Opiniones

EL TIRO RAPIDO

EL TIRO RAPIDO



de



Mario Rivadulla

Hace un par de dìas la prensa se hizo eco de declaraciones del periodista Oscar Lòpez Reyes denunciando que dos personas implicadas y sancionadas a cinco años de prisión como cómplices en el alevoso asesinato de su hermana, la profesora Yanet Lòpez Reyes, ocurrido tiempo atràs, se encontraban gozando de libertad.  Uno de ellos, Melvin Antonio de la Cruz Batista,  ya no màs, al caer abatido a tiros en un enfrentamiento con agentes policiales cuando fue sorprendido tratando de cometer un atraco.  El otro, Ariel Antonio Paulino Guerrero, paseándose en cambio al parecer muy campante fuera de las rejas carcelarias cuando debiera estar detràs de ellas cumpliendo su sanción.

La razón de esta situaciòn anòmala, acuerdo a lo que relatan las propias autoridades admitiendo y confirmando la versión del extrañado e indignado colega Lòpez Reyes, bordea lo increíble.  Pero no hay que ponerla en duda tomando en cuenta las muchas cosas insòlitas que ocurren en nuestro paìs.

Simplemente sucede y viene a ser que estos sujetos condenados en primera instancia y con fallo confirmado en apelación escucharon su sentencia y se fueron para sus respectivas casas, porque nadie se lo impidiò. Tal como confirma el Director General de Prisiones, general Juan Ramòn de la Cruz Martìnez, en los registros de esa dependencia no aparece constancia de que los condenados hubiesen ingresado en la càrcel a pagar sus respectivas condenas.  La razón que expone es que pese a que, segùn expresa, se enviò la sentencia a la jurisdicción del juez de ejecución de la pena a fin de que ordenara el apresamiento de ambos individuos y su envìo a prisión, jamàs se le diò curso a la misma.

O sea, que no sòlo los condenados despuès de escuchado la confirmación del fallo en su contra abandonaron tranquilamente el juzgado sin que nadie los detuviese, lo que les hubiese dado tiempo sobrado inclusive para abandonar el paìs, sino que además siguieron disfrutando de libertad porque la autoridad correspondiente no ejecutò el mismo.

El caso trae a obligada referencia el del asesinado senador Darìo Gòmez, hecho ocurrido hace màs de cinco años y sobre el cual, no obstante que los presuntos culpables fueron juzgados y sancionados, se extiende todavìa una espesa nebulosa cargada de suspicarias y aspectos no suficientemente esclarecidos. 

Se recuerda que en esa ocasiòn en el grupo de personas que participò en la muerte del legislador, figuraba un individuo que estaba condenado a treinta años de prisión por otro crimen anterior, que se suponìa debìa estar purgando en la prisión.  Nunca se explicò la misteriosa razón por la que el mismo se encontraba fuera de las rejas en vez de detràs de ellas.

Tampoco ha podido establecerse la forma còmo el norteamericano Sam Goodson, implicado en el juicio del Plan Renove, pudo abandonar el tribunal y el paìs pese a que en la vista en la que estaba presente, la jueza actuante le impuso una fianza de cincuenta millones de pesos para gozar de libertad, fallo que estaba supuesto a entrar en vigencia automática.

Obvio que no necesariamente en estos casos hayan concurrido las mismas circunstancias del que comentamos ahora.  Son tantos y tan extraños y nunca esclarecidos los de individuos que debieran estar cumpliendo condenas por diversos crímenes que no obstante aparecen en libertad cometiendo nuevas fechorías, y tan vulnerable nuestro sistema penal, que las causas pueden ser muy variadas.  Pero sin dudas, el denunciado por Lòpez Reyes y confirmado por Prisiones, rompe todos los antecedentes de singularidad.

Si fuéramos a ironizar frente a una situaciòn tan insòlita como èsta, cabrìa elaborar un manual de recomendaciones del comportamiento a seguir  para las vìctimas sobrevivientes  de acciones criminales.  y los familiares de aquellas otras que tengan el infortunio de perder la vida como la profesora Janet Lòpez Reyes.

Lo primero serìa no dejar de asistir a ninguna de las vistas del juicio para vigilar que no transcurran los doce meses de plazo máximo de prisión coercitiva a base de argucias y tecnicismos legales por parte de los defensores o displicencia por los fiscales, que impidan entrar en el juicio de fondo y obliguen a poner en libertad al o a los implicados,  No debe perderle pie ni pisada al juicio hasta que no se produzca un fallo condenatorio.  Pero aùn despuès que esto ocurra tampoco puede abandonar la sala de audiencias.  Tiene que permanecer allì para vigilar que una vez condenado, el reo sea trasladado de inmediato a la prisión a cumplir su condena en vez de escabullirse como ocurriò en el caso de la profesora Lòpez Reyes o de Sam Goodson.

Logrado esto, para mayor seguridad, debe montarse en el transporte que conducirà al sancionado o sancionados a la prisión y comprobar que efectivamente las rejas de la misma se abren para que penetren los mismos y se cierren una vez que estèn dentro.  Pero màs todavìa.  Nunca estarà de màs el  darse de vez en cuando una vuelta por la prisión y gestionar visita con los sancionados no para llevarles dulces ni cigarrillos, sino para comprobar que continúan encarcelados.

¿Exageración?  Es posible.  Pero recuerde que vivimos en un paìs que en muchos aspectos le gana en maravillas a las del famoso y fascinante cuento de la hermosa e ingeua Alicia.

2007-03-30 17:43:33