Opiniones

En trance de revolución: ¿Por qué no Colombia?

En trance de revolución: ¿Por qué no Colombia?

Por Narciso Isa Conde

En verdad, que cuando se habla de los países que están en trance de cambios hacia la izquierda y con potencialidades revolucionarias, casi nunca se menciona Colombia.

Esto a mi modo de ver guarda relación con formas de pensar influidas por la ideología dominante, por la gravitación de criterios y valoraciones sistemáticamente difundidas por los medios masivos de comunicación y las agencias internacionales al servicio del “status quo”.

El avance hacia la izquierda o la existencia de un proceso revolucionario es vulgarmente medido por esos medios en función de los resultados electorales, de la presencia o no en el gobierno de un partido o alianza de partidos calificada de izquierda, así como de su condición de opción no preferencial de los EEUU y las oligarquías locales.

El proceso venezolano obviamente es asumido como el más beligerante y radical dentro del espectro de viraje continental hacia la izquierda; descontado, claro está, el caso Cubano por razones indiscutibles.

Bolivia y Ecuador no solo son países reconocidos dentro de los nuevos cambios, sino que se le ubica exageradamente en el mismo bloque que a Venezuela y a Cuba, admitiendo sus posibilidades revolucionarias.

Hasta ahí las calificaciones, aunque penetrada de ciertos simplismos, se aproximan a la realidad.

Pero la cuestión no se queda en ese esos escalones del problema.

La victoria del Frente Sandinista y de Daniel Ortega en Nicaragua es valorada en esos medios como una especie de vuelta al pasado izquierdita de ese país, aun sin ser plenamente así.

El triunfo del Frente Amplio en Uruguay, como también el de Lula y del PT en Brasil –aun con algunas matizaciones y pese a su evidente distanciamiento de las reales perspectivas revolucionarias de procesos como el venezolano, boliviano y ecuatoriano (con la debida distancia entre uno y otros)- dio lugar a una calificación similar.

Y para colmo del simplismo, bastó que la Bachelet y el Partido Socialista (que de socialista y de izquierda le queda muy poco) ganaran las elecciones en Chile, para que se le ubicara en ese mismo espacio.

Ese medidor electoralista y formalista empapa no solo toda la opinión de la derecha, centro derecha y centro, sino también una gama de fuerzas de izquierda y centro- izquierda, pese a que no tiene nada de ingenuo y si mucho de sistémico.

El viraje –según esa persistente opinión- solo tiene que ver con los votos a favor de fuerzas con cierta tradición o postura de izquierda, con las cuotas institucionales a su favor, con la conquista del gobierno y con otros aspectos muy formales.

En esa valoración no entran las características ( formas organizativas, conciencia política, programas, idearios) de las fuerzas en crecimiento, ni su articulación real con el sujeto popular, ni su acumulación cultural alternativa, ni su naturaleza anti-sistémica o pro sistémica, ni su inserción en los movimientos sociales en lucha, ni su capacidad de movilización extra-institucional, ni su poder para meter en crisis la institucionalidad vigente y el poder oligárquico- imperialista, ni su acumulación en el terreno militar, ni su capacidad para crear poder paralelo, ni la naturaleza de sus ejecutorias.

  • El caso colombiano.

Y si hay un país, donde el avance hacia una revolución democrática-popular, debería evaluarse en función todas las vertientes de fuerzas transformadoras y todos los componentes de su crisis nacional, es Colombia.

En ese país hermano se han producido notables avances en el desarrollo de las fuerzas del cambio, mientras la crisis integral del Estado y de la sociedad está al borde de una crisis de gobernabilidad y camino a una crisis de poder.

La insurgencia armada no solo no ha podido ser mellada, sino que ha crecido significativamente a pesar del lamentable paso dado por el Ejército de Liberación Nacional (ELN) hacia negociaciones infecundas con el gobierno de Uribe, las cuales han afectado seriamente su proceso de acumulación de fuerza político, poniendo en peligro su cohesión y su propia integridad orgánica, aunque potenciando si la vía electoral.

