EL TIRO RAPIDO
de
Mario Rivadulla
Ayer mismo, en este espacio, señalamos la necesidad de crear ese indispensable vìnculo de confianza entre la Policìa Nacional y la ciudadanìa, a fin de que el cuerpo de orden pùblico pueda contar con la colaboración activa de esta ùltima para poder prevenir y combatir la delincuencia y el narcotráfico de forma efectiva.
Y para lograr ese vìnculo de confianza y colaboración, advertimos que la jefatura policial debe poner el máximo empeño en continuar el trabajo de depuración de las filas de la institución uniformada. Esto asì, en la medida en que actuaciones arbitrarias cuando no de franca complicidad de todavìa no pocos de sus miembros con malhechores y traficantes de drogas hacen que muchas personas, sobre todo en los barrios calientes, vean a la Policìa Nacional con mucha aprensiòn y hasta temor.
Esta semana precisamente se han producido dos hechos horrendos que presuntamente vinculan a agentes policiales.
El primero de ellos sirvió de portada gràfica y noticiosa al matutino Hoy a comienzos de la misma. El diario le diò titular principal a la brutal agresión de que fue vìctima el obrero agrìcola Alfredo Javalera, en San Pedro de Macorís. Esto asì cuando fue abordado por tres individuos, uno de ellos presuntamente un miembro del cuerpo policial de puesto en el destacamento de Quisqueya, quienes pretendìan que la vìctima robase ganado a su empleador en su beneficio. Cuando èste se negò fue objeto de una de las màs cobardes, crueles y enfermizas acciones de tortura que pueda imaginarse.
A Javalera, a màs de golpearlo salvajemente, lo violaron, le aplastaron un testículo, le dañaron parte del pene y como remate le pusieron un plástico en la cabeza y lo arrojaron en un campo dándolo por muerto, donde permaneció màs de dos semanas al cabo de cuyo tiempo fue descubierto por un menor, recogido y llevarlo al hospital Antonio Musa, donde se encuentra bajo dedicados cuidados.
Quiso el destino o fue la voluntad de Dios que pudiera salvar la vida milagrosamente. Aùn los mèdicos no se lo explican. Esto quizàs para que pudiera en su momento acusar a sus torturadores, verdaderos psicópatas merecedores de ser aislados de por vida de la sociedad como animales salvajes.
No repuestos aùn del impacto de este hecho horrendo, hoy el otro importante matutino desplegado, el Listìn Diario, tambièn ilustra su portada con la impresionante fotografía de una madre quien en apenas 24 horas perdiò a dos de sus jóvenes hijos.
El primero de ellos, de apenas 17 años, fue asesinado por una banda de drogadictos el pasado lunes. Y el segundo de 22, resultò aparentemente acribillado a tiros al regreso del funeral de su hermano por un miembro de la Policìa Nacional, a quien habìa acusado de ser protector de los asesinos de aquèl. Inenarrable el dolor de esa madre, quien además ha sido amenazada de muerte al igual que el resto de su familia, por haber tenido el coraje de denunciar a los matadores de su hijo.
En ambos casos, ambos igualmente estremecedores que mueven a compasión, solidaridad y profunda indignación aparecen vinculados sendos agentes de la institución de orden pùblico. No los acusamos. Para ello se precisa disponer de elementos probatorios. Pero es èsa precisamente la tarea que tiene por delante el cuerpo uniformado. La responsabilidad directa que debe asumir el mayor general Bernardo Santana Pàez, a quien todos le reconocen un sincero deseo de mejorar la imagen y las actuaciones de la Policìa Nacional.
Es de esperar que asì lo haga. Que ponga en juego todos los mecanismos màs transparentes y confiables de investigaciòn para llegar al conocimiento de la verdad, sin arropaderas, amiguismos, tràfico de influencias ni el llamado espíritu de cuerpo.
Si los agentes policiales a quienes se sindica como vinculados a ambos hechos, en realidad participaron de los mismos, entonces deshonran el uniforme y la institución y deben ser tratados como simples asesinos vulgares, en todo caso con el factor agravante de pertenecer a un cuerpo cuya misiòn es la de proteger a los ciudadanos.
La sociedad tiene que mantenerse expectante con relaciòn al desarrollo de las indispensables investigaciones que se han ordenado en el primer caso y es de esperar que se dispongan en el segundo. Y de paso, brindar a esa atribulada madre que hoy llora inconsolable la dolorosa pèrdida de dos frutos de sus entrañas y a su familia toda la necesaria protección para evitar que en ellos se cumpla la amenaza de los malhechores que dieron muerte a sus vástagos.
Que se haga justicia. Pero que se haga. Y que sea dura, inflexible, tanto como lo fueron estos criminales con sus vìctimas.
2007-02-18 04:47:56