Opiniones

DROGAS, CRIMINALIDAD Y CONCIENCIA SOCIAL

EL TIRO RAPIDO



de



Mario Rivadulla

DROGAS, CRIMINALIDAD Y CONCIENCIA SOCIAL

Con anticipaciòn de años advertimos que el auge del narcotràfico y consumo de drogas en el paìs darìa lugar a un significativo incremento en las actividades delictivas.  No era una apreciaciòn caprichosa.  Estaba fundamentada en la probada experiencia de otros paìses, incluyendo los propios Estados Unidos donde se habìa establecido una estrecha conexiòn estadìstica entre el comercio y uso de estupefacientes y màs del setenta porciento de los hechos criminales registrados en sus fronteras.

El tiempo no ha hecho màs que corroborar esa realidad trasladada al medio local.  Las propias autoridades lo han señalado asì, màs de la mitad de los presos preventivos estàn lo estàn por drogas y los medios de comunicaciòn se convierten a diario en un registro testimonial de ello.

Pero no es solo cuestiòn de nùmero. El narcotràfico ha aportado ademàs como secuela formas de delito de criminalidad que eran ajenas a la cultura delictiva de nuestro medio, o que ocurrìan muy de tarde en tarde provocando generalizado impacto en la ciudadanìa que hoy, debido a su frecuencia, està muy lejos de generar.

Los ajustes de cuentas, a veces realizados con señales de la màs brutal crueldad; las sangrientas guerras entre pandillas disputàndose el control de los puntos màs atractivos y rentables de la distribuciòn de sustancias narcòticas; los secuestros como mètodo para cobrarse deudas relacionadas con el comercio de estupefacientes; los asesinatos por contrato realizados por experimentados ejecutores extranjeros traìdos al paìs a ese solo propòsito, se han convertido ya en parte de nuestra habitualidad criminal y noticiosa.

A ellos se agregan ahora pràcticas terroristas e indiscriminados crìmenes masivos. En las ùltimas semanas han ocurrido una serie de brutales hechos de sangre que, al parecer, tienen en comùn el estar relacionados de una u otra forma con el narco y el microtràfico.  En el balance de vìctimas se cuentan dos ancianas y seis menores.

En La Romana fue arrojada una bomba casera en una humilde casucha, ocasionando la muerte de una abuela y dos de sus nietos.

En Los Guandules, la semana transanterior, otra vivienda recibiò el impacto de otra bomba ocasionando cuatro muertes.

Frente al colegio Marillac, en Santo Domingo, el padre de una alumna del mismo, fue atacado a balazos por desconocidos que lo perseguìan. Un profesor y varios estudiantes resultaron con heridas diversas. A la vìctima que fue blanco del atentado, la Policìa le habrìa ocupado cierta porciòn de marihuana en su vestimenta.

Antes de eso, Santiago fue escenario de un cuàdruple crimen, cuando elementos alegadamente vinculados a las drogas rompieron la ventana de una casa en horas de la noche, en cuyo interior asesinaron a cuatro personas, incluyendo niños, en aparente venganza porque un miembro de la familia victimada los habrìa acusado por su vinculaciòn al narco.

Son apenas cuatro hechos recientes que forman parte de un largo y penoso memorial de muertes relacionadas con el comercio y consumo de drogas en el paìs.  Estos han ido posicionàndose de manera creciente y cada vez màs preocupante en el seno de nuestsra sociedad, desde los barrios menos pudientes, muchos de los cuales estàn pràcticamente en manos de bandas formadas en su gran mayorìa por jòvenes adolescentes y hasta niños hasta las màs diversas instancias y niveles de influencia y poder.

Utilizado como trampolìn para el tràfico internacional de estupefacientes, el paìs se ha convertido en uno de los lugares favoritos de los carteles para la reexportaciòn de narcòticos a Puerto Rico, los Estados Unidos y màs recientemente a Europa.  Las incautaciones de drogas en esas latitudes establecen en muchos casos una clara vinculaciòn con la Repùblica Dominicana como punto de embarque.  Ahora mismo, la policìa española al desmontar una banda de nueve personas de las que ocho pertenecen a la diàspora criolla, deja establecido que la cocaìna que les fue ocupada saliò de aquì.

De hasta dònde la droga nos està envileciendo basta señalar como cruda, dolorosa e indignante evidencia la detenciòn de un menor de 10 años por la DNCD. Viajando de Barahona a la capital, portaba en su mochila una buena cantidad de mariguana y màs de seis mil pesos en efectivo que debìa entregar a su propio padre, quien lo utilizaba como mula.  El caso, por vìa de repeticiòn, ha dejado de ser excepcional.

Lo cierto es que la droga nos està arropando, asfixiando, envileciendo y matando.  Y que frente a esta situaciòn todavìa no hemos cobrado conciencia de responsabilidad social para enfrentarlo, prefiriendo dejarlo todo en manos de una autoridad que està haciendo màs de lo que humanamente puede pedìrsele, tomando en cuenta la magnitud del reto que enfrenta y la limitaciòn`de recursos de que dispone.

El problema de la droga es de todos.  Un peligroso càncer de cuya gravedad tenemos que acabar de cobrar la debida conciencia. Y que de no enfrentar y contribuir a extirpar comosociedad, pudiera terminar por desplomar los mismos cimientos de nuestra todavìa incipiente e inmadura institucionalidad, convirtièndonos de paìs promesa en una narcorepùblica bananera.

2007-11-01 14:34:02