El Balaguercito digital
Por Narciso Isa Conde
Quien lo vio en el carrito Volkswagen tipo “cepillo” o “escarabajo”.
Quien conversó con él en su oficinita del envejecido Edificio Diez de la calle El Conde, en el mero centro comercial de la ciudad primada de América.
Quien lo leyó en la Revista Política o en el periódico “Vanguardia del Pueblo”, publicaciones fundadas por el Prof. Juan Bosch.
Quien lo escuchó hablar de James Petras como “su profesor” y lo oyó en su condición de candidato a la vicepresidencia de la República acompañando a Bosch en 1994.
Quien lo observó cuando se presentaba como el más democrático y progresista de todos los precandidatos presidenciales del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en la campaña de 1996.
Confieso que sentía simpatía por él, aunque esta comenzó a estropearse cuando a raíz del fraude electoral de 1994 contra Peña Gómez le planteé la necesidad de tumbar a Balaguer a través de una huelga general indefinida y establecer un gobierno provisional con el apoyo de todas las fuerzas democráticas, liberales, revolucionarias y progresistas.
Entonces expresó un gran temor frente a la posibilidad de que las masas tomaran las calles y ante la seguridad de que los EEUU se opusieran a esa determinación.
Entonces me habló de la conveniencia de dejar a Balaguer en la presidencia y dejar el congreso anterior con mayoría del PLD. Me argumentó que a su “partido” había que dejarle lo suyo y a Balaguer lo de él, aunque las elecciones del 1994 habían dicho otra cosa: el PLD había descendido enormemente en comparación con el auge que tuvo en 1990 y Balaguer había perdido sin discusión alguna.
Entonces- y recuerdo habérselo dicho a mi familia, en presencia de mi madre- pensé que de Leonel era un blandengue y que de él no debíamos esperar cosas buenas.
Pero todavía, sin embargo, era difícil para mí llegar a la conclusión de que más allá de sus finos modales y su apariencia bonachona, había un “balaguercito” en su alma y estaba presente en su corazón su pretensión de “déspota ilustrado”, aspirante eterno al poder desde el poder a cualquier precio.
Esto comenzó a revelarse en su primer periodo de gobierno y recuerdo haber escrito sobre la relación vampirezca entre ambos personajes y la transfusión de sangre del viejo personero del crimen y la corrupción al novato que aspiraba a serlo, solo que adecuándose a la modernidad inconclusa y la post-modernidad en marcha.
Y no solo, sino además, incorporando también a su espíritu politizado la impronta de la globalización neoliberal, la aceptación de la recolonización impuesta por EEUU y las nuevas modalidades de la publicidad y los discursos capaces de reemplazar la realidad con el mayor grado de fantasía espacial.
Una especie de copia cibernética, digital, bien pequeña, de Joaquín Balaguer. Un cloncito neoliberalizado del heredero de Trujillo.
Claro, siempre se ha dicho que ninguna copia resulta ser como el original. Ni siquiera en la capacidad y astucia para colar maldad con aparente sinceridad y real desfachatez.
Las versiones digitales de los viejos déspotas ilustrados, sus clones posmodernos, son sinuosos, hipócritas, fantasiosos, fabuladores, aéreos. Se desconectan demasiado de la realidad y cuando dan sus versiones de sus ejecutorias resultan altamente ofensivo por más decentes que se propongan ser. Hablan de un país irreal, distancian en gran escala sus palabras de sus hechos. Y entonces irritan como el que más.
Es la consecuencia de sobreponer la imagen y el discurso publicitario a la cotidianidad sufrida por los seres humanos. Ese es el caso del presidente de Colombia Álvaro Uribe . Y eso es lo que le está pasando ahora a Leonel Fernández, después de haber pronunciado su reciente discurso espacial en el mercado político que responde al nombre de Congreso Nacional.
Porque el pueblo llano ya está apreciando que esta versión digital de Balaguer está provocando –y va a provocar en mayor dimensión en los próximos meses- efectos terribles en nuestra sociedad, ahora montado el personaje en el caballo alado de la reelección y poseído de que “no hay otro como él”.
Observemos en que se está convirtiendo el Despacho de la Primera Dama. Valoremos como el Metro se esta tragando el país, convertido en una inmensa alcancía de la re-postulación. Miremos al desmoche de los danilistas (opositores a la reelección dentro de su propio partido) civiles y militares.
Ponderemos el significado de excluir a todos los reeleccionistas de las consecuencias judiciales de los escándalos de corrupción y el sentido de aproximación de Leonel a Hipólito Mejía.
Analicemos los efectos del TLC que ya está en ejecución y la proclividad de Leonel Fernández a empeñar la soberanía militar del país y a competir en entreguismo, corrupción y soborno con los candidatos los opositores inmersos en la perversidad política.
Hay políticos ambiciosos que por austeros y realistas saben medir donde esta la raya y hasta donde sus pasos pueden hacer estallar o deteriorar dramáticamente la sociedad.
Pero los que se asemejan a los delincuentes que llaman a combatir la delincuencia, a los ladrones que piden perseguir a lo ladrones (dejándoles sueltos), a los empobrecedores que dicen estar superando la pobreza, a los que hablan de austeridad auspiciando al derroche, tienden a hundir el país que gobiernan.
¿ Y hasta dónde-me pregunto- no es legítimo que una sociedad amenazada de esa manera demande la renuncia de un gobernante capaz de hundir la nación con tal de quedarse ahí a cómo de lugar?
2007-03-07 14:28:17