EL TIRO RÁPIDO
de
Mario Rivadulla
Tal como habìamos adelantado el pasado jueves, en vìsperas de la XX Reuniòn de los Paìses del Grupo de Rìo, el evento que en condiciones normales hubiera casi seguro transcurrido sin significaciòn especial, cobrò una singular e històrica trascendencia debido al conflicto que venìan arrastrando y alteraron su agenda, Colombia de un lado y Venezuela y Ecuador del otro.
Todo presagiaba que iba a ser un una sesiòn tormentosa, dominada por un lenguaje agresivo y de acento belicista. Las primeras declaraciones sobre el diferendo hechas a su llegada al paìs por Hugo Chàvez, reiterando en el tono màs subido sus acusaciones contra Colombia, contribuìan a alimentar esa presunciòn.
De hecho, los turnos iniciales agotados por los mandatarios en conflicto, en la sesiòn matinal, daban la impresiòn de que la asamblea terminarìa por culminar en un episodio màs del conflicto que mantenìa en estado de alerta a los paìses del hemisferio y sus respectivos gobiernos.
La situaciòn en cambio se fue despejando en la medida en que los jefes de estado involucrados hicieron sus respectivos desahogos verbales, tomando un cariz màs sosegado y racional hasta culminar en un final feliz, casi de pelìcula rosa. Esto asì, cuando a sugerencias del Presidente Leonel Fernàndez, los contendientes accedieron a dejar de lado acusaciones y agravios, zanjar diferencias mediante el diàlogo, estrechar sus diestras en señal de amistad y abrir horizontes a una relaciòn màs fluìda, pacìfica y cooperativa.
Fue un momento de emotiva y tranquilizadora distensiòn, compartido por cuantos en el paìs siguieron las incidencias de la Cumbre a travès de la televisiòn, y por millones de latinoamericanos e hispano parlantes en los Estados Unidos quienes tambièn lo hicieron paso a paso, gracias a la amplia cobertura internacional televisiva que recibiò el evento. Y al dìa siguiente, en todos los medios de prensa escrita latinoamericanos.
Obviamente la Cumbre tuvo un gran protagonista que fue el Presidente Leonel Fernàndez.
Negarle ese reconocimiento serìa un acto mezquino. El mandatario dirigiò los debates con gran maestria. Pero quizàs màs importante fue el trabajo que desarrollò tras bastidores, previo a la Asamblea, mediante las sucesivas reuniones de mediaciòn y conciliaciòn que sostuvo con Alvaro Uribe, primero, y posteriormente con Hugo Chàvez y Rafael Correa.
Ingenuo pensar que el mandatario hubiese presidido el evento sin haber logrado previamente apaciguar los ànimos de los contendientes y reorientar sus posiciones hacia una salida a la crisis. Mucho menos, que se hubiese arriesgado a un rechazo de ese emotivo golpe de efecto final de pedirles que sellaran la paz, si no tuviese la seguridad de que su propuesta iba a encontrar un eco positivo.
Al pasar balance a los resultados de la cumbre en cuanto a los gobiernos en contienda, puede concluirse en que arribò a un final salomònico en que cada quien obtuvo su cuota de resarcimiento. Pero en cuanto a resultados pràcticos, sin dudas que el màs beneficiado fue el presidente colombiano Alvaro Uribe.
Este, en la màs prolongada intervenciòn de la Cumbre, apelò a una serie de pruebas y circunstancias para justificar la incursiòn en territorio ecuatoriano. Su gobierno ofreciò satisfacciones por dicha acciòn, pero escapò sin sanciòn. Las rupturas de relaciones diplomàticas por parte de Venezuela, Ecuador y Nicaragua fueron revocadas en el acto, permitiendo restablecer el intercambio comercial con los dos primeros que sube al orden de los siete mil millones de dòlares anuales. Adicionalmente, recibiò de Chàvez y Correa seguridades pùblicas de que sus gobiernos no prohijan ni son permisivas con las FARC.
Pero lo màs importante: en el documento final de la Cumbre se incorporò un acàpite mediante el cual los estados miembros se comprometen a no brindar ayuda a ningùn grupo irregular o ligado a actividades delictivas que atente contra la estabilidad de otro estado. A renglòn seguido se especifica que Colombia considera a las FARC un grupo irregular. Esta declaraciòn, como es obvio, resta a las FARC toda posibilidad de que pueda obtener respaldo para promoverse como un grupo insurgente en vez de terrorista, lo que le otorgarìa beligerancia para plantear un diàlogo con el gobierno colombiano de tù a tù.
En otro orden, no cabe duda que el sistema interamericano se anotò un tanto importante, al demostrar su capacidad como instrumento solucionador de conflictos. O al menos, para no pecar de excesivamente optimistas, apaciguar los ànimos para propiciar un clima màs adecuado al diàlogo entre sus miembros. Un camino difìcil y dilatado pero posible y necesario.
Pero el mèrito de haber dado inicio a ese proceso, por màs laborioso que resulte, estarà asociado al nombre de la Repùblica Dominicana y debe constituir un motivo de legìtimo orgullo para todos sin excepciòn.
2008-03-11 16:19:15