EL TIRO RAPIDO
de
Mario Rivadulla
Aunque es opiniòn expresada en otras ocasiones y resultacompartida por muchos, vale reiterar que monseñor Francisco Josè Arnaiz es una de las figuras màs preclaras con que cuenta la Iglesia Catòlica.
Expulsado de Cuba al igual que cientos de sacerdotes y monjas durante la primera oleada de agresiva intolerancia contra la Iglesia Catòlica por parte del règimen fidelista, Arnaiz trajo con èl una gran carga de sensibilidad social y de probada vocaciòn de servicio como orientador de la Juventud Obrera Catòlica.
Desde entonces han transcurrido varias dècadas donde el talento y la visiòn de Arnaiz le han ganado gran reconocimiento en el seno de la Iglesia Dominicana, que le ha otorgado merecidamente el tìtulo de obispo emèrito de Santo Domingo, como fuera de ella, donde tambièn goza de un notable caudal de respeto y admiraciòn.
Arnaiz, quien mantiene una bien servida columna sabatina en las pàginas editoriales del Listìn Diario, ha estado en estos ùltimos tiempos haciendo una serie de señalamientos crìticos muy oportunos dirigidos a la clase polìtica nacional, urgièndola al debate respetuoso y el discurso constructivo.
Precisamente en la homilìa de una misa celebrada en la Catedral Primada, Arnaiz volviò a poner el dedo en la llaga al demandar de la clase polìtica que deje de lado el insulto,que ofrezca menos y exija menos a los demàs.
Sus palabras exactas no pueden contener un mensaje màs claro: “Que nos propongan lo que van a hacer en cuatro años y que se exijan menos, que se exijan a sì mismos y no exijan a los demàs”.
El reclamo es tan vàlido como preciso y contundente. Hablamos de modernizar el paìs pero tal no serà posible si no comenzamos por cambiar el estilo polìtico, convirtiendo la disputa personal en un debate constructivo. Sustituyendo la diatriba y la descalificaciòn personal en una saludable torneo de ideas y propuestas viables.
Que en vez de promesas abultadas, tan a menudo fantasiosas, que luego son casi siempre incumplidas y de exagerados reclamos a los demàs, les presenten al paìs con toda claridad propuestas razonables y viables de gobierno y nos expliquen al detalle la forma con la que pretenden convertir en realidad sus promesas de campaña.
Uno de los recursos màs abusados de los aspirantes a cargos electivos es la oferta demagògica. El ofrecer al electorado la satisfacciòn de todas sus necesidades y aspiraciones, el solucionar todos y cada uno de los problemas que le aquejan,dando la falsa impresiòn de que poseen una especie de varita màgica para lograrlo con carácter inmediato, aùn sabiendo que eso no serà posible bajo la premisa de lo importante es llegar y no cumplir y cualquier camino para conseguirlo es vàlido.
No decirle al paìs que lamentablemente confrontamos una enorme carga de problemas que requieren de tiempo y de grandes recursos de que no disponemos, y que por màs buenas intenciones que se tenga no hay modo de resolver de la noche a la mañana.
Ni tampoco que hay retos que no hay manera de superar si no logramos aunar el esfuerzo de todos sin distingos partidarios ni de ninguna otra naturaleza. Si con visiòn de futuro y sentido de grandeza, pensando en el paìs y en el bienestar colectivo màs que en el propio interès personal, no nos proponemos un proyecto de naciòn que sea autèntico compromiso de todos.
Extrañar del debate menudo y convertir en tarea colectiva temas de tanta significaciòn como la salud, la educaciòn, la seguridad ciudadana, la protecciòn del medio ambiente, el combate a la pobreza, la crisis energètica, la lucha contra la corrupciòn y el fin de la impunidad y la recuperaciòn y prevalencia de valores y principios morales que hemos ido dejando en el camino.
Todo esto podrà lucir ilusorio. Pero en realidad no lo es. Por el contrario, lo que sì lo constituye es generar falsas ilusiones, hacer creer que podemos salir adelante como paìs y progresar como pueblo si no lo hacemos bajo ese criterio de acciòn compromisaria. Si cada quien sigue halando por su lado y para su propio interès. Si en vez de unir esfuerzos y talentos para la tarea comùn de mejorar la calidad de vida de todos, continuamos degradando la funciòn pùblica y la necesaria coexistencia social convirtièndolas en un perverso y egoìsta ejercicio de pura sobrevivencia personal.
Recordemos que la uniòn hace la fuerza, y la dispersiòn por el contrario, nos convierte en vulnerables y dèbiles. Es lo que ha venido ocurriendo hasta ahora. Y es el reto que debemos superar y el que la clase polìtica debe asumir a riesgo de caer en total descrèdito y abrir el horizonte a impredecibles consecuencias, de las cuales tenemos cercanos y dolorosos ejemplos.
2007-12-07 04:26:43