Opiniones

EL TIRO RAPIDO

EL TIRO RAPIDO



de



Mario Rivadulla



Quedar impuestos, por vìa del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, màs conocido por sus siglas de FAO, de que dos millones de nuestros habitantes no consume el mínimo de calorías y nutrientes necesarios para subsistir, es motivo sobrado de preocupaciòn que invita al insomnio.  Se trata, nada màs y nada menos, que casi la cuarta parte de la población de este lado de la isla.

Peor aùn es este otro dato.Que entre el siete y el nueve porciento de los niños de hasta 3 años  padecen de desnutrición crónica que afecta su normal desarrollo  que, en no pocos casos, les deja ya marcados de por vida con efectos negativos irreversibles,  y que  su  nùmero  creció en 20 mil tan solo entre el 2000 y el pasado año, es algo que llora ante los ojos de Dios. 

Ello asì con mayor  razón tomando en cuenta que hemos sido bendecidos con tierras pròdigas para la producciòn agrícola, capaces de garantizar la alimentación de nuestro pueblo con largueza tal que alcanza para suplir la agroindustria,  el turismo y la exportación a mercados extranjeros.   Y màs todavìa, en otro orden,  cuando se contrasta esa penosa situaciòn con la riqueza faraónica, casi insultante, de que hacen gala muchos que puestos en la picota, no tendrìan manera de justificar el origen de su exhuberante prosperidad.

Segùn el conocido economista Pavel Isa Contreras, quien es el oficial a cargo del programa de la FAO en el paìs, entre 58 a 74 mil niños presentan un cuadro de retardo irrecuperable en el crecimiento, en las capacidades de aprendizaje y el desempeño productivo debido a las carencias nutricionales.  Son como bien expresa, personas que en el mañana acusaràn serias deficiencias intelectuales, motoras y de toda naturaleza que los colocaràn en condiciones de franca inferioridad para afrontar los retos y cubrir las necesidades de su vida adulta.  Dicho sin artificios: seràn ciudadanos de segunda o de tercera categoría.

El problema de la desnutrición en gran parte de nuestra población, y particularmente en el caso de los niños, no es un fenómeno reciente.  Desde los tiempos ya un tanto distantes de los primeros doce años de Balaguer en la etapa democrática, esta situaciòn venìa siendo evaluada y revelada de manera insistente por la propia FAO, y si mal no recordamos, algún que otro organismo internacional.  Los números posiblemente no guardan mucha diferencia con los actuales.  De hecho, en términos porcentuales y tambièn absolutos, dado que la población del paìs ha crecido considerablemente desde entonces, poco o nada hemos avanzado en el combate contra la desnutrición.  Penoso admitirlo, pero indispensable señalarlo.

Màs que simplemente apuntarlo y hacer insistencia machacona en esos números que no son una simple estadística, sino que reflejan un drama profundamente humano y social, es indispensable reclamar  no de èste ni de ningùn gobierno en especìfico simples medidas coyunturales, sino políticas de continuidad del Estado efectivas y consistentes para enfrentar el problema con toda la decisiòn y urgencia que requiere.

Bien y del todo necesario que avancemos en el proceso de transformación y modernizaciòn de la sociedad, acorde con los tiempos en que andamos inmersos y los modelos en que estamos obligados a insertarnos.  Pero sin dejar de lado en modo alguno,  el compromiso prioritario de rescatar de sus precariedades y miserias a quienes han ido quedando a la orilla del camino, marginados del bienestar que el crecimiento econòmico ha concentrado en contadas manos.

Esos dos millones de desnutridos.  Esos infortunados niños a quienes el latigazo inclemente  del hambre física ha dejado injustas, dolorosas y limitantes huellas en sus tempranas vidas. Màs que tan solo condolernos,  ir en su ayuda y rescate.

2007-02-11 03:49:50