EL TIRO RAPIDO
de
Mario Rivadulla
Pensamos que en buena ley, serìa injusto negarle mèritos a la gestión del actual jefe de la Policìa Nacional. Al mayor general Santana Pàez se le reconoce estar desplegando esfuerzos significativos por mejorar las condiciones, la actuación y la imagen del cuerpo de orden pùblico. No ha sido en vano: algunos avances de innegable importancia se han cosechado en su mando. Pero precisamente por ello mismo, es necesario llamar su atención sobre quejas y denuncias que ponen en riesgo su gestión, y especìficamente el llamado Plan Barrio Seguro.
Por un lado, estàn los reclamos para una implementaciòn màs amplia y palpable de las medidas complementarias que necesariamente tienen que acompañar la labor de prevención y represión policial. La mejorìa en salud, educación, generación de empleos, deportes, integraciòn familiar y valores ciudadanos entre otros, no ha satisfecho ni las promesas de las autoridades ni las expectativas que generaron. Sin esos programas de aplicación inmediata y con proyección al mediano y largo plazos, no existe la menor posibilidad de garantizar un clima de sosiego y seguridad estables en los barrios que cubre el Plan de Seguridad Democrática.
Pero a esa situaciòn se suma tambièn el deterioro que se denuncia en la disciplina y en las actuaciones cuestionables de no pocos agentes que participan en la ejecución del mismo. Las acusaciones y quejas coinciden desde distintos litorales barriales y se dejan escuchar a travès de diferentes voces representativas de los mismos.
La semana pasada el cura párroco de San Martín de Porres, en la populosa barriada de Guachupita, dijo por lo claro que agentes destacados en la zona se involucran con bandas de antisociales y de microtraficantes de drogas. A la complicidad con los maleantes, se suman las detenciones arbitrarias y el cobro de peaje para liberar a gente inocente. No es un hecho aislado. La caja de resonancia no ha dejado de sonar y lo hace cada vez con mayor fuerza.
De los barrios de la parte Norte de la capital llega el mismo preocupante mensaje: la autoridad vestida con el ropaje de la delincuencia de la que està supuesta a proteger a la gente. Igual ocurre en el extendido sector de Buenos Aires donde el sentido de desprotección ha borrado la palabra sosiego del diccionario cotidiano del atemorizado vecindario. Y desde la ciudad de los 30 caballeros, el presidente de AMAPROSAN agrega la preocupaciòn por los apagones y el incremento de la criminalidad a la provocada por el cierre de las empresas de zona franca y los masivos despidos de su plantilla laboral.
Sin ir màs lejos en los propios predios de la Fiscalìa del Distrito Nacional, su alarmado titular propone que los ayudantes fiscales puedan auditar el comportamiento de los agentes de la uniformada, debido a la cantidad creciente de acciones ilegales y abusivas atribuidas a algunos de èstos.
Cierto que el Jefe de la Policìa Nacional ha puesto un empeño manifiesto en limpiar la institución de elementos indeseables. En dìas recientes, se divulgò la informaciòn de que bajo su mando, han sido dados de baja bastante màs de seiscientos oficiales y agentes del cuerpo por faltas graves. No pocos han sido remitidos a la justicia ordinaria. Pero lamentablemente, los males, vicios y corruptelas en el seno de la institución vienen de muy atràs, se encuentran profundamente arraigados y extendidos y forman numerosos bolsones de elementos cuestionables que al amparo del uniforme cometen todo gènero de fechorías y abusos.
Limpiar esa costra purulenta, extirpar toda la perversidad y el vandalismo que contamina la institución y que, repetimos, viene de muy atràs, no es tarea fàcil. A ella tendrà que dedicar mayores empeños la jefatura de Santana Pàez. Porque no se puede tener el enemigo dentro de la propia casa. Ni conquistar el necesario apoyo y sobre todo colaboración efectiva de la ciudadanìa indispensable para que el cuerpo de orden pùblico pueda realizar sus labores con la máxima eficiencia, si no se crea un vìnculo de confianza con la sociedad fundamentado en las actuaciones transparentes de sus miembros.
La conclusión y el mensaje a transmitir es que todavìa queda mucho trecho por andar y mucho follaje que remover para limpiar el cuerpo policial de elementos indeseables, asociados a delincuentes y delincuentes ellos mismos. Y que para lograrlo, a màs de buenas intenciones, se precisa mejorar sustancialmente las condiciones de vida de los agentes de la uniformada para que pueda llevarse a sus filas a elementos de valìa en disposición y capacidad de hacer una carrera policial basada en el màs estricto cumplimiento del deber y en el firme compromiso de servir de garante a la seguridad ciudadana.
2007-03-01 13:53:20