Opiniones

¿QUÉ DICTADOR PREFIERE EL TIBET?

¿QUÉ DICTADOR PREFIERE EL TIBET?



Juan Miguel Zunzunegui



¡Liberen al Tíbet! Manifestantes de todas partes del mundo occidental gritan esta proclama a los cuatro vientos y la ponen en calcomanías, carteles y camisetas desde la década de los ochenta; repiten la arenga sin conocer la historia; hay grupos de jóvenes dedicados a esa causa, encantados, no con la cultura lamaísta, sino con la imagen que su jefe de relaciones públicas ha creado; la gente medita y va a retiros budistas. Todos piden la libertad del Tibet, pero casi todos ignoran que Tíbet no es libre desde hace siglos y su pueblo vivía en el sometimiento cientos de años antes de la llegada de los chinos.



La antorcha olímpica ha sido apagada y bloqueada en su recorrido por aquellos que buscan un Tíbet libre; lo interesante es que la inmensa mayoría de estos personajes no son tibetanos y no viven en oriente. Occidente está de pronto encantado con la fantasía del Tíbet, pero es sólo eso, una fantasía; la idea de ese idílico lugar donde todo es paz y meditación, convivencia en armonía de una comunidad agraria en alineación con el cosmos y en busca de una elevación espiritual guiada por los lamas. Nada más lejos de la verdad, Tíbet ha sido una dictadura teocrática, totalitaria y abusadora desde hace unos 700 años.



Nuestro lado del mundo se enteró de la existencia de Tíbet precisamente cuando fue invadido por China en 1950 y todavía más cuando en 1959 el XIV Dalai Lama, el actual, salió huyendo de su país disfrazado de soldado británico del siglo XIX. En China había triunfado la revolución comunista de Mao en 1949, y una de sus primeras acciones había sido tomar el territorio de los lamas y anexarlo a su nuevo “paraíso socialista” Bajo el precepto de que la religión es el opio de los pueblos y que a lo largo de la historia ha servido para someter, el discurso maoísta señalaba que las tropas chinas ocupaban la zona para liberar al pueblo del sometimiento del los lamas; faltó agregar entre paréntesis:  (y ponerlos bajo el nuestro).



Desde entonces el Dalai Lama ha hecho su campaña mundial de promoción del budismo tibetano y de la liberación de su territorio; el argumento es idéntico: liberar al pueblo del sometimiento de los chinos; le falta agregar sus paréntesis: (y ponerlo bajo el mío); porque precisamente lo que ignoran todos los predicadores de la libertad tibetana, es que el sometimiento de ese pueblo surgió precisamente cuando comenzó la tradición de los Dalai Lamas. Así es que antes de seguir con el griterío libertario, conozcamos un poco de la historia.



Poco o nada se sabe de la historia de Tíbet antes del siglo VII debido a su aislamiento, derivado de su situación geográfica, una meseta a más de 4mil metros de altura y rodeada por montañas superiores a los 7 mil. Desde esa época el budismo era la religión y los monjes los amos; la tierra era poseída por los religiosos y nobles, por voluntad de Dios el estilo de la Europa medieval. Este fue el sistema social; feudalismo servil, desde el siglo VII hasta 1930, año en el que, de algo así como 1,200,00 habitantes, por lo menos 800,000 eran siervos de la tierra; algunos artesanos libres y une elite religiosa dominadora.



La corrupción del budismo



Hay que decir que este sometimiento se basaba en una prostitución absoluta de los preceptos budistas. Sidarta Gautama, el original Buda (iluminado) planteó sus enseñanzas, 500 años antes de nuestra era; para ayudar a los seres humanos a eliminar los sufrimientos y alcanzar la felicidad, terrenal aquí, y eterna después al escapar de la rueda de la reencarnación y alcanzar la reintegración con el Todo. Es importante decir también que su doctrina era ateísta y fue planteada en contra, específicamente del hinduismo y en términos generales, de los sistemas religiosos que servían para alienar y someter a las personas.



Fue así como Buda predicó en contra de las religiones establecidas, los dogmas, la especulación metafísica, los misterios religiosos, las jerarquías y todo sistema de sumisión. Por encima de todo, dejó claro su carácter totalmente humano; Buda no era ni se consideraba una divinidad, sólo un maestro; no obstante, en el Tíbet tomó el poder una estructura religiosa budista que viola todos estos principios y hace todo  lo que Sidarta criticaba: tienen una religión dogmática, especulativa, con misterios, jerarquías y que se convirtió en un sistema sometedor en manos de un dictador religioso: el Dalai Lama.