La gran franja revolucionaria que vanguardizan las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), no solo ha enfrentando eficazmente el Plan Colombia-Iniciativa Andina, derrotado el Plan Patriota, multiplicado sus efectivos militares y sus milicias en todo el territorio nacional, y potenciando su movilidad y su base social como ejército guerrillero, sino que además ha contribuido a crear un poderoso partido comunista clandestino y un amplio Movimiento Bolivariano por Una Nueva Colombia; contribuyendo a potenciar a la vez las más variadas luchas sociales en campos y ciudades, protagonizadas ellas por los mas diversos actores, movimientos y corrientes afectados por la profunda y prolongada crisis provocada por el proceso de recolonización neoliberal que desgarra la sociedad colombiana.

Las FARC-EP han encarnado la contrapartida heroica, firme y eficaz frente a la guerra sucia desatada por el Estado, las cúpulas de los partidos tradicionales, las bandas paramilitares, las mafias narco-para-políticas y el intervencionismo de la CIA y el Pentágono al servicio de la oligarquía y la dominación imperialista.

Su movilidad, inteligencia y fortaleza han ridiculizado las constantes fanfarronerías oficiales vaticinando su derrota y declinación; convirtiéndose en los hechos en el principal escudo contra el proyecto de conquista militar estadounidense y en una de las grandes fuerzas disuasivas de los planes de agresión militar masiva de los EEUU contra Venezuela y en toda esa la región.

Las FARC-EP y su entorno se han desarrollado como una fuerza de contrapoder integral, una especie de poder paralelo en expansión,

 

Pero hay también otras señales sumamente positivas en la realidad colombiana.

En Colombia, por primera vez en muchos años, se ha venido conformando un fuerte polo electoral de centro-izquierda, vinculado a importantes luchas sociales, convertido ya en la segunda fuerza electoral del país.

Al mismo tiempo ha tenido lugar un impetuoso avance de las protestas de los (as) trabajadores (as) cada vez mas empobrecidos(as), de los pueblos originarios hastiados de exclusión y abandono, de los movimientos pro-defensa de los derechos humanos, de las corrientes que pugnan por la moralización de la sociedad y se enfrentan al creciente proceso de gansterización del poder establecido, de las luchas de los(as) desplazados(as) por una cruenta represión del Estado conectada con las bandas para-militares, de los movimientos campesinos que claman por al tierra y por al vida, de los (as) jóvenes y estudiantes indignados por las injusticias, de las mujeres que exigen igualdad de derechos y oportunidades.

El Polo Democrático, con la gravitación en su seno de avanzada vertiente del Frente Político-Social, del Partido Comunista y otras corrientes revolucionarias, desplazó a los dos partidos tradicionales (conservador y liberal) y ha emergido como alternativa electoral a la ya decadente nueva derecha encabezada por Álvaro Uribe Vélez, actual presidente (más bien Gobernador de Colonia) de esa nación.

El nuevo auge de lo movimientos sociales y el crecimiento de las fuerzas electorales alternativas, han venido a completar el cuadro de la combinación en ascenso –aunque no siempre bien concertadas y articuladas- de todas las formas de lucha (armada y no armada, violenta y pacífica, institucional y extra-institucional, política y social, político-social y político-militar, económica y cultural).

La diversidad política de todos esos factores confluyentes, implica, claro está, desniveles programáticos y contradicciones reales respecto a la profundidad de los cambios, métodos y propuestas. Pero al mismo tiempo su existencia real determina importantes convergencias complementarias.

  • Una interpretación simplista negada por la vida.

El recién pasado cuadro electoral, a pesar del inocultable avance de las fuerzas de izquierda y centro- izquierda, fue publicitado por los medios masivos de comunicación y sobre todo por las grandes cadenas internacionales, como la gran victoria reeleccionista de la nueva derecha y de su candidato Álvaro Uribe Vélez. Y esto a su vez  fue presentado como la legitimación aplastante de la política de “seguridad democrática”, de los programas neoliberales y de la guerra contra el “narco-terrorismo” implementada por Uribe en el cuatrienio anterior.

