Opiniones

EL TIRO RAPIDO

EL TIRO RAPIDO



de



Mario Rivadulla



(Jueves 27,09,07)

El Presidente Leonel Fernández ocupò hoy el primer turno oratorio en la 62 Asamblea General de las Naciones Unidas, en la que participan 192 mandatarios y jefes de Estado.

Aunque por lo general se trata de un ejercicio màs bien retòrico que se repite de año en año sin soluciones de continuidad para muchos de los problemas que se plantean en ese foro, no hay por què desdeñar,  mucho menos ignorar, la relevancia que reviste el que, al menos,  puedan airearse los mismos en un marco tan amplio.

En su intervención, el ejecutivo nacional abarcò varios temas de son de gran significación para el paìs y por extensiòn, para otros del àrea que confrontan situaciones muy parecidas a la nuestra.

Pero hay un punto en que entendemos conveniente hacer énfasis.  Es el impacto negativo que sobre nuestras economìas y la calidad de vida de nuestros pueblos representa el elevado precio internacional del petróleo,  que ha alcanzado niveles sin precedentes y que se refleja tambièn en el mercado de los diversos combustibles derivados del crudo.

El Presidente Fernández recordò la grave crisis que sufriò el paìs en los años 2003 y 2004.  Sin contaminar ni por asomo el presente comentario de parcialidad, no vamos a hacer juicios de valor sobre las causas de esa crisis que unos atribuyen al descalabro bancario, otros a erradas políticas de gobierno, algunos a adversas circunstancias internacionales particularmente en el caso de los Estados Unidos, y un cuarto grupo a la mezcla de todos esos factores.

Cuales hayan sido las razones, lo que no es objeto de este enfoque, lo cierto es que los resultados se dejaron sentir fuertemente de manera negativa en nuestra economìa, desestabilizaron el mercado cambiario,  generaron desempleo y aumentaron de manera apreciable la cantidad de dominicanos pobres, cuyo nùmero subiò a màs de tres millones.

Esos efectos siguieron sintiéndose en los años siguientes imponiendo toda una serie de reajustes y sacrificios de diversa naturaleza.  Y si bien se afirma que el tramo màs difìcil en el proceso de recuperación ha quedado atràs, todavìa a estas alturas se dejan sentir los  coletazos de la crisis.  De hecho, hay quienes estiman que se requerirán no menos de diez años para que el paìs pueda recuperarse del todo.

En el marco de esta realidad, el disparo del petróleo constituye un duro golpe, un serio traspiés en la superaciòn de los restos de ese infortunado proceso. De mejorìa progresiva de los reducidos niveles de vida de gran parte de la población y de apertura de nuevas oportunidades para imprimir un ritmo màs acelerado al desarrollo de las potencialidades de riqueza del paìs.

Màs aùn: las pronosticadas perspectivas de que el crudo continùe aumentando hasta tocar la barrera de los cien dólares, que un tiempo atràs podìa considerarse tan ilusoria como imposible, frustran tambièn cualquier esperanza de encontrar, por vìa de precios y  en razonable corto plazo, alivio a una situaciòn que hace màs ricos, groseramente màs ricos a los paìses productores mientras màs pobres, penosamente màs pobres, a los que ya lo somos.

Bien por consiguiente,  que se haya levantado la voz del Presidente Fernández en el foro mundial para denunciar esta injusta y peligrosa situaciòn.  Bien igualmente que lo hagan a coro los mandatarios de otros paìses, afectados y abusados como el nuestro.  Pero fuera de dejar constancia denunciadora del hecho, no esperemos demasiada ayuda y comprensión por esa vìa.

Màs bien, tratemos de buscar alivios y soluciones dentro de nuestras propias fronteras, con nuestros propios recursos y fuerzas.  Exploremos las posibilidades de curarnos por proia mano. Adoptemos las medidas que sean necesarias.  En nuestro caso, y seguramente en el de muchos otros paìses,  si van a actuar con sentido comùn, tomando conciencia de la gravedad del problema y entendiendo que tenemos que comenzar por mostrarnos austeros, racionales y medidos en el consumo de recursos que no producimos, como es el petróleo del que dependemos y que lleva curso de empobrecernos màs, y de los restantes combustibles derivados del mismo.

Eso en un sentido.  En el otro, acelerar el proceso de desarrollo de todo nuestro potencial de energía alternativa. No dejemos ni una brizna de aire, ni una gota de agua, ni un rayo de sol, ni una tarea de tierra cultivable,  que son fuentes energéticas,  sin aprovechar.

Todo esto sin perjuicio de que sigamos tocando a las puertas de la conciencia universal con nuestra denuncia y reclamo que tienen un gran endoso moral.



Porque a fin de cuentas, los paìses y los pueblos pobres que no tenemos petróleo, somos muchos màs que los ricos, que sì lo tienen.  Pero siempre recordando que no hay mejor ayuda que la que pueda prestarse uno mismo.

2007-09-29 01:03:11