EL TIRO RAPIDO
de
Mario Rivadulla
Apenas en dìas muy recientes acogimos en este espacio sendas declaraciones del Cardenal Lòpez Rodrìguez y del Presidente de la Junta Central Electoral, doctor Julio Cèsar Castaños Guzmàn reclamando elevar el tono de la campaña polìtica con el endoso de nuestra propia exhortaciòn. Posteriormente, en las pàginas de opiniòn del Listìn Diario, publicamos un artìculo en esa misma direcciòn bajo el tìtulo “¿Se perderàn en el desierto?”
Despuès de eso se han seguido elevando voces provenientes de distintos litorales de la sociedad dominicana, entre èstas la del Presidente de la Suprema Corte de Justicia, doctor Jorge Subero Isa, sumàndose tambièn a lo que va constituyendo una demanda que gana cada vez màs cuerpo en el seno del electorado sensato.
Parecerìa que hasta ahora la prèdica haya rebotado en oìdos sordos. No pasa un solo dìa sin que la prensa nacional deje de acoger una declaraciòn insultante o una manifestaciòn venenosa tratando de descalificar al adversario hasta en el orden personal, sin dejar espacio al saludable debate de ideas y propuestas concretas para solucionar o aliviar los problemas del paìs.
Es llamativo el hecho de que màs que de los propios candidatos, son voces de su entorno las que se dedican a fomentar esta campaña negativa que va tomando un sesgo cada vez màs preocupante y que solo puede conducir, por vìa de la violencia verbal, a la violencia fìsica.
¿Serà preciso acaso tener que lamentar que la sangre corra innecesariamente a resultas del fanatismo de unos pocos, por lo general apasionados pero infelices militantes de la base, exarcebados por el discurso levantisco de algunos de los dirigentes de sus cùpulas partidarias, como si fuese un tributo obligado a pagar para que la clase polìtica reaccione y ponga fin a la oratoria de diatriba?
¿Acaso no es la Presidencia de la Repùblica la màs elevada posiciòn a que puede aspirar un ciudadano y la màs alta responsabilidad que deberà asumir en caso de ser escogido para ese desempeño lo cual suma una dignidad muy especial al cargo?
¿No corresponde por consiguiente reclamar que el nivel del debate pùblico marche acorde con esa dignidad?
El discurso electoral no puede continuar el rumbo torcido que lleva al presente. Porque ese camino solo puede conducir al despeñadero. Y no es èso lo que el paìs necesita y el pueblo espera y requiere.
Por el contrario, lo que se necesita, espera y requiere son actitudes responsables y propuestas sensatas y realizables. Que se fundamenten en la realidad. Que no caigan en el plano demagògico de las promesas fantasiosas, que luego no hay manera de cumplir y que se traducen en amargas frustraciones para la ciudadanìa.
Lo que debe entender la clase polìtica es que màs que una simple contienda de poder, lo que està en juego es el destino de la naciòn que demanda respuestas realizables a la suma de problemas que acumulamos, tanto las que nos vienen de viejo como las que nos traen aparejadas los tiempos difìciles que corren.
El pueblo dominicano ha ido a votar una y otra vez en las ùltimas dècadas con un sentido de responsabilidad, disciplina y civismo ejemplares. Pero para que siga manteniendo la misma vocaciòn democràtica manifestada hasta el presente, es preciso que la dirigencia polìtica se ponga a su misma altura.
Todavìa tiene la oportunidad de hacerlo. Le quedan tres meses y medio, de aquì al 16 de Mayo.
De esperar que lo haga y no que estos reclamos se pierdan en el desierto de su ceguera y sordera.
2008-02-01 21:04:29