EL TIRO RAPIDO
de
Mario Rivadulla
Hace un par de dìas el Listìn Diario reseñò con amplitud declaraciones del Presidente de la Direcciòn Nacional de Control de Drogas, mayor general Rafael Radhamès Ramìrez Ferreiras.
El alto militar, quien en apenas unos meses que lleva al frente del organismo, ha ganado reconocimiento generalizado por la forma enèrgica y sostenida en que ha venido asestàndole fuertes golpes al narcotràfico, se quejò con sobrada razòn del escaso respaldo que està recibiendo el paìs por parte de los Estados Unidos para enfrentar a los carteles de droga.
Es una situaciòn incomprensible. Mucho màs, cuando las propias autoridades norteamericanas en el informe anual que rinden sobre el tràfico de narcòticos en la regiòn, señalan que la corrupciòn y la debilidad institucional son factores que contribuyen a incrementar el paso de estupefacientes por nuestro territorio mientras silencian su propia falta de cooperaciòn.
Lo cierto es que nuestras autoridades han venido enfrentando esta situaciòn con un mìnimo de recursos. Pese a ello se ha estado anotando significativos exitos en la lucha antidrogas ocupando cantidades apreciables de estupefacientes, desmontando miles de puntos de venta locales y apresando tambièn millares de elementos involucrados en esa actividad.
Pero hay un frente ante el cual nuestras autoridades antidrogas resultan casi impotentes. Es el envìo de grandes alijos de drogas, valorados cada uno en muchos millones de dòlares, que llegan al paìs por vìa aèrea y maritima. Se admite que el pasado año violaron el espacio aèreo màs de doscientas avionetas enviadas por los carteles en vuelos a baja altura, que impide detectarlos con los radares tradicionales, transportando valiosos cargamentos de drogas. Y son tambièn frecuentes las incursiones por mar, tambièn con la misma finalidad, utilizando lanchas velocìsimas.
Nuestro paìs no dispone de mecanismos de defensa adecuados para interceptar estos envìos. Ni disponemos de aviones. Ni de suficientes patrulleras. Ni de los radares requeridos para dar seguimiento a los vuelos del narco. En adiciòn, como consecuencia de la ocupaciòn de Irak, los propios Estados Unidos han reducido la vigilancia en aguas y cielos caribeños, lo cual facilita aùn màs la actividad de los traficantes.
Mientras tanto, tenemos un narco cada vez màs extendido. La droga ha ido convirtièndose en un producto de consumo popular. Se ha metido en los barrios. Ha involucrado a miles de jòvenes y aùn menores de edad. E incide de manera muy significativa en el incremento de la delincuencia. Una situaciòn que de no ser por nuestra proximidad al rico mercado de consumo de los Estados Unidos, seguramente nunca se hubiese producido en nuestro poco atractivo medio.
En adiciòn, tenemos que los narcos se han tornado tambièn màs agresivos. En las ùltimas semanas, varios agentes adscriptos a la Direcciòn Naciònal de Control de Drogas han sido asesinados en circunstancias que denotan una previa labor de seguimiento y premeditaciòn.
Otros han resultado heridos en enfrentamientos con los grupos que operan los puntos de venta que van a ser desmantelados.
De cierto que los temas que màs preocupan a la generalidad de la ciudadanìa, tal como reflejan las encuestas, andan por los lados de la escasez de empleos, el costo de la vida, los apagones, la salud y la educaciòn, entre otros. Esas urgencias, se entiende, son las que màs resiente la gente y las que, dìa a dìa, tienen màs a la vista.
Y de ahì que todavìa no se haya cobrado cabal conciencia colectiva de la importancia y gravedad que revisten el narcotràfico y el creciente consumo local de drogas. Màs aùn: ni siquiera se categoriza el tema en los programas de los propios partidos polìticos, cuando debiera ocupar lugar entre los de mayor prioridad.
La DNCD, las Fuerzas Armadas y la Policìa Nacional estàn aunando fuerzas bajo la consigna de “Cero Tolerancia” al narcotràfico. Es una buena conjunciòn de esfuerzos. Pero es preciso sumar la colaboraciòn de la ciudadanìa. Las drogas no es un problema del gobierno, lo es del paìs. De todos en general. Y todos debemos poner de nuestra parte para frenar su expansiòn y hacerlo batir en retirada. Con quejarnos, por màs que justificadamente de la falta de cooperaciòn de los Estados Unidos en este campo, no vamos a resolverlo. Tenemos que hacerlo con nuestros propios medios y por propia conveniencia. De lo contrario, terminaremos por llorar làgrimas de sangre. Ojalà no llegue a ocurrir.
2008-03-12 15:20:15