Opiniones

EL TIRO RAPIDO

EL TIRO RAPIDO



de



Mario Rivadulla

Saludable, necesaria y valiosa la existencia de organizaciones que en el mundo se preocupan en velar por los derechos humanos.  Muchas de estas entidades han rendido eminentes servicios en este campo y gozan de merecido respeto, prestigio y apoyo.  Lamentablemente, existen otras en cambio,  que no parecen estar motivadas por los mismos fines altruistas y desinteresados, o en el mejor de los casos actúan en base a informaciones incorrectas, parciales y prejuiciadas.

Contra el paìs se ha emprendido desde hace años una sistemática campaña de denuncias en foros internacionales de abusos contra la inmigración haitiana.  Debemos reconocer que por desidia de nuestros sucesivos gobiernos, esta campaña ha ido creciendo de tono cada vez màs hasta alcanzar niveles verdaderamente aberrantes. 

La verdad es entonces presentada como traje a la medida de quienes promueven y llevan a cabo estas actividades, contando con una gran cantidad de recursos y de relaciones en instancias de poder del extranjero previamente cabildeadas. 

Asì ha ocurrido con respecto a nuestro paìs en relaciòn al trato que se dispensa a los cientos de miles de haitianos que aquì han buscado y encontrado en nuestra pobreza y relativa seguridad, refugio a su miseria extrema y al clima de crónica y grave inseguridad que reina al otro lado de la frontera.

La presentación hecha ayer por una entidad del crèdito de Amnistía Internacional sobre la problemática haitiana en Repùblica Dominicana ofrece esa características de verdades a medias e informaciones incompletas, cuando no totalmente prejuiciadas y distorsionadas.

Una de ellas es cuando se habla de repatriaciones en masa.  Cabe preguntar de cuàntos repatriados se està hablando dentro de un universo de población haitiana estimado entre 800 mil y un millòn de personas cuyo nùmero crece de continuo,  de las cuales apenas menos de cinco mil aparecen debidamente registradas en la Direcciòn General de Migración.

Se quiere satanizar el paìs presentàndolo como responsable de la condicion de apàtridas de hijos nacidos aquì de haitianos indocumentados en caso de no registrarlos como dominicanos. Se obvia reiteradamente el hecho de que la Constitución de Haitì establece, de manera expresa, que todo hijo de haitiano no importa donde nazca es considerado como nacional haitiano.  Bastarìa entonces,  para replicar el argumento de la apatricidad de que se echa mano,que esos niños fuesen inscriptos como tales haitianos en las oficinas consulares que posee ese paìs en el nuestro.

Se pretende imponer por otra parte, un fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos al paìs sobre el otorgamiento de la nacionalidad dominicana. El mismo es a todas luces violatorio de un elemental ejercicio de soberanìa como fijar y aplicar las normas para adquirir la condición de dominicano, facultad privativa del paìs y que en nuestro caso,  dilucidò la controversia constitucional sobre los extranjeros “en trànsito” mediante una sentencia de la Suprema Corte de Justicia.

Se citan condiciones precarias de vida de haitianos, pero se silencia que son las mismas condiciones que infortunadamente prevalecen todavìa para muchos dominicanos que viven en extrema marginalidad.  Màs que discrimen, es una situaciòn de miseria compartida.

Se silencia en cambio,  que son decenas de miles los haitianos que aquì se ganan el sustento en las màs diversas actividades, desde el sector agrícola hasta el turismo sin que nadie los persiga ni atropelle.

Y se desconoce por fin que el propio Presidente de Haitì, quien parece tener la cabeza muy bien puesta sobre los hombros y es reconocido como un fervoroso defensor de su paìs, no hace ni tantos dìas declarò de manera enfática y que no deja margen a interpretaciones, que aquì ni se persigue ni se maltrata al obrero haitiano.

Bien han hecho el matutino Hoy y el vespertino El Nacional, del Grupo de Comunicación Corripio, en editorializar sobre el tema, en particular el pròximo capìtulo de esta tenaz y mezquina campaña de descrédito contra el paìs que se pretende montar en Parìs, la luminosa capital de Francia próximamente.  La idea de quienes preparan este nuevo escenario y fardo de acusaciones contra la Repùblica es  declararnos un paìs esclavista. 

El propòsito es tan absurdo como el hecho de escoger para el montaje precisamente la naciòn que en su momento fue la  que esclavizò a Haitì hasta un punto de crueldad  que promovió una feroz y sagrienta rebelión contra los colonizadores.  Una deuda històrica de brutal explotación que la antigua metrópoli insiste hoy  en no querer reconocer aunque los hechos la desmienten y señalan.

El Nacional calificò el proyecto de infamia en su nota editorial.   La suscribimos.  No cabe otra expresiòn.  Y hora es ya reiteramos nosotros, de que el pleno del paìs haga frente a esa nueva infamia que en vez de allanar el camino de la mejor relaciòn con el pueblo vecino y con la congregación haitiana residente aquì, lo que hace por el contrario es sembrar semillas de discordia y confrontación que a nada bueno conducen y de las que seràn los principales culpables. 

2007-03-25 21:15:19