Opiniones

UNA TORMENTA PARA MEDITAR

6 de Noviembre, de 2007

Santo Domingo, D.N.

UNA TORMENTA PARA MEDITAR

Señor director

Los estragos causados por la tormenta tropical Noel en esta semana que acaba de pasar, ha causado conmoción, desaliento, impotencia, trauma en muchos casos en la gran mayoría del pueblo dominicano.

Los medios de comunicación se unieron mano a mano para mantener a la ciudadanía al tanto del acontecer sobre este fantasma que cegó la vida de mucha familia dominicana.

Quiero externar, por este medio la gran satisfacción que he sentido al presenciar, escuchar, leer a través de los medios de comunicación, cómo, incluyendo los políticos, han asumido con presteza, con preocupación los daños causados por la tormenta Noel.

El doctor Leonel Fernández, su esposa Margarita Cedeño de Fernández, a los partidos de oposición, instituciones públicas y privadas, organismos internacionales, organismos de socorro y hasta el más humilde de los mortales no escatimaron esfuerzo alguno mitigar el dolor a través de alojamientos, ayuda materiales y espirituales  a los damnificados del fenómeno natural Noel.

Quisiera expresar todo lo que siento a través de este medio. Quisiera que me dieran todo el espacio para desplayar el sentir causado por este monstruo atmosférico, pero que, lamentablemente no es posible. Otras personas, al igual que yo, también tienen derecho a expresar su clamor.

Son muchas las críticas, las quejas que he escuchado, tal vez  por la improntitud de las autoridades de emergencias, por no predecir a tiempo lo que ya estaba encima.

Lo importante en este momento, es que se está haciendo todo el esfuerzo para levantar al país.

Es un compromiso de todos y para todos ayudar al más necesitado. Sin demagogia. Sin politiquería.

Ponernos en el lugar del otro es lo que demanda en estos momentos.

Y lo que demanda en estos momentos es analizarnos a nosotros mismos en qué fallamos. Cual fue nuestro error.

Porque aunque usted no lo crea, todo lo que pasa en nuestra madre naturaleza es por causa de nosotros mismos.

No esperemos una desgracia para limar asperezas, para comunicarnos, ayudarnos. No cooperar con el otro solamente en momentos de infortunio.

Seamos siempre colaboradores con nuestros semejantes, porque ayudando a los demás, nos ayudamos a nosotros mismos, a nuestra sociedad que, a cada segundo,  pide agritos que se restaure hacia el bien común.

Meditamos, pues, porque nada, absolutamente nada pasa por casualidad.

Dios no se equivoca

Atentamente,

Anneris I. Hernández Ortega

Periodista

2007-11-07 14:56:19