EL TIRO RAPIDO
de
Mario Rivadulla
Que el famoso y cuestionado informe periódico del Departamento de Estado de los Estados Unidos incluya el nombre de la Repùblica Dominicana en el listado de los 20 paìses de mayor producciòn y tràfico de drogas en el mundo, no es noticia. Desde hace ya bastante tiempo gozamos del triste privilegio de servir de corredor a buena parte de los narcóticos que entran al pròdigo mercado norteamericano. Lo que sì resultarìa a todas luces insólito, injusto y abusivo que la mayor potencia del mundo fuera a aplicarnos sanciones por esa razón.
Nuestro paìs no es en modo alguno responsable de que, debido a su estratégica ubicación geográfica, haya sido escogido por los carteles de la droga como punto intermedio para el tràfico de estupefacientes hacia los Estados Unidos, y màs recientemente tambièn a Europa.
No lo es tampoco el hecho de que somos un paìs pequeño, apenas poco màs de media ìnsula, donde un tercio o màs de la población apenas dispone para su subsistencia diaria de menos de lo que cuesta un simple cigarrillo de marihuana, que es la droga adictiva màs barata, por asì decirlo la plebeya entre la amplia variedad que ofertan los distribuidores.
Ni tampoco lo es que por esa razón, resultemos mucho màs vulnerables al tràfico de narcóticos ya que no poseemos, ni con mucho, de los vastos recursos de los que en cambio pueden hacer uso las autoridades de la naciòn que nos certifica, pese a lo cual, en màs de una ocasiòn, han debido admitir que los embarques de drogas que ocupan son apenas una proporciòn mínima de las que entran a su territorio.
Responsable de esta situaciòn sì lo es hecho accidental de nuestra cercanìa a los Estados Unidos, lo que facilita las operaciones de los carteles.
Responsable tambièn el elevado nivel de consumo de drogas por parte de la sociedad norteamericana, donde millones de personas, adultos y adolescentes, hombres y mujeres, blancos y negros, pudientes y menos pudientes han caìdo en las garras de la adicciòn y se constituyen en el principal mercado para este infame comercio.
Responsable igualmente la limitada ayuda, básicamente en el àrea de inteligencia y entrenamiento, que nos brinda el poderoso, crìtico y exigente vecino para que seamos salvaguarda de sus intereses.
Paradójico que figurando entre los paìses màs pobres del Continente y padeciendo todavìa los rezagos de una fuerte crisis económica, tengamos que asumir una deuda de casi cien millones de dólares para adquirir aviones que nos permitan interceptar los vuelos de los narcos. Y que tengamos a prueba un radar con el mismo propòsito, que obligarà a desembolsar cinco millones adicionales. Unos equipos que debieron sernos aportados y una buena cantidad de dólares que, en tal caso, podríamos dedicar a mejorar la educación y la salud.
Pese a todas estas limitaciones e inconvenientes, nuestras autoridades antidrogas vienen realizando un trabajo encomiable. Lo es el hecho de haber ocupado màs de seis toneladas de narcòticos en lo que va de gestión del actual incumbente de la Direcciòn Nacional de Control de Drogas. Y el que se hayan desmantelado màs de catorce mil puestos de venta en todo el territorio nacional y sometido a millares de presuntos implicados que conforman ahora mismo el grueso de nuestra población penitenciaria.
El triste y negativo privilegio de figurar en la lista elaborada por el Departamento de Estado Norteamericano no es algo que merezcamos ni salimos a buscar. Nos fue impuesto por la fatalidad geográfica de nuestra cercanìa al mayor y màs atractivo mercado de consumo del mundo. Dos circunstancias que lamentablemente nos ha generado un grave problema interno al masificar el consumo a nivel local, que antes era exclusivo de determinados grupos con poder adquisitivo.
Lo que merecemos no son crìticas, mucho menos sanciones. Es cooperación abierta y amplia. Es entrega de recursos y equipos para que nuestras autoridades y las entidades civiles involucradas puedan desarrollar mecanismos màs eficientes de prevención, control y combate a las drogas. Esto fundamentalmente para beneficio del mercado de destino de los carteles para quienes nosotros representamos un parte infinitesimal de sus negocios y jugosas ganancias.
Quienes nos clasifican como puente para el tràfico debieran acompañar ese listado con otro donde aparezcan los paìses del mundo donde se registran los mayores niveles de consumo de drogas. Es en ellos sobre todo, donde hay que poner mayor énfasis en reducir el consumo lo que en igual medida irà disminuyendo el tràfico.
Lo otro es repetir el viejo cuento de buscar paja en ojo ajeno, mientras se ignora la viga en el propio.
2007-09-19 14:17:54