Opiniones

EL TIRO RAPIDO

EL TIRO RAPIDO



de

Mario Rivadulla



La Direcciòn Nacional de Control de Drogas ha informado que en el curso de un allanamiento llevado a cabo en la regiòn Este del paìs, donde son frecuentes los embarques de estupefacientes que llegan por aire y por mar, en varias partes se encontrò escrito el nombre de su Presidente, el mayor general Rafael Radhamès Ramìrez Ferreiras.

La noticia no tiene por què mover a extrañeza.

En las ùltimas semanas, varios agentes del cuerpo antidrogas han caìdo bajo las balas en enfrentamientos con los traficantes y de asesinos a sueldo contratados para ese fin.  Estas muertes vienen a culminar un proceso previo de cerca de 250 enfrentamientos violentos entre miembros de la DNCD y elementos presuntamente ligados a la fabricaciòn y distribuciòn de sustancias ilegales, registrados en el curso del presente año durante operativos montados para desmantelar puntos de venta de las mismas.

Cabe esperar por consiguiente, que el general Ramìrez Ferreiras, quien ha sido un làtigo sobre las espaldas de los carteles y sus tentàculos locales desde que fue nombrado en la posiciòn que ocupa, sea clasificado como su enemigo nùmero uno y potencial vìctima de un atentado criminal.

En el señalamiento no hay nada de exageraciòn.  No es fàbula ni invento.  Basta tomar como referente el tràgico ejemplo de Colombia, que en determinado momento estuvo a punto de convertirse en una narco-repùblica, donde la arrogancia y el poder econòmico y criminal de los carteles, principalmente el de Cali, llegò a desafiar las autoridades establecidas y las bases de la institucionalidad del paìs sudamericano.

Fueron años especialmente duros para los colombianos.  Los poderosos barones de la droga llegaron al punto de asesinar candidatos presidenciales, congresistas, jueces, periodistas, empresarios, sindicalistas, jefes y efectivos militares y policiales y establecer un verdadero reinado de terror con largos tentàculos que llegaban al exterior, incluyendo los propios Estados Unidos.

El hecho de que el gobierno colombiano, especialmente bajo la actual administraciòn de Alvaro Uribe, haya podido torcerle el brazo a los carteles, desmantelar los principales carteles y reducir su radio de acciòn, no le resta peligrosidad al narcotràfico en otros escenarios.  Uno de ellos es nuestro paìs.

En los ùltimos años, es un hecho admitido que el narcotràfico ha incrementado su presencia en nuestro territorio.  No en balde el ex embajador norteamericano Hans Hertell, llegò a decir que sobre el paìs “llueve drogas”.  Su afirmaciòn, recogida por la prensa en su momento, resultaba confirmada por la admisiòn del entonces Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas, Sigfrido Pared Pèrez de que el espacio aèreo nacional era continuamente violado por las avionetas de los traficantes debido a nuestra incapacidad de respuesta por falta de medios adecuados.  En adiciòn, un ex jefe policial al dejar el cargo afirmaba que existìan en ese momento en el paìs unos veinte mil puntos de venta de sustancias controladas.

La llegada del general Ramìrez Ferreiras a la Direcciòn Nacional del Control de Drogas imprimiò nuevos aires al organismo. A partir de entonces se incrementò la lucha contra los narco y microtraficantes que venìan movièndose impunemente en los barrios de la capital, Santiago y otras ciudades del interior.

Los golpes que les ha asestado han sido continuos y contundentes.  Numerosos trasiegos han sido impedidos.  Miles de kilos de drogas incautadas.  Los puntos de desmontados suman màs de catorce mil, y varios miles los presuntos implicados que han sido detenidos y enviados a la Justicia,  y por èsta a la càrcel bajo medidas de coerciòn.

A un hombre asì hay que sacarlo del medio. Corre riesgo cierto de ser victimado por los carteles que para ello cuentan con recursos y con manos asesinas entrenadas para estos menesteres.

 

Por ello, desde nuestros espacios donde siempre hemos sido caja de resonancia de todo esfuerzo serio orientado a prevenir y combatir el narco tràfico, le sugerimos al general Ramìrez Ferreiras que se cuide y no se descuide. Que no le facilite la tarea a ningùn empeño criminal en su contra.  Cuando se asume una cruzada como la que èl ha emprendido con tanto empeño y responsabilidad, uno va dejando de pertenecerse a sì mismo para serlo a favor de la misiòn que se lleva a cabo. 

Es el caso del Presidente de la Direcciòn Nacional de Control de Drogas que lo obliga, insistimos, a no desoir ni dar la espalda a tan evidentes señales en su contra.  Que recuerde que el valor, y èl ha demostrado tenerlo en demasìa, no tiene por què estar reñido con la prudencia.

2007-12-19 14:26:48