EL TIRO RÁPIDO
de
Mario Rivadulla
Martes 26/08/2008
En estos días se ha estado aireando el tema de la falta de seguridad jurídica y la exigencia de peaje o comisión, como prefiera llamársele, por parte de ciertas autoridades a inversionistas extranjeros. Uno y otro son obstáculos que frenan la atracción de capitales foráneos de buena ley. Es una realidad penosa pero que no podemos ignorar y que impone al Estado ser celoso y estricto en garantizar la observancia de reglas claras que garanticen los derechos de los inversionistas como la adopción de medidas enérgicas para eliminar la práctica corrupta de exigirles cobros ilegales para establecerse en país.
Casos por ejemplo como el de la Chevron, manejado en forma tan irregular y contraria a la ley, permitiendo el injusto e ilegal boicot de que fue víctima y tolerado pese a quebrantar el orden público y que no obstante mediar un fallo judicial a su favor, debió terminar en el despacho del Presidente de la República en nada contribuyen a generar una imagen atractiva y confiable para atraer capitales de fuera. Una situación que bajo ningún concepto ni justificación debiera repetirse.
Ahora bien, la otra cara de la moneda es definir con igual transparencia qué clase de inversión extranjera es la que necesita y resulta de conveniencia para el país. De sobra tenemos el referente de experiencias anteriores como algunas más recientes. No hay que olvidar que así como existen capitales más que peregrinos, de naturaleza corsaria, que merodean a la caza de oportunidades fáciles de pronto y excesivo lucro, también ruedan por esos caminos de Dios fabulosas sumas de dineros mal habidos, fruto del narcotráfico y de otras actividades delictivas, recursos codiciosos los primeros y manchados los segundos que no constituyen precisamente una oportunidad saludable de desarrollo para el país.
No necesitamos capitales precisamente como los de Unión FENOSA, que en la propia España y otros lugares donde ha operado no desmerece los apelativos de “Mañosa” y “Mafiosa”que después de realizar toda una serie de operaciones de reciclaje entre las compañías de su propio grupo de carácter doloso, o al menos muy dudoso, en el manejo de Ede-Norte y Ede-Sur todavía recibieron del Estado Dominicano el regalo de cientos de millones de dólares por la venta de su participación accionaria en esas dos distribuidoras que dejó prácticamente quebradas.
Tampoco el de los inversionistas mexicanos que arrendaron los Ingenios del CEA no para ponerlos a producir, sino para especular en el mercado internacional con azúcar importado. Ni los fondos millonarios que vino a lavar aquí el también azteca Luis Humberto Cano, detenido y deportado posteriormente y quien cumple una larga sanción en cárceles norteamericanas por el grave delito de ser pieza importante de una red de tráfico de drogas.
Mucho menos el escandaloso caso de los hermanos Benítez, coautores de un gigantesco fraude al sistema de salud norteamericano, quienes levantaron aquí un acelerado emporio de miles de millones de pesos sin que ninguna autoridad se preocupara y ocupara de identificar el origen de tan cuantiosos recursos.
No es tampoco inversión extranjera sana la de avivatos que han hecho operaciones de arrendamiento y compra de bienes del Estado a precio de vaca muerta o en condiciones francamente lesivas para el patrimonio público, incluyendo el intento de descuartizar áreas geográficas protegidas en su provecho.
¿Acaso califica como inversión extranjera atractiva la de CODACSA, la firma concesionaria que debía construir la autovía del Este en dos años y medio con financiamiento propio y que siete más tarde, después de percibir más de mil millones de pesos por el cobro del peaje, nos han dejado la obra en sus comienzos y en herencia la Autopista de las Américas con hoyos y desperfectos que debieron reparar.
¿Lo es la de quienes pretenden construir la llamada “Torre de Plata”, violentando en forma atropellante, si no dolosa por lo menos sospechosamente cuestionable, las normas de densidad de la zona donde comenzó a levantarse, afectando injustamente los derechos adquiridos de buena fe por quienes tienen sus propiedades en el área?
Ni de mencionar el caso de muchas otras construcciones que han cambiado la fisonomía de la capital, Santiago y otros lugares donde han venido a poner pie, cuyo fabuloso costo a todas luces rebasa la capacidad financiera del país reeditando el fenómeno que desde hace décadas tiene lugar en Panamá, considerado uno de los principales paraísos de lavado de recursos ilícitos en la región, a la que parece vamos en curso de sobrepasar.
No es esa la clase de inversión extranjera que requerimos. A la que hay que abrirle en cambio los brazos y recibir con beneplácito, brindarle todas las garantías de seguridad jurídica sin cortapisas, exclusiones, privilegios ni desvíos, sin trámites burocráticos engorrosos, sin el menor asomo de extorsión ni soborno, es a la de inversionistas reconocidos y confiables que vengan a echar raíces en el país y muestren disposición de armonizar sus justos fines de lucro con nuestras necesidades de desarrollo, a crear empleos, a respetar nuestras leyes y que contribuyan a impulsar todo nuestro potencial de progreso.
A éstos, bienvenidos a nuestra casa para ocupar espacio en ella. A los otros, con sus dineros manchados, su codicia insaciable y su falta de escrúpulos mejor se los lleven los vientos huracanados de una de nuestras frecuentes tormentas tropicales.
2008-08-27 20:11:12