Se difundió hasta la saturación el supuesto 60% obtenido por Uribe y se presentó todo aquello como la mayor prueba de lo distante que supuestamente estaba Colombia de la ola de cambios y del auge de las izquierdas en Suramérica.

El narco-para-político Uribe (mezcla de narcotraficante, paramilitar y político) fue proyectado por esos medios con un gran respaldo popular y con una enorme legitimidad: el gran triunfador entre los pupilos de Bush en América, especie de nuevo paladín de la democracia americana.

Este personaje violento aparecía en los grandes medios como la máxima expresión del combate a la violencia, como el gran “pacificador” en progresivo avance y marcha arrolladora, solo que sus balas anti-Farc no eran de plomo sino de baba.

Las entrañas gansterizadas del poder que encabezaba, fueron cuidadosamente ocultadas.

El porcentaje de abstención (superando el 60%) fue silenciado.

La verdadera votación de Uribe, que en verdad no sobrepasó el 27% de los electores inscritos, fue fríamente suplantada por esa cifra espectacular.

El gran fraude implementando a su favor por las bandas paramilitares ni siquiera se conocía, salvo la votación forzada a punta de ametralladora de los capos y sus sicarios en algunas regiones del país.

La podredumbre que contaminaba a ese nuevo proyecto de partido derechista, profundamente neoliberal y mafioso, permanecía en gran medida soterrada.

El discurso post-moderno, la pose hipócrita, la doble moral, todavía le servía para envolver en papel celofán su vientre maloliente.

La dictadura mediática todavía no había sido perforada por los balas de la verdad.

Pero todo aquel falso ropaje no tardó en desgarrarse al compás del destape y desarrollo de una crisis narco-para-política que va configurando una especie de crisis de gobernabilidad.

A esto ha ayudado sobremanera el cambio real en la correlación de fuerzas a favor de la izquierda armada y no armada; de la izquierda política, social, cultural y política- militar en toda su extensión; y  de las demás fuerzas avanzadas de la sociedad colombiana.

Las pruebas dando cuentas de los fraudes electorales, de los financiamientos sucios de la campaña de Uribe, de las cuotas de candidaturas auspiciadas por los paramilitares, de la penetración de éstos y la narco-política en el Congreso de la República y en la administración de Uribe, tomaron vuelo en los meses posteriores a las elecciones.

Y poco a poco la madeja fue desatándose con todas sus malos olores, hasta convertirse en una crisis narco-para-política, es decir, en la eclosión de las evidencias delictivas de un gobierno compartido por la oligarquía y la partidocracia con masacradores, asesinos, bandas mafiosas, y cárteles de la droga.

Un cinismo ya ineficaz.

El presidente Uribe adoptó la táctica de desligarse de cada escándalo, protegiendo en la mayor medida posible a una parte de sus socios involucrado; mientras los más afectados terminaron dando declaraciones altamente comprometedoras, que apuntaban y apuntan hacia el corazón y el centro del gobierno.

Salvatore Macuso, conocido capo del para-militarismo, confesó que el 35% de los(as) integrantes del Congreso Nacional son personas que le responden a esas bandas.

Los congresistas Araujo, Pimiento, García Maloff, Vives y Caballero –todos altos dirigentes de los partidos y grupos del proyecto de la nueva derecha (Partido U, Cambio Radical, Alas Colombia, Colombia Democrática) que apoya al presidente Uribe- han tenido que ser procesados judicialmente.

El legislador Araujo, como su hermana, la tristemente famosa cancillera Conchis Araujo, fueron evidenciados por esas denuncias como productos de la cuota concedida por Uribe a nivel de Congreso y del gobierno central al conocido capo Jorge 40.

A su vez Jorge 40, estrechamente vinculado a Jorge Noguera, jefe de inteligencia del gobierno (Director del DAS) y enlace entre el Palacio Nariño y el propio Álvaro Uribe con las redes de bandas narco-paramilitares, han sido acusados, con innumerables pruebas, de montar los fraudes electorales en favor de la reelección y de desplegar el terror paramilitar y la represión militar para lograr votaciones forzadas.