Tíbet era una monarquía en la que lentamente se fue adoptando como religión el budismo llegado de Nepal, pero también poco a poco se fue transformando y corrompiendo para ponerlo al servicio del poder; con el tiempo, las elites religiosas fueron desplazando del poder a los antiguos nobles y siempre fue su budismo transformado la ideología usada para justificar su autoridad.



Fue en el siglo XVI cuando se inventó la leyenda del Dalai Lama, el poder recaía ya entonces en un líder budista, Sonan Gyatso, quien pretendía ser la tercera reencarnación de Gendun Drupa; una maestro iluminado del siglo anterior, quien liberado de la rueda de la reencarnación, decidió volver voluntariamente para permanecer con su pueblo. En aquel tiempo Tíbet estaba bajo poder de los mongoles, quienes entendieron la importancia de la religión en el control de un pueblo y dieron a Gyatso el título de Dalai (océano inmenso). Él fue el primero en ostentar el título de Dalai Lama (océano inmenso de sabiduría), pero fue considerado como el tercero para respetar a las dos reencarnaciones anteriores.



Desde ese momento la religión se convirtió en instrumento de opresión sobre un pueblo campesino y pobre que trabajaba la tierra, propiedad de los lamas, y vivían en el nivel mínimo de subsistencia. La admirada ciudad prohibida de Lhasa y su gran palacio de Potala, más grande que cualquier castillo europeo, fueron construidos por un pueblo prácticamente esclavo, que subsiste a base de arroz mientras sus líderes espirituales vivían en el para entonces, y tal vez hasta ahora, palacio más grande del mundo. La única imagen que los libertarios suelen conocer de Lhasa es precisamente esa, todo lo demás son chozas y sembradíos.



Desde el siglo XIX la zona estuvo en disputa entre mongoles, rusos, británicos y chinos aunque en términos generales bajo el dominio de estos últimos. Desde 1906 un acuerdo multinacional aceptó la soberanía de China sobre Tíbet, mucho antes de la aparición de Mao, y en 1911 el XIII Dalai Lama huyó a Mongolia. Ese mismo año comenzó en China una etapa de guerras civiles, revoluciones e invasiones japonesas que no cesaron hasta 1949, con el triunfo de Mao y su revolución; durante ese periodo el Tíbet gozó en la práctica de un autogobierno; pro una vez estable, el gobierno comunista decidió recuperar (no invadir) el territorio.



El XIV Dalai Lama, nacido en 1935 asumió el poder en 1950, justo cuando llegaron las tropas de ocupación chinas; en 1951, representantes de su gobierno firmaron un acuerdo con el gobierno comunista para la administración conjunta del Tíbet; este sistema, donde los lamas seguían ejerciendo la autoridad, duró hasta que en 1959 el Dalai Lama huyó a India, donde solicitó permiso de establecer un gobierno en el exilio y comenzó su campaña de rebelión contra China: la parte interesante: detrás de esto estaba la CIA, con su obstinado interés de evitar la expansión del comunismo; tal vez esto explique el apoyo que el Dalai Lama siempre ha recibido de Estados Unidos.



Los tibetanos de hoy tienen representación política en la Asamblea Nacional Popular de China, agua potable y drenaje; luz, teléfono, gas, carreteras y próximamente un tren bala que unirá Lhasa y Beijing en 3 horas; tienen casas, educación y salud; nada de eso poseían bajo el régimen lamaísta. Cierto; no tienen derechos y no son dueños de su tierra, pero tampoco tenían eso antes. La principal razón que tiene el Dalai Lama de oponerse al sometimiento de China sobre el Tíbet, es que el país debería estar sometido por él, como venía sucediendo desde el siglo XVI.



Hoy, la región autónoma tiene derecho incluso a profesar su fe, y seguir sus tradiciones, situación que si habían perdido con el régimen de Mao; los lamas se pueden dedicar a sus oraciones, la única condición es que produzcan; pero como lo que ellos producen son oraciones; el pueblo debe trabajar más para cubrir la parte de sus guías espirituales. Los tibetanos de hoy viven bajo el poder comunista chino, pero  no por ello dejan de tener el sometimiento religioso lamaísta.



El movimiento de liberación del Tíbet comenzó desde la huída de su líder y hoy publirrelacionista el Dalai Lama, en 1959; nadie reconoció entonces a Tíbet y ninguna nación reconoce hoy a su gobierno exiliado; no fue noticia importante entonces y no lo era hace unas semanas. Siempre se ha sabido la situación de Tíbet, sólo ahora que hay imágenes le importa a los medios; cuando deje de producir rating la noticia desaparecerá, o cuando sea superada en audiencia por otro evento…, como las Olimpiadas. No puedo estar más de acuerdo en una cosa; ¡Liberen al Tíbet!, libérenlo de los chinos, pero libérenlo también de sus dictadores ancestrales: los lamas.

2008-04-17 00:02:55