Opiniones

Me confieso también insolente y desquiciado

Me confieso también  insolente y desquiciado

 Por Narciso Isa Conde

Meses atrás me confesé “saqueador” cuando la gran prensa estadounidense calificaba de “saqueadores(as)” a los(as) integrantes de la población negra y pobre de New Orleáns, que en medio de la tragedia social catapultada a la superficie por el huracán Katrina, penetraban a los grandes supermercados para conseguir alimentos para sobrevivir.

Igual me confesé “terrorista”, identificándome con todas las rebeldías armadas y no armadas que los halcones de Washington y los cuerpos represivos a su servicio califican de tal.

Ahora me siento en el deber de declararme “insolente”, “soez”, “estridente”, “indecente”, “desquiciado”, “traumatizado” y muchas cosas más, por haber reaccionado como lo hice frente al penoso y lamentable paso dado por ciertos camaradas de izquierda, que le permitió al ex -jefe de la Policía Nacional (general retirado de “horca y cuchilla”, asesino, torturador y corrupto), presentarse como un interlocutor válido “de las izquierdas” y posible componente de “una alianza electoral progresista”; y por haber exhibido igual conducta a todo lo largo de mi vida frente a los representantes del crimen, la corrupción, el tráfico de influencia, la estafa política, la simulación, la hipocresía, los abusos, la explotación, la depredación, el saqueo y la opresión de todo tipo (de clase, racial, de género, generacional…)

Me confieso todas esas cosas y también “terrorista de la palabra”, y asumo con gusto muchos otros calificativos despectivos por alzar la voz, condenar, denunciar, enfrentar, no conciliar y no contemporizar; luchar, protestar, rebelarme, participar en todas las jornadas heroicas de nuestro pueblo y respaldar todas las causas justas, aquí, en nuestra América y el mundo.

Orgullo irrenunciable

Me llena de orgullo que antes, ahora, todavía y siempre pueda contar con sentimientos, energías y convicciones que generen en mi interior repulsión y asco respecto a los más destacados personeros de la partidocracia corrompida, del generalato criminal, de los consorcios saqueadores, de los exponentes del racismo y del machismo, de los explotadores impenitentes e inescrupulosos…

No puedo dejar de ser “insolente” frente a los ladrones de cuello blanco, ni dejar de ser “soez” frente frente a George Bush o Hans Hertell.

Me resulta imposible no ser “terrorista verbal” frente a los terroristas de Estado. Y me siento insatisfecho por no poder ser en esta circunstancia algo más que “terrorista verbal”.

Es totalmente ajeno a mi naturaleza toda postura “cortés” y “civilizada” respecto a los asesinos de las Hermanas. Mirabal, de Manolo Tavárez, de los Héroes de Junio de 1959; a los genocidas de Abril del 65 (por eso nunca pude tragar la alianza con Wessin y Wessin), a los ejecutores de Orlando Martínez, Amín Abel, Sagrario Díaz, Narciso González, Caamaño… a los jefes de las “cirugías policiales” y de las “ejecuciones extrajudiciales” recientes.

Soy un soberbio “indecente” frente a los beneficiarios de la corrupción de Estado de todas las administraciones inmorales que hemos padecido.

Nunca he podido tratar sin “estridencia” la expoliación de la Alcoa, la Falcombridge, la Rosario Resource, la Sun Land, el City Bank, la Nebraska, la Shell, Codetel-Verizon-Claro y otros pulpos imperiales.

Jamás he podido darle la mano o sonreírle a militares asesinos y/o corruptos como Enrique Pérez y Pérez, Milo Jiménez, Cruz Brea, Chinino Lluberes Montás, Pou Castro, Baéz Marinez, Moncho Henríquez (El Coyote), Paulino Reyes de León, Arzeno Regalado, Neit Tejeda Álvarez, Neit Nivar, Candelier, Rojas Tabar…Las contradicciones entre ellos, cuando se produjeron (caso Pérez y Pérez y Nivar Seijas), la tratamos sin hacerle el juego a ninguno. Frente a ellos he preferido aferrarme a la “insolencia”, tratando en cada caso su corrupción y/o sus crímenes por su nombre y sus características dominantes, ya sea desde la cárcel, la clandestinidad o la libertad.

