Pablo en nuevos días de gloria
MICHEL HERNÁNDEZ
michelher@granma.cip.cu
Si bien es cierto que hay amores que matan también es verdad que Pablo Milanés es uno de esos artistas que te reviven. No solo por lo impecable de su propuesta, custodiada por una voz que ha sobrevivido los embates del tiempo, sino además por su capacidad de capturar las impurezas de la realidad con canciones que arrastran multitudes cuando juega de visitante en cualquier parte de América Latina.
Pero si se trata de estirar los músculos en los escenarios nacionales, el resultado no puede ser otro que una jornada de gloria como la que se vivió hace pocos días en los Jardines de la UNEAC y que se repitió esta semana en el teatro Mella.
Sin desmesuras ni poses de músicos que pertenecen más a la ficción que a la realidad; sin subirse a los lugares comunes sostenidos por otros ni construir un arte pensado desde el beneficio personal; solo con el mismo empeño que lo hizo trovador un día, Pablo Milanés llegó al escenario para mostrar su nuevo álbum Regalo, compuesto por diez temas, hijos del entendimiento, el debate y la comprensión.
«Este disco es un regalo para mí y para los demás, canciones de criterio, de pensamientos, que hacen circular la mente y me parece que en ese sentido es productivo para todos. Están hechas para que pensemos y reflexionemos sobre el amor, la vida, nuestras contradicciones y convicciones», comentó Pablo con la misma solidez de principios que lo llevó a erigir la bandera de la Nueva Trova en su estado más puro.
Desde el inicio el trovador se dispuso a imprimirle toda la fuerza posible a su actuación y logró enviar esa orden a todo su cuerpo y a su banda que levantó más de una vez al público de los asientos, como para recordar que son seres paridos en las mismas entrañas de la cultura cubana.
La ejecución de Éxodos, La libertad, Dos preguntas, Diario de Mauricio, y Dos Almas, desató una fiesta de aplausos y demostró su visión universal y el por qué tantas personas han decidido comprender el mundo inclusivo del trovador.
Pablo dejó caer otras piezas que se han hecho notables con el paso del tiempo: Yolanda, Identidad, Días de gloria, sedujeron a cada uno de los espectadores, entre los que se advertía a muchos que rondaban los sesenta años, pero con cara de haber regresado a la adolescencia.
Hubo otros momentos que provocaron las ovaciones del concierto: cuando Juan Formell expresó que este era el mejor regalo para los artistas cubanos; cuando Omara Portuondo obsequió al trovador un ramo de flores y cuando Roberto Hernández, vocalista de Los Van Van, entró para cantar a dúo la hermosa De qué callada manera (texto de Nicolás Guillén), una de esas canciones que llevan la certeza de que su impecable y perenne garganta no se atreve a cuartearse. «Me cuido mucho la voz, no cometo excesos, no fumo, ni dejo de dormir», dijo Pablo, arropado por felicitaciones y abrazos de sus colegas, ante la pregunta inevitable.
Casi dos horas después se despidió dejando la sensación de que escucharlo puede ser un gran riesgo. Sus canciones te ayudan a cambiar la vida.
2007-12-28 14:04:56