Por: Andrés Deveaux
Mi papá, José Eduardo Deveaux Corona, era un adicto a las canciones cubanas de la época de Fulgencio Batista, en pleno apogeo en los años cincuenta a nivel mundial. Y le gustaba tanto, que se entretenía cantando como un profesional.
Todo el mundo quería ir a cuba, por la fama que acuñó y en su promoción turística se promovió el slogan » Cuba: tan alegre, cómo su sol. «Recuerdo, que la prostitución en la mayor de las islas de El Caribe, la conocían como El Burdel de América. Y los grupos musicales eran diversos y de mucha calidad. Incluso, mi papá no se conformó con tener un famoso radio National, de Onda corta, sino, que también adquirió un enorme y moderno radio de manufactura alemana, de marca Grouning.
Era domingo en la mañana y mi mamá, Luz del Carmen Martínez Mejía (Mamá Lula), había preparado de desayuno un manjar de harina de maíz y pescado con coco. Mi tío José Manuel Mejía, alias Penco, acababa de llegar y estaba en la sala escuchando la música cubana.
Antes, mi mamá había servido el desayuno y mi papá se afeitaba mientras disfrutaba de la buena música. Penco era medio sordo, pero como el volumen del radio alcanzaba altos decibeles, él escuchaba la música con facilidad.
El locutor hizo una excelente presentación y mi papá invitó a Penco. Oiga, ése es Antonio Mesa. Cómo?, dijo Penco. Que ése es Antonio Mesa. Qué bueno! Gracias, mi hijo! Cuando mi papá terminó de afeitarse fue a bañarse, y al llegar al comedor, mi tío se comía el desayuno y se lo dijo a mi mamá. Bueno, te jodiste. Yo escuché que tú le hablaste de Antonio Mesa, y tú sabes que él es sordo y quizás entendió que el desayuno estaba en la mesa. Come música! Y se echó a reír. Jamás mi papá habló de música con Penco y sólo se limitaba a escuchar a sus cantantes cubanos favoritos.
