Opiniones

¿A la Escuela para qué?

Botella en el mar

¿A la Escuela para qué?

Pedro Conde Sturla

En la época en que impartía clase de historia universal en la UASD, tuve que acostumbrarme al hecho de que la mayoría de los estudiantes egresados de las escuelas públicas no estaban familiarizados con las reglas más elementales de la gramática ni con la existencia de grandes civilizaciones como las de Egipto y Roma.



En los frecuentes exámenes a que los sometía escribían valvarie por barbarie, el Pericles de Atenas se convertía en el Periche de la CDE y la isla de Sicilia en la Cecilia de la televisión. Grecia, un país que muchas veces no habían oído nombrar, se convertía en Crecia y de la mitología grecorromana no tenían más que una remota idea. Una gran parte escribían sus nombres con minúsculas y sin acentos. En muchos casos, ni siquiera sabían firmar. Por pura suerte, ninguno escribía cajón con g.



Para peor,  no sabían estudiar, no tenían hábito de lectura, no entendían la palabra escrita. Eran, salvo excepciones, analfabetos funcionales.



Al cabo de doce años de instrucción primaria, intermedia y secundaria los estudiantes dominicanos de las escuelas públicas se graduaban y se gradúan de bachilleres en docta ignorancia. He aquí la realidad de nuestro triste sistema educativo.



Este es, en gran parte, el resultado del derrumbe, del desmantelamiento del sistema de educación hostosiano prohijado por la iglesia católica y Balaguer, y su sustitución por un modelo infuncional que fue luego abandonado como quien dice a su suerte –abandonado a su muerte.



Así se inició el auge de la costosísima educación privada en desmedro de la instrucción pública y la virtual desaparición del  magisterio estatal calificado.



Lo anterior es también el resultado del posterior fracaso o inoperancia de los planes de reforma durante los sucesivos desgobiernos del PRD y el flamante Partido de la Liberación Dominicana, que han perseverado en el abandono de la enseñanza reduciendo el presupuesto a cifras relativamente irrisorias e improvisando sobre la marcha.



Tres mujeres de pocas luces y muchas sombras, tres jinetes del Apocalipsis han estado al frente de la jugosa cartera de Educación durante los últimos doce años, y en sus manos la crisis ha tocado fondo.



Hoy no está en crisis la educación pública, simplemente no existe, está difunta, le dieron cristiana sepultura.



En muchísimas escuelas no se imparten más que dos o tres horas de clase. En el desayuno escolar se sirve leche aguada y el pan de la enseñanza es pura bazofia.



A expensas del magro presupuesto se construyen, eso sí,  lujosos nidos de águila enclavados en la sierra, y las arcas de la firma LADOM (¿Lácteos Domininicanos?) engrosan continuamente. Mientras tanto, la lenidad de la justicia impide llevar a juicio a dos hijas de gatos que cazan ratones, ex funcionarias de la Secretaría.



No sólo hay precariedad de aulas, hay sobre todo precariedad de maestros y voluntad política. ¿Cómo se recupera la educación sin maestros ni voluntad política?



Por el especial empeño que se ha puesto desde hace tanto tiempo en la ruina de la educación, parecería que en realidad se trata de un gran proyecto antinacional: Hundir el país cada vez más en las tinieblas de la ignorancia, reducir a las grandes masas a la condición de bestias de carga. Un crimen de lesa patria y lesa cultura que se comete frente a nuestros ojos.

2008-08-18 20:30:25