Soy definitivamente “indecente” frente a los beneficiarios de las estafas del PEME, del Plan Renove y de las diversas corruptelas que ha acompañado las apropiaciones del patrimonio público y las riquezas naturales del país.

Me provocan repulsión los socios de Quirino en los gobiernos del PRD y el PLD, los lumpen- políticos tipo Aristy Castro, las alcancías de Leonel (Feliz Bautista, Diandino Peña…) y la pandilla que acompañó a Hipólito.

Soy uno de los principales redactores y editores de los libros “Confesiones Amordazadas” y “Más Confesiones Amordazadas” (sobre narco-política y narco-poder en el país) y “Las Entrañas de un Poder Gansterizado” (sobre la quiebra fraudulenta de Baninter y otras estafas bancarias).¡ Muestras de mis “estridencias”, “insolencias” e “indecencias”!.

No tengo el menor respeto por los gobernantes neoliberales y corruptos, ni por los gobernadores de colonia.

Tampoco por los renegados y traidores procedentes de la izquierda arrepentida y no me avergüenza convertirme en “insolente” frente a ellos(as) cuando es preciso y necesario hacerlo.

Trato de tirar bien al blanco

A nadie que entienda equivocado, pero de izquierda, he ofendido personalmente, aunque si lo he rebatido políticamente. Ni siquiera a los que todavía no han podido explicar coherente y convincente los motivos para reunirse con Candelier y permitir que éste los utilizara, evadiendo todavía decirle ladrón y asesino.

Como en el caso Candelier, podría sentir repulsión ante hechos parecidos por los interlocutores escogidos y la actitud asumida frente a ellos, pero no respecto a los camaradas que han errado. De ellos me diferencio sin enlodarlos. Y si algo de lodo les ha salpicado, es el que viene de Candelier y de los sectores de derecha a quienes le facilitan el juego.

Con Balaguer hube de reunirme personalmente una sola vez: en 1987 cuando lo emplacé (con todos los datos a mano) una trama criminal en mi contra y concluí develando su protección a los conjurados.

A Orlando lo acusaron tanto como a mí de “balaguerista” por la posición de principio que asumimos frente a las leyes agrarias (todavía inaplicadas) y terminó siendo asesinado por lo peor del balaguerismo con luz verde de Balaguer.

No pocos familiares muy queridos del coronel Caamaño y compañeros de lucha de nuestro héroe nacional saben de mi conducta irreprochable en 1965, en las conversaciones con él cuando se encontraba en Cuba y respecto a la expedición de Playa Caracoles. Y de su parte solo he recibido cariño, respeto y reconocimiento por mis actitudes, mi sinceridad y mi apego a la ética revolucionaria.

En cuanto a posiciones internacionales, principios de solidaridad, enfoques sobre otros procesos y cambios revolucionarios en otros países hermanos, aprendí desde el inicio de mi vida política a pensar con cabeza propia y a ejercer la solidaridad sin límites egoístas, pero tambien sin seguidismos e incondicionalidades. Y esto es válido para la heroica revolución cubana y tambien para la venezolana, como lo fue en otros casos.

Frente a todo eso se estrella y hace añicos el vano intento de enlodarme y descalificarme, en lugar de enfilar los cañones contra Candelier y las mafias policiales y políticas. Lo que he dicho respecto a la reunión con Candelier se queda muy corto frente a lo que dicen los dominicanos(as) sensibles, honestos(as) y simpatizantes de las ideas avanzadas.

