Opiniones

EL TIRO RAPIDO

EL TIRO RAPIDO



de



Mario Rivadulla

El Presidente Leonel Fernández ha expresado en Washington y seguramente lo harà en el propio foro de las Naciones Unidas al ocupar su turno oratorio, los gravísimos perjuicios que para los paìses dependientes del petróleo, sobre todo los de economìas pequeñas como es nuestro caso, representa el disparo del precio internacional del crudo.



Este, segùn las estimaciones de los expertos, pudiera llegar a los cien dólares por barril tal como fue el deseo expresado por el Presidente venezolano Hugo Chàvez meses atràs, y reiterado en dìas recientes.

Se entiende que las naciones productoras de petróleo se froten las manos ante la posibilidad de llevar el precio del crudo hasta niveles nunca antes alcanzados, con los consiguientes abultados beneficios extraordinarios que esto les reportarìa.  Ello los harìa aùn màs ricos de lo que han llegado a ser gracias, a disponer de ese bien indispensable al tiempo que no renovable.

En contrapartida,  nos harìa màs pobres a los paìses pobres, como es nuestro caso.  Para èstos cada dòlar que aumenta el barril del crudo en el mercado internacional representa una pèsada carga adicional desestabilizadora de perjuicios económicos, sociales y potencialmente políticos.  Y ahonda màs las diferencias a nivel mundial entre las naciones de altos ingresos y elevada calidad de vida y el resto, en cambio, de economìas cada vez màs yuguladas y  asfixiantes condiciones existenciales.

Bien que los dolientes dejemos oir nuestras angustias y reclamos.  Que hagamos escuchar nuestra voz de denuncia, protesta y advertencia en todos los foros. Que reclamemos un mínimo de solidaridad en un mundo que se nos ofrece globalizado, pero que hasta ahora parece mostrarse  en forma de una autopista ancha y generosa para las naciones màs poderosas  pero se va estrechando hasta convertirse en un verdadero cuello de botella para el resto.

Cierto que Venezuela nos oferta suplirnos todo el petróleo que consumimos en las condiciones crediticias de Petrocaribe, a partir de los cincuenta dólares el barril.



Pero lo que, aparte de establecer una cuestionable dependencia siempre definitivamente onerosa de otro paìs, debiera en el mejor de los casos aceptarse solo como alivio y respiro temporales, corre el riesgo en nuestro caso de convertirse en una soluciòn acomodaticia que como creciente deuda externa comprometerìa gravemente el futuro del paìs.

No es exceso de pesimismo.  Lamentablemente nuestros gobiernos y nuestra propia sociedad no se han distinguido nunca por su sentido de previsión.  La mejor prueba es este calvario por el que estamos pasando.  El màs elemental sentido comùn recomendaba haber comenzado a desarrollar nuestras fuentes alternativas de energía desde hace màs de un cuarto de siglo.  Ya desde entonces nuestros propios suplidores, Venezuela y Mèxico,  nos brindaron la oportunidad de obtener crèditos blandos a travès del llamado Pacto de San Josè a pagar en veinte años si utilizábamos esos fondos para tales fines.  No desarrollamos ni un solo proyecto.

Y lo màs grave es que a estas alturas, despuès de haber transcurrido todo este tiempo, todavìa nuestro desarrollo potencial en energía eòlica, solar y de biocombustibles se encuentra aùn en fase de simples planes pilotos, caminando a paso de tortuga pensionada.  El màs alentador de todos por el respaldo financiero y capacidad gerencial de sus promotores corresponde al proyecto mùltiple de etanol, azúcar y bagazo que impulsarìan los hermanos Fanjul y la familia Vicini. 



Pero por su dimensión y complejidad,  no es tampoco una realidad a breve plazo.

Lamentablemente nuestra desidia de todos estos años resulta un hecho fatal e irremediable.  No hay manera de volver atràs el calendario.  Y el problema ya lo tenemos encima, que es como decir que nos tiene con la soga al cuello.  Ninguna soluciòn alternativa, por mucho que ahora nos apuremos, serà soluciòn en el corto tèrmino.

Frente a esta realidad inexorable no nos queda otra opciòn que implementar con urgencia programas de ahorro energético. De uso racional de todo lo que dependa de combustibles fòsiles.  No podemos seguir siendo, como hasta ahora, un agentado paìs pobre exhibiendo ínfulas de rico.  Tenemos que poner de moda una palabra, desagradable pero absolutamente necesaria. Se llama austeridad.  Y para ello se precisa hacer de ese programa un gran compromiso nacional,  dejando atràs la demagogia populista y todo mezquino afàn de ventajismo.

O lo hacemos o pagaremos muy caro las consecuencias en no demasiado tiempo.

2007-09-28 15:11:57