape dañados, de constructores que obstruyen y llenan de polvos las vías públicas; y de la deforestación causado por las propias autoridades?

Y en el orden político son cuestionables los avances  insertados en la modificación constitucional de 1994, puesto que se sigue debatiendo, cuando no eliminando o restableciendo, los mismos temas que se anatemizaron en la ocasión: elecciones separadas, colegios electorales cerrados, reelección  por ejemplo; mientras los ciudadanos se siguen sintiendo desprotegidos en sus derechos a pesar de la ley que obliga el acceso a informaciones públicas, del nuevo esquema regulatorio de las ONG o del financiamiento público a los partidos políticos.

Pero el mayor fiasco de la reformanía, lo ha las tantas reformas fiscales, a la que hemos estado expuestos, prácticamente todos los años desde 1996 a la fecha, los ciudadanos. Y todas bajo el mismo vicio o error, que no hace mas que provocar un reciclaje perjudicial a la economía; al partir de la premisa que se necesita aumentar el gasto para el que se ponen nuevos impuestos o mayores tasas para financiarlos, pero que nunca alcanza por lo que se tiene que recurrir al financiamiento, interno o externo, que, para pagarlo, se necesita imponer mas impuestos.

Ojalá que los propulsores de la reforma de turno puedan evitar el peligroso agravamiento de ésta degradación y desesperanza, evaluando adecuadamente los resultados de las reformas anteriores y tomando los correctivos de lugar para que la ciudadanía disponga de mas y mejores oportunidades para satisfacer sus necesidades, disponibilidad de mayores fuentes de trabajo y de mas acceso a los servicios públicos fundamentales que deben ser provistos en el marco de una sociedad civilizada.

2007-01-12 16:27:35