Escenas como la del general Rito Alejo de Río, ejecutando junto a los paramilitares, ametralladora, a los campesinos de Salaquí Norte y el Chocó, han salido a la luz pública estremeciendo la sociedad colombiana.

Los carteles-bandas de Jorge 40 y Hernán Giraldo trabajaron directamente con Jorge Noguera y el DAS, quien además fue acusado por el gobierno revolucionario de Venezuela de organizar un atentado contra Chávez, sin ninguna reacción posterior de la parte colombiana.

Cuando las denuncias de asesinatos y corrupción hicieron insostenible la presencia de Noguera en tan delicadas funciones, Uribe intentó protegerlo enviándolo de Cónsul a Milán, Italia; pero recientemente ha sido sometido a los tribunales, acusado nada más y nada menos que de “concierto para delinquir” y “homicidio agravado”

Los gobernadores Hernando Molina del César y Trino Luna del Magdalena, ambos íntimos colaboradores de Uribe, han sido indicados como personeros políticos de las bandas para-militares.

La caída de Noguera no ha dejado dudas sobre la estrecha vinculación de Uribe con el narco-poder y los “paracos” (para-militares colombianos).

El Palacio Nariño y el Congreso, según las confesiones del capo Macuso y de otros acusados, han sido prácticamente tomado por el narco. Las denuncias de robos al presupuesto, masacres “moto-sierra en manos”, fraudes y sobornos practicados con la anuencia y protección de altos personeros civiles y militares del uribismo, se suceden una tras otras; agregándose al descubrimiento de 4 mil fosas comunes llenas de víctimas del para-militarismo, a los ahogados en el rió Magdalena y a los 150 mil apresados durante su primera administración.

Y esto se ha producido en una sociedad cada vez más empobrecida y desprotegida, sometida a una ineficaz política de seguridad y de guerra que se traga gran parte del presupuesto nacional, sufriendo la consecuencia de la carestía y el desempleo en gran escala, y amenazada gran parte de su producción nacional por la imposición del TLC.

La percepción de Uribe como un presidente narco, paraco, ilegítimo, obstructor de la paz anhelada, reticente a los diálogos destinados a solucionar conflictos, resistente al intercambio humanitario de prisioneros, fantoche, fanfarrón, mentiroso…es cada vez mayor en la sociedad colombiana.

Los votos de su reelección han sido triturados por estos hechos demoledores.

  • El ladrón llamando a atrapar el ladrón.

Pero aun así le queda ánimo para abandonar los suyos. Le queda cinismo, para aun enlodado de sangre y pus de la cabeza a los pies, presentarse como impoluto, haciendo un despliegue teatral.

El ladrón mayor pide que atrapen al ladrón menor. Mientras el delito llega a su despacho, tratando de desviar la atención solicita que se investigue por esos mismos delitos a los demás actores políticos de la sociedad colombiana, incluidos los guerrilleros.

A esa maniobra diversionista responde también la designación del ingeniero Araujo como Canciller de la República, explotando su pasado de prisionero de las FARC-EP y ocultando que días antes de ser capturado por las guerrillas encabezó en Cartagena uno de los más grandes escándalos de robo de tierra desde su condición de Ministro de Desarrollo Social del gobierno de Pastrana.

Este presidente narco-para-político de tomo y lomo, en complicidad con los halcones de Washington, se empecina en demostrar lo indemostrable: la supuesta condición de

“narco-terrorista” de las FARC; acusando también a dirigentes del Polo Democrático de “terroristas vestidos de civil”.

En Washington, mientras los congresistas demócratas se preguntan “¿Qué pasa en el gobierno colombiano?”, Bush continua apoyando a su pupilo carnal Álvaro Uribe y se regocija por haber logrado que tribunales venales de los Estados Unidos condenen sin sustentación legal a revolucionarios insobornables como el comandante Simón Trinidad y la guerrillera Sonia, formulándole la falaz acusación de”narco-terroristas” canalizada y apoyada por un gobierno dominado por la mafia.



