Por LUIS ENCARNACION PIMENTEL
Se caía de la mata que para renovar y relanzar su gobierno – y hasta aplacar algunos “conatos” que afectaban la imagen e iban contra sus posibilidades en el 2024-, el presidente Luis Abinader debía introducir algunos cambios en el equipo gubernamental. No esperó el 16 de agosto, y ojalá sea solo el comienzo, que no se quede corto, porque eso tendría un costo para él a futuro.
A dos años de ejercicio, insisto en que ya el gobernante cumplió con las cuotas partidarias y con gente que no dio la talla donde fue ubicada de inicio. Con una situación tan complicada y lo que pinta el panorama internacional, todo apunta a un aumento progresivo del desgaste y de los disgustos, con implicaciones sociales y políticas que el jefe del Estado tendría que saber sortear e hilar fino para poder salir airoso.
Hay cosas que enmendar y replantearse de inmediato. Porque sigue percibiéndose la buena intención y el esfuerzo personal que hace el presidente para cumplir y por quedar bien, pero también que, por momentos y en muchos casos, el hombre luce muy solo o mal acompañado; con funcionarios que no van a su ritmo o que no se les ve comprometidos con su discurso de cambio, de ética, de transparencia, ni con emular su sencillez y cercanía con la gente.
Por lo pronto, muchos “ruidos” innecesarios y recientes “imprudencias”, como definiera el presidente los aumentos de sueldo en algunas instituciones descentralizadas, debieron ser evitados. Solo por una razón de delicadeza y del momento que vive el pais, sin importar que los aumentos tuvieran su mérito y estén plasmados en normativas internas, los beneficiarios debieron aguantarlos.
Y aunque hay “compañeros” del PRM en el paquete, como los titulares de INFOTEC y de la Super de Seguros (¿), es un error lamentable llevar a cargos públicos a gente que apoya en campaña, pero que tiene “colindancias” con intereses particulares, como los casos de los hoy ex titulares de la Lotería, de la Super de Electricidad y del INTRANT. Por su peso y ser armador político del proyecto de Luis, se pensó que Fulcar sería el ministro de la Presidencia. Pero de por medio estaba Lisandro Macarrulla, armador empresarial, al que temprano se le señaló como “jefe del gabinete”.
Fulcar, pese al 4%, fue al cargo equivocado y al fracaso. Educación es una caldera que achicharra, por el tamaño y los intereses envueltos. Además, ser educador no significa ser un buen gerente y exitoso administrador. Con él, otro ejemplo. En fin, Fulcar, ahora “sin cartera” y Macarrulla, “en licencia”, tendrían tiempo para muchas cosas…hasta para “armar” el proyecto del 24 (¿). ¿habrá ánimo?
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