La reacción en mi contra de uno de los auto-afectados no es más que una forma de intentar evadir su propia culpa, sectarizar a los suyos y esconder la cabeza frente a la opinión del pueblo, mientras le promete al Secretario General del PLD y presidente del Senado poner al servicio del Estado y del gobierno la militancia y los esfuerzos solidarios con los damnificados de Noel y Olga; algo que  recientemente las izquierdas (y el mismo) consideró inapropiado y decidió hacer sin subordinaciones y por cuenta propia, dadas las responsabilidad del gobierno peledeísta en esta tragedia social y en la corrupción y el clientelismo que acompaña sus ejecutorias al respecto

El daño no se lo hecho yo con mis declaraciones sobre su encuentro con Candelier. El daño se lo hizo a sí mismos quien ahora ilusoriamente aspira a liberarse de su grave error atacándome en forma asquerosa.

Circunstancias así las he vivido “poi pipá” y tengo suficiente coraza para echar esos ataques al basurero sin inmutarme y sin guardar rencor.

Quienes proceden de esa manera carecen de toda autoridad para juzgar trayectorias y formular condenas, menos aun respecto a viejas acusaciones desmentidas por la vida.

No es tiempo todavía ni siquiera para concluir. Mucha agua habrá de correr todavía debajo del puente.

Pero además, mis “locuras”, “indecencias” e “insolencias”… la debe juzgar el pueblo-pueblo y nadie más.

Por el momento no solo siento la satisfacción del deber cumplido, en un camino lleno de escollos, de sinsabores y alegrías, de aciertos y errores; sino además, las expresiones de afecto y respeto de mi pueblo y de amplios sectores del movimiento revolucionario nacional e internacional. ¡Ni hablar de mis familiares queridos!

Paso a paso, dolor a dolor, alegría tras alegría, es eso lo que hasta ahora en gran medida  me ha llegado de las clases, sectores populares, personas, organizaciones y seres queridos a los cuales le he dedicado mi vida; sin aspirar nunca a homenajes fatuos, superficiales o hipócritas.

De eso tengo infinitas demostraciones, expresiones y pruebas.

Ciertos individuos pueden ser hipócritas y hasta simular por años aprecios que no sienten, pero tantos personas no, mucho menos cuando se trata de diferentes colectividades. A ellos(as) no me ha pasado por la mente fallarles, ni ahora ni nunca jamás.

Pena y conmiseración me dan por el contrario ciertas hipocresías del pasado ahora develadas por estas reacciones descompuestas, desconocedoras de esa realidad. Solo eso: pena y conmiseración.

Porque mi impenitente “insolencia”, mi irrenunciable “indecencia”, mi eterno “desquiciamiento”, mi “trauma” de vida, siempre los he reservado para combatir a la clase dominante-gobernante y a sus peores representantes.

Y por eso aspiro siempre a que los influjos de los espíritus rebeldes del Che, Orlando, Francis Caamaño, Fernández Domínguez, Minerva, Manolo, Amín y tantos otros(as)…, a quienes tanto admiré y admiro, me mantengan lo suficientemente “desquiciado”, “traumatizado” y “loco” de remate para poder seguir siendo más “insolente”, más “soez”, “estridente”, “indecente” y “terrorista”… hasta que me llamen a hacerles compañía en aquellos espacios siderales convertidos en su nueva morada.

Ciertamente que a todo lo largo de la trayectoria revolucionaria emprendida desde mi adolescencia he debido cometer no pocos errores y excesos, pero en ningún caso he violado las normas éticas y morales relacionadas con la militancia antiimperialista, socialista, comunista, que he abrazado para siempre.

Igual, jamás he establecido relaciones de amistad y de alianza con mis hermanos y hermanas de las izquierdas guardando por años en mi corazón un montón de acusaciones, desprecios y juicios despectivos respectos a ellos(as), exhibiendo a la vez hacia fuera grandes afectos, aprecios y valoraciones que no siento. Nunca la hipocresía o la simulación han impregnado mis relaciones de amistad, camaradería y alianza revolucionaria.

Soy incapaz de elogiar lo que no sirve y abrazar lo que entiendo despreciable o falso, algo muy común en los políticos del sistema.

Quizás por eso, quien así ha actuado, al meter la pata de mala manera, siente la necesidad de considerarme un “insolente desquiciado”. Necesita de esa cortina de humo para auto-justificarse “!Cosas veredes, Sancho! Nos ladran, señal que cabalgamos…”

2007-12-16 23:03:12