Opiniones

EL TIRO RAPIDO

EL TIRO RAPIDO



de



Mario Rivadulla

El muy respetado Arzobispo y Presidente de la Conferencia del Episcopado Dominicano, monseñor Ramòn Benito de la Rosa y Carpio ha unido su voz a otras que se han alzado para condenar la corrupciòn y reclamar sanción para quienes incurran en este delito, que da la impresión de haber llegado al plano de convertirse en un mal endémico y casi incurable en nuestro paìs.

El dignatario eclesiástico, en el curso de una entrevista concedida el matutino El Dìa, expresa que la corrupciòn ha venido creciendo a partir de la muerte del dictador Rafael Leonidas Trujillo.  Y agrega que la misma ha permeado diversos estratos de la sociedad dominicana.

En dìas previos, Miguel Cocco primero, con el acento enérgico que acompañan sus manifestaciones pùblicas, denunciò que en algunos funcionarios de èste y gobiernos anteriores, ha primado màs el interés de servirse que de servir al llegar a los cargos para los que fueron electos o designados.  Y que entre ellos parecerìa existir una especie de sorda competencia para ver quien se enriquece màs y en el menor tiempo,  utilizando la sombrilla que concede los cargos  pùblicos que ocupan.

Las declaraciones de Cocco que sorprendieron a muchos por la forma intempestiva en que se produjeron màs que por el proverbial tono enérgico empleado, fueron seguidas de inmediato por otras sobre el mismo tema del mucho màs mesurado pero no menos condenatorias de Josè Joaquín Bidò Medina, quien preside la Comisiòn de Etica Pùblica y goza justa fama de ser hombre de gran rectitud.

Ahora, coincidiendo en tiempo con las manifestaciones de monseñor Carpio y de la Rosa, la entidad Fundaciòn Institucionalidad y Justicia, a travès de su vicepresidente y vocero Servio Tulio Castaños Guzmán, advierte que la impunidad que arropa la corrupciòn en nuestro paìs contribuye a debilitar las todavìa muy fràgiles bases de la institucionalidad en que debe asentarse todo sistema democrático.

Es claro que ninguna de estas manifestaciones tienen sello novedoso.  La corrupciòn es una vieja lacra en el paìs que ha ido en aumento hasta permear prácticamente todas las instancias y niveles de la sociedad dominicana.  No por ello, sin embargo, dejan de tener menor valor.  Por el contrario, es conveniente y saludable que el tema haya sido recreado de manera coincidente por voces e instituciones de gozan de prestigio.

Hay una queja generalizada sobre la suerte que corren en los tribunales, no pocos expedientes sometidos por la comisiòn de actos dolosos.  Por lo general, los fallos absolutorios que se han dispensado obedecen, segùn los magistrados que los juzgan, a que carecen de suficientes elementos probatorios.  En este sentido, hay que recalcar que aùn teniendo la convicción y presunciòn de que se ha cometido un acto de corrupciòn, a los tribunales no les resta màs alternativa legal que dejar en libertad al o a los prevenidos cuando no se aportan las pruebas que sustenten la acusación. 

De cierto, probar un acto de corrupciòn con mèrito legal suficiente para producir un fallo condenatorio en un tribunal no es una tarea fàcil, dentro de nuestro actual contexto procesal.  Ni el simple cumplimiento del requisito de la declaración de bienes a comienzo y al final de la gestión del funcionario, parece un mecanismo eficiente para lograrlo.  Hace falta màs.  La brecha puede cubrirse si ponemos especial empeño en ello. Los chinos, con todo el endoso de sabiduría acumulada a lo largo de milenios, han acuñado una frase que tiene mucho de veraz, “cuando hay interés en condenar la corrupciòn, las pruebas aparecen”.

Màs, mucho màs eficaz arma para lograrlo,  entendemos y reiteramos nuevamente, serìa la de invertir el fardo de la prueba.  Sin quebrantar el principio de que toda persona es inocente en tanto no se le pruebe su culpabilidad, creemos que es vàlido contrastar el nivel de vida del funcionario o de la persona civil acusada de posible enriquecimiento ilícito con sus ingresos conocidos y declarados.

Està claro que todo aquèl que incurra en gastos ostensiblemente superiores a sus emolumentos o ganancias, se hace sospechoso de corrupciòn en tanto no pueda explicar la forma en que financia esa diferencia por medios legítimos.  De esto se ha hablado en ocasiones, pero al parecer no hay mayor interés en materializar la idea y darle validez legal para llevarla a la pràctica.

No en balde, sin embargo, dicen que la persistencia es como la gota de agua que termina por horadar la roca.  Y las voces que se han alzado en este sentido para condenar la corrupciòn, fuente de gran parte de los males que padecemos, son como esas tenaces gotas de agua que, dìa tràs dìa, iràn trillando el camino para que podamos frenar la corrupciòn y los corruptos no sigan disfrutando alegremente de la gran vida arropados por la màs indignante impunidad.

Cuestión de no cesar en la tarea, tener paciencia y darle tiempo al tiempo.

2007-08-07 15:18:01