Testimonios de amistad y camaradería (V):
El proceso contra Kiva
Por Narciso Isa Conde
Hubo un encuentro preparado por Kiva Maidanik para que el comandante salvadoreño Schafik Handal informara, ya avanzada la década de los ´80, sobre el curso y las perspectivas de la lucha, en el cual yo no estuve presente. Fue en ocasión de uno de los viajes de Schafik a Moscú, con el que no pude coincidir.
A Kiva se le ocurrió reunir al comandante salvadoreño con un conjunto de investigadores soviéticos de su entorno.
Si mi memoria no me falla se realizo en la casa de Tania Vorocheikina, joven y talentosa científica social y además de Kiva y otro amigos, participó un joven investigador sobre la temática italiana, integrante del staff del Instituto Mundial de Economía y Relaciones Internacionales adscrito a la Academia de Ciencias de la URSS.
Me contó Kiva que Schafik hizo una extensa y contundente exposición sobre el curso de la guerra revolucionaria en su país, sobre la táctica y la estrategia del FMLN, sobre la crisis que afectaba a la nación salvadoreña; sobre el cuadro de las fuerzas de derecha, la intervención creciente de los EEUU, las contradicciones en el seno del poder, la relación entre las diferentes formas de lucha, la combinación de la lucha armada con la lucha política y diplomática, y la propuesta de gobierno y de poder del Frente.
Una vez concluida la charla, le hicieron numerosas e interesantes preguntas, que Schafik se vio precisado responder, haciendo las puntualizaciones, aclaraciones y complementación de lugar.
En el conjunto se produjo no solo un enorme interés, sino también una significativa satisfacción respecto al contenido tanto de la charla como de las respuestas a las preguntas.
Al final, sin embargo, se produjo una intervención disonante del “italianófilo” que no se pudo contener y arremetió contra Schafik de la siguiente manera:
“Bueno todo eso está muy bien, Pero yo me pregunto y le pregunto al camarada Schafik Handal: ¿todo ese despliegue de sacrificio, valor, capacidad política… de tantas y tantas personas, toda esa expresión de heroísmo del FMLN y del pueblo salvadoreño, es parar implantar un modelo de mierda como el que padecemos los habitantes de la URSS”?
Como era lógico, Schafik respondió con mucha altura y mucha prudencia las características del proyecto de sociedad que proponía el FMLN, las especificidades de su revolución democrática y de su proyecto socialista, diferenciado del que estaba vigente en la URSS.
Y ahí concluyó el intercambio para dar paso a los brindis.
Concluyó ese intercambio, pero no sus delicadas consecuencias.
Kiva y Schafik se sentían mal por el incidente, por la brusquedad de aquella reacción y cometieron le ligereza de conversar eso por teléfono, desde el Hotel Octubre a la casa de Maidanik.
El diálogo fue fluido entre esos dos grandes conversadores. Fluido hasta rememorar los detalles de la reunión. Y así como fue hablado quedó grabado por la inteligencia soviética, que se dispuso a informar al aparato del PCUS lo acontecido, mientras éste puso un marcado interés en sobredimensionar el caso.
Lo primero que hicieron las autoridades partidarias y de inteligencia fue interrogar al “italianófilo”, quien lleno de temor dio más detalles, contó sus vínculos particulares con el “eurocomunismo” (“pecado” mortal en ese periodo”), habló de su participación en la reproducción de discursos de Enrico Berlinguer, Secretario General del Partido Comunista Italiano (PCI) y de otros materiales críticos del “socialismo real” publicados por marxistas italianos.
A partir de las confesiones del “italiano”, la burocracia del PCUS comenzó a desenredar la madeja y a potenciar las exageraciones para emprender la ofensiva “disciplinaria” y judicial contra Kiva y sus amigos (as). ¡Tantas ganas le tenían a uno de los pocos soviéticos que se atrevió defender al Che Guevara y a diferenciarse del dogma¡
Cada uno de los (as) participantes comenzó a ser “procesado”.
Unos al interior del partido y otros(as) a ese nivel y a nivel judicial: a todos(as) le llegó la hora de la desgracia y el trato de “disidentes”, menos, claro está, a Schafik sobre el que no tenían jurisdicción.
Fueron acusados de sedición y separados en primera instancia de las filas del PCUS, pendiente solo las apelaciones.
Incurrieron –según sus acusadores- en el absurdo “delito” de llevar, sin autorización previa, a un “extranjero” (nada más y nada menos que Schafik) a una casa soviética, donde procedieron a reunirse para “criticar el régimen soviético”.
