EL TIRO RAPIDO
de
Mario Rivadulla
Meses atràs, el ya casi embajador saliente de los Estados Unidos, Hans Hertell, dijo que sobre el paìs llovían drogas. Convinimos entonces en que le asistìa razón. Tambièn lo admitiò quien por esa època era Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas, hoy Director del DNI, Sigfrido Paret Pérez. El alto jefe militar revelò que el espacio aèreo nacional habìa sido violado impunemente al menos unas doscientas veces por aviones dedicados al narcotráfico.
Pero Paret Pérez advirtió por otra parte, que las fuerzas armadas no disponìan ni de radares para detectar vuelos a baja altura que se realizan precisamente para quedar fuera del radio de acciòn de los radares tradicionales, ni tampoco de aparatos aèreos interceptores para proteger nuestros cielos y hacer frente a los invasores.
Fue en esa oportunidad que desde este mismo espacio planteamos la necesidad de reclamar de los Estados Unidos, principal mercado de consumo y destino de la droga que pasa por el corredor dominicano, que por propia conveniencia nos facilitase el equipamiento necesario para una vigilancia efectiva por mar, aire y tierra.
Esto es: radares, lanchas y aviones patrulleros, armamento y entrenamiento especializado.
Hace apenas un par de semanas, estuvieron en apresurada visita al paìs dos altos funcionarios norteamericanos vinculados a la lucha contra las drogas. Al tèrmino de la misma, dijeron que el gobierno norteamericano dispondría de un aporte especial de algo menos de diez millones de dólares para intensificar la vigilancia y la lucha antidrogas en el àrea del Caribe. Esto incluirìa la entrega de cuatro lanchas rápidas a la Marina de Guerra para el patrullaje marítimo asì como un aviòn de la DEA con base en San Isidro, encargado de la vigilancia aèrea.
Pero ahora resulta que se està planteando la adquisición por el paìs y a nuestro costo, de radares y una decena de aviones Super Tucan de manufactura brasileña para la prevención y combate del narcotráfico. Este equipamiento requerirìa de un préstamo del orden de nada menos que cien millones de dólares lo que significarìa aumentar la deuda externa en ese monto, que es la misma cantidad que tiene pendiente de desembolsar el Banco Mundial para aliviar un tanto la crìtica prestación del servicio energético.
O sea, que en tanto los Estados Unidos, el paìs màs poderoso de la tierra y principal mercado de consumo de drogas, apenas destinarìa algo menos de 10 millones de dólares para contribuir a la vigilancia y lucha antidrogas en toda el àrea del Caribe, nuestra pequeña media ínsula, agobiada de necesidades de todo gènero y con una cuarta parte de su población sufriendo de desnutriciòn y viviendo por debajo del lìmite de pobreza, tendrà que invertir una cantidad diez veces mayor para esa misma finalidad.
El caso recuerda mucho lo ocurrido años atràs, cuando se dispuso el bloqueo continental sobre Haitì para forzar la salida del gobierno militar encabezado por el coronel Raoul Cedràs, quien a fin de cuentas, junto con sus compinches, terminò por salir rumbo hacia un dorado y tranquilo exilio.
En aquella ocasión, se presionò a la Repùblica Dominicana para cerrar el anillo militar sobre la frontera. Gran parte del Ejecito tuvo que ser desplazado y desplegado en la línea divisoria con el territorio vecino para sellar el férreo bloqueo. Aquella acciòn le costò al paìs una buena parte del presupuesto anual de las Fuerzas Armadas. En compensación, se nos prometió que la OEA nos entregarìa cien millones de dólares, cantidad que luego fue rebajada a cincuenta. Que se sepa, hasta ahora, no se ha recibido un solo centavo.
O sea, tanto entonces como ahora, parece que tendremos que pagar los platos rotos de una situaciòn que nos ha sido creada por el propio mercado norteamericano de consumo. De no existir tal demanda por parte de los 25 ò 30 millones de adictos que se estima tiene ese mercado, los narcotraficantes jamàs hubiesen puesto sus ojos en ese pedazo de isla donde la capacidad de consumo es demasiado insignificante para el volumen increíble de recursos que mueve la droga a nivel mundial.
La conclusión puede resumirse en una sola frase: en esta historia que no es nuestra autorìa sino ajena, terminamos haciendo el triste papel de burros y apaleados.
2007-02-21 15:37:05