Uribe y la Conchis Araujo sueltos, y Rodrigo Granda, dirigente de las FARC, preso en Colombia después de secuestrado en Venezuela por un comando instruido por Jorge Noguera (ex-jefe de la inteligencia del gobierno de Uribe), hoy acusado de “homicidio agravado” y “concierto para delinquir”. El mundo al revés.

  • Ni Checheré lo salva:es pa/fuera que va.

Con ese cuadro por delante es cada es mas evidente la hipocresía del actual presidente colombiano, convertido por hechos contundentes en un mandatario no solo ilegítimo, sino también ilegal y procesable.

Y la evidencia, convertida de más en más en conciencia colectiva, tiende a impedir su “salvación” personal, sobre todo si la Suprema Corte de Justicia y la nueva Fiscalía de Mario Iguarán no se dejan intimidar.

De todas maneras, desde el punto de vista político, a Álvaro Uribe no lo salva ni “Chechere el Mago” como dicen en mi tierra.

  • El anciano régimen y el partidismo tradicional en bancarrota.

Y no solo se trata de Álvaro Uribe, sino del sistema tradicional de partido que él ha intentado relevar y reciclar con una nueva formación política de derecha, ahora en franco deterioro y descrédito.

Salvo su escudero, el vicepresidente Francisco Santos, Uribe se ha quedado casi sin defensores: sus más conspicuos colaboradores, todos (as) vinculados (as) a las agrupaciones que tendían a conformar esa nueva fuerza política derechista, llamada a relevar por muchos años tanto al  partido liberal como al conservador, ambos en franca declinación, están presos o pueden ser procesados.

Ciento setenta años de dominio bipartidista, vinculados a la violencia, al robo y al entreguismo, viene siendo estremecido y resquebrajado en estos últimos años.

El Partido Conservador ha sido destruido y el Partido Liberal está en franca declinación: Y ahora la nueva fuerza uribista estalla plagada de corrupción y gansterismo de la peor ralea.

Gobierno y fuerzas políticas de gobierno están en picada, sin aparente relevo de derecha.

Contrasta con ello el auge de las izquierdas y de las fuerzas progresistas, más allá de lo trasnochados numeritos de las elecciones pasadas y del propio escenario comicial.

Por eso crece el anhelo de cambio que hoy le sirve de base al reclamo de renuncia de Uribe, a la demanda de convocatoria de elecciones anticipadas y a la movilización nacional por a la nueva Colombia.

Con mucho tino, refiriéndose a esa situación, el comandante Iván Márquez, miembro del Secretariado de las FARC-EP, ha escrito lo siguiente:

La dignidad nacional no puede ser despachada con el cuento de que si la justicia condena a Noguera “le tendré que pedir perdón al país”. No señor. Por el decoro de Colombia tiene que renunciar. Que renuncie ahora por ilegitimo e ilegal, como lo reclama el Movimiento Bolivariano por una Nueva Colombia en el afiche que navega en Internet, donde aparece Uribe narco-paramilitar, motosierra en mano”.

…….



“Uribe debe renunciar. Esta emergencia de Colombia amerita la convocatoria de unas nuevas elecciones. Se debe trabajar para una alianza que salve la nación. Las organizaciones políticos-sociales, los partidos, los movimientos democráticos, los militares honrados, todos los colombianos que sientan dolor por la patria, debemos unirnos para construir la alternativa decorosa de gobierno que priorice los programas sociales, que marque distancia de la política neoliberal, que asuma una posición patriótica frente al TLC y la deuda externa, y que propicie la solución política del conflicto a través del intercambio humanitario de prisioneros, entre otros propósitos”

Existen muchas señales de que Colombia entra en una fase de inestabilidad gubernamental parecida a la que se registró recientemente, primero en Argentina y luego en Bolivia, Ecuador…, acompañada de una profunda crisis de las instituciones vigentes y del sistema tradicional de partidos.

Maduran allí las condiciones para el cambio político, junto a las favorables circunstancias de una acumulación integral de fuerza alternativas y a la existencia de factores revolucionarios muy superiores incluso al de los países mencionados.

