Opiniones

EL TIRO RÁPIDO

EL TIRO RÁPIDO



de



Mario Rivadulla



Con el crudo arañando la franja de los ciento veinte dòlares el barril, el estimado de la factura petrolera para el paìs durante el presente año alcanzarìa la suma de los cuatro mil millones de dòlares.  Esa cifra sobrepasarìa en un treinta y tres porciento, o sea mil millones de dòlares la cantidad que originalmente se habìa previsto para el 2008.

De mayor gravedad todavìa: no hay señales ni seguridad de que el alza se detenga en su actual nivel.  Màs tomando en consideraciòn la diversidad de factores que pueden influir en su cotizaciòn: desde el ataque terrorista a un tanquero gigante japones o la voladura de un tramo de tuberìa conductora de cualquier oleaducto, hasta una ola de calor o por el contrario, de frìo.

Frente al incremento irrefrenable de los precios del llamado “oro negro”,  que refleja abierta y cada vez màs creciente satisfacciòn en los rostros de los codiciosos productores, en contraposiciòn a los de lògica amargura y preocupaciòn que marca sus huellas en los de aquellos paìses que no disponen de combustibles fòsiles, en particular los de economìas màs fràgiles, las propias naciones màs poderosas del mundo, incluyendo las que son productoras ellas mismas y cuentan con buena disponibilidad de reservas, han estado tomando medidas de austeridad.

Nosotros, en cambio, en este pedazo del  pequeño territorio insular que compartimos, parecerìa que estamos totalmente ajenos a lo que està ocurriendo. Salvo esperar tensos cada viernes el frecuente aumento de los precios de la gasolina y demàs combustibles y escuchar reclamos populistas de que hay que bajar los precios de los combustibles, eliminando o rebajando sustancialmente los impuestos que gravan los mismos, nadie habla de ahorrar.  Y ocurre que la palabra clave es èsa precisamente: entrar en un proceso de austeridad para bajar el consumo de combustibles, para a su vez tratar de reducir el agobiante monto en dòlares de la factura petrolera.

Bajar el precio de la gasolina sobre todo, eliminando o reduciendo los impuestos que gravan los combustibles, suena muy halagador a los oìdos de todos. ¿Quièn no se sentirìa satisfecho con una medida de esa naturaleza?  Pero puede resultar tambiòen un canto de sirena. Porque ¿acaso reducirìa la cantidad de dòlares que tendrìamos que erogar para pagar la cuenta de los combustibles?  Si no estamos equivocados, los impuestos se pagan en pesos, lo que obviamente aliviarìa el bolsillo de los consumidores.  Pero ¿no tendrìamos que seguir pagando la factura por el petròleo al mismo precio en dòlares contantes y sonantes?  Màs aùn: ¿no pudiera ocurrir que al bajar de manera significativa el precio local de la gasolina, aumentase el consumo dado que no se ha desarrollado en el paìs una polìtica ni una cultura de austeridad?

Lamentablemente hay que reconocer que el ser previsores no figura en la generosa agenda de cualidades de nuestro pueblo.  Somos abiertos y generosos, pero tambièn dispendiosos. Nos quejamos de los apagones, pero cuando llega la energìa dejamos encendidas innecesariamente todas las luces y desde la computadora que no estamos usando hasta el televisor que no estamos viendo.  Clamamos por el agua potable en tiempos de sequìa, pero jamàs nos preocupamos de cambiar la zapatilla de esa pluma que gotea y desperdicia galones y màs galones del preciado lìquido,  ni tampoco de afeitarnos sin dejarla correr en abundancia desde que comenzamos hasta finalizar, ni mucho menos, ¡Dios libre! de regar a diario el jardìn y lavar el carro a chorro abierto.  Ponemos el grito en el cielo cuando el camiòn de la basura se toma una semana sin pasar frente a nuestra casa…pero ponemos el mismo empeño en arrojar desperdicios a diestro y siniestro en las vìas pùblicas, las aceras y los parques.  Asì con todo.

Desde la dècada de los setenta que comenzò el petròleo a coqueatear con el alza, se nos ofreciò el alivio del Acuerdo de San Josè,  parte del precio en crèditos blandos a veinte años si dedicàbamos los prèstamos a desarrollar fuentes alternativas de energìa.  ¡Todavìa a estas alturas, cuatro dècadas despuès, no contamos  con el reglamento de la dilatada,  recièn y muy trabajosamente aprobada ley de incentivo a los proyectos de energìas alternativas! Tenemos sol en abundancia, una cantidad aceptable de vientos y aùn nos quedan algunas fuentes de agua que se han salvado de la depredaciòn y que pueden ser aprovechadas para ampliar el parque hidroelèctrico.  Como expresò recientemente el Presidente de la Comisiòn Nacional de Energìa, Arìstides Fernàndez Zucco, esos tres elementos son nuestro petròleo. Tenemos que aprovecharlos y hacerlo cuanto antes.

Pero mientras tanto, dado que para ello se requiere de tiempo, tecnologìa y cuantiosas inversiones no tenemos màs alternativa que meter nuestros niveles de consumo en una verdadera camisa de fuerza.



Convertirnos de dispendiosos y botarates en racionales y  ahorrativos. Austeridad es palabra clave en las presentes circunstancias. Porque ni la economìa del paìs ni la personal de la gran mayorìa de la poblaciòn puede soportar de manera indefinida y por mucho màs tiempo, la pesada carga del petròleo agravada por la crisis financiera norteamericana y el disparo de los precios de alimentos, fertilizantes, acero y demàs insumos y materias primas como fenòmeno mundial.

2008-04-28 19:18:38