La expulsión definitiva del partido implicaba incontables privaciones y dificultades: pérdida del trabajo, pérdida de la residencia en Moscú y cantidad de restricciones.
Con esa situación me encontré cuando visité la URSS a mediado de los ´80.
Recuerdo que tanto Natacha, la segunda esposa de Kiva, como su madre, mi “mama soviética”, además de que no pudieron ocultar su preocupación y su dolor, además de expresar, con lágrimas en el ojo y labios tembloroso la indignación que las embargaban, me solicitaron opinión, y sin decirlo expresamente, reacción al respecto.
Sin vacilar le dije que eso era despotismo de la peor especie y que jamás yo podía ser pasivo frente a eso. Que iba a defender a Kiva y a los suyos con todos los medios disponibles.
Al otro día de esa conversación, me encontré en el Hotel Octubre con el camarada Yuri Antonov, el referente del PCUS para la República Dominicana, y lo primero que me dijo fue:
“Camarada Narso, no se si sabes que tu amigo Kiva está en un situación difícil, metido en serias complicaciones. Yo te recomiendo alejarte de él para que no tengas mas problemas”
“Supe que ustedes van a publicar un libro de él en la República Dominicana. Creo prudente para ustedes suspender esa edición”.
Y cuando escuché esto, le dije con firmeza:
“Mira Yuri, yo conozco bien a Kiva y lo creo incapaz de algo que merezca represión. Soy más amigo de mis amigos cuando están en dificultades y esto es válido para él y también para ti si algún día llegas tenerlas. El libro va, con prólogo mío y de Schafick, y nada ni nadie va a impedir su publicación en mi país. Nosotros no aceptamos ese tipo de presión”
Y le recalqué:
” Pongo mi cabeza en la guillotina en defensa de la integridad revolucionaria y la condición de comunista de Kiva”.
Estaba esperando a Schafik que debía llegar al día siguiente para proponerle una carta al Comité Central del PCUS, firmada por los dos, en defensa de Kiva y tratando de persuadirlos de la conveniencia de detener ese proceso, destacando el daño que le haría a la propia URSS y al PCUS la continuidad del mismo y subrayando que todo (a) aquel o aquella que conociera a Kiva en América Latina y el Caribe –y no éramos pocos- no íbamos a entender justa la sanción de esos hechos.
Redacté la carta y se la mostré a Schafik, quien la respaldo plenamente y la firmó.
La enviamos a través de su edecán, un general miembro del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética.
Al mismo tiempo solicité una entrevista con Miguel Kudashkin, Jefe del Departamento de América Latina de la Sección Internacional del PCUS, para explicarle nuestra posición y solicitarle su intervención..
A Miguel, hombre inteligente, héroe de la Segunda Guerra Mundial, considerablemente latinoamericanizado, persona muy simpática y mucho más abierta que el funcionario común, le hablé con el corazón en las manos.
Le reiteré mi actitud frente a mis amigos, que por demás nunca incluiría entre ellos(as) a oportunistas o renegados.
Le expresé la altísima valoración que le tenía a Kiva y lo absurdo que me parecía todo aquello, cuando lo único que había hecho Kiva fue promover un encuentro de investigadores sociales soviéticos con un comandante del FMLN y Secretario General del Partido Comunista Salvadoreño; insistí en el daño que eso le haría a la imagen del PCUS, tratándose de una especie de reedición de los juicios políticos stalinistas.
Sentí que le llegaron hondos mis argumentos y me respondió que estuviera seguro de que él iba a contribuir, con mucha cautela, a que eso se detuviera. Y nos recomendó no hacer mucha bulla respecto a nuestra posición y a los pasos que habíamos dado.
En verdad, no de inmediato, sino lentamente, el proceso se fue debilitando y extinguiendo en todas sus vertientes.
Triunfó la sensatez y nuestra solidaridad contribuyó a ese resultado.
En verdad no estaba ni en nuestras condiciones políticas y en nuestra condición humana actuar de otra manera.
Kiva, un ser tan solidario y bondadoso, merecía esa solidaridad, cualquier que pudiera ser el costo político de la misma.
La pusilanimidad, los dobleces personales, y la ambigüedad no son virtudes revolucionarias ni atributo de honestidad.
¡Ninguna injusticia debe ser aceptada pasivamente por los (as) revolucionarios(as) y comunistas de verdad!
Enero 2007, Santo Domingo, República Dominicana.
2007-01-14 19:57:17