Acumulación política, social, cultural, militar-insurgente…

Cierto que en Colombia, dadas las características de su feroz oligarquía y del alto grado de violencia que ha desplegado el bloque dominante, dadas la intervención militar creciente de EEUU y la prolongada fuerza histórica del bi-partidismo liberal-conservador, se han dilatado la posibilidad de cambio de gobierno y el viraje político- institucional hacia la izquierda.



Pero sin dudas su potencial revolucionario es más grande que el existente en países donde incluso se han iniciado el viraje a nivel de gobierno. Y de desatarse el nudo del gobierno y del sistema político en favor de las fuerzas alternativas, la velocidad y profundidad de los cambios revolucionarios podría ser mayor.

Colombia cuenta con una contrapartida político-militar revolucionaria forjada en 40 años de lucha heroica, experimentada, numerosa, con posiciones de vanguardia, capaz de confluir tácticamente con toda la diversidad alternativa y de defender a la vez curso revolucionario-socialista del proceso. Y junto a ella existen importantes corrientes y fuerzas organizadas defensoras de esa opción.

Cierto que el componente ultra derechista en las fuerzas armadas regulares es grande y agresivo, como lo es el plan de intervención creciente de los halcones de Washington.

Pero las FARC-EP tienen capacidad de contención, capacidad de persuasión y capacidad de confrontación exitosa progresiva. Esto quedó demostrado con su estelar rol combativo frente al Plan Patriota, vertiente militar del Plan Colombia.

En Colombia, a diferencia de otros países del continente en trance de cambios progresivos, no hay monopolio de las armas a favor de las derechas y si hay, además de mucho de los factores positivos comunes, un proceso de avanzado de conformación de la nueva vanguardia revolucionaria para la nueva democracia y el nuevo socialismo.

Esa realidad ayuda significativamente a Venezuela frente a la agresividad militar estadounidense, como ayuda el proceso venezolano hacia la revolución y el socialismo del siglo XXI  a la posibilidad del cambio revolucionario en Colombia.

No se trata en ningún caso de procesos fáciles y lineales, sobre todo por lo que puede intentar un imperialismo decadente pero pentagonizado como el actual, con persistentes ambiciones sobre las riquezas amazónicas.

Pero de todas maneras no es solo fuera de las fronteras colombianas donde los pueblos están en trance de revolución. Es en la propia Colombia donde maduran también esos cambios y crecen las fuerzas capaces de llevarlos a cabo.

Y esto merece ser dicho, reconocido y valorado para que nunca más las izquierdas verdaderas le den de lado y traten de soslayar un proceso con tanta potencia revolucionaria y de tanto valor para el proyecto de la liberación de la Patria Grande.

Si respeto y admiración merecen los (as) luchadores (as)  desarmados que van logrando a costa de mucho sacrificio y talento conformar una valiosa alternativa político-social con fuerte incidencia en el escenario electoral, igual lo merecen lo que han construido desde las armas, la razón y la concepción marxista de la vida y de la lucha, una fuerza impresionante y vital para darle actualidad al cambio necesario, y más aun para alcanzar la victoria estratégica sobre los enemigos irreconciliables del pueblo colombiano y demás los pueblos del continente y el mundo. Una fuerza político-social-militar, con renovada capacidad de unidad y alianza, tal y como lo evidencian las palabras citadas del comandante Iván Márquez y los escritos recientes del legendario comandante en jefe de las FARC-EP, Manuel Marulanda (Tiro Fijo).

Es esa confluencia, y más allá de ella, el multifacético batallar y la multicolor rebeldía de ese pueblo y de sus variados autores, lo que nos lleva a pensar que también en Colombia los cambios revolucionarios tocan las dignas puertas de esa sociedad martirizada.

Colombia y sus sujetos revolucionarios son parte relevante de la nueva oleada transformadora que dignifica nuestra América. Y así debe ser tratada.

7 de marzo, 2007, Santo Domingo

2007-03-09 15:00:13