EL TIRO RAPIDO
De
Mario Rivadulla
Inmediatamente que se tuvo la convicción de que Barak Obama era el neto triunfador en las elecciones presidenciales norteamericanas, aùn antes de haber finalizado el conteo definitivo, ya su tenaz contrincante John McCain se apresuraba a reconocer su victoria y felicitarlo.
Más aún. McCain afirmò que los comicios habìan sido ejemplares. Felicitò tambièn al pueblo norteamericano por la demostración de ejemplar ejercicio democràtico y dejando de lado cualquier posible resabio, fruto de la intensa y polémica campaña desplegada en busca de la victoria, lo llamó a respaldar la futura gestión de su oponente.
No fue una acción demagógica. La reacción de McCain no tuvo nada de extraña ni singular. Es el respeto a una tradición que se ha mantenido inalterable, aún en aquellos casos en que el proceso haya podido tener una conclusión tan traumàtica como la disputada contienda entablada por Albert Gore y George Bush, ocho años atrás, que se decidiò mediante un controversial y dividido fallo de Suprema Corte a favor del último. No obstante tener la convicción de que habìa sido el autèntico ganador, Gore desistió de sus reclamos entendiendo que de apelar el fallo pudiera poner en riesgo la institucionalidad del sistema.
Ahora McCain ratifica su gesto inicial, como para que no queden dudas. Sin reparos, se desplazó a Chicago, donde Obama tiene su hogar y ha establecido la sede del proceso de transición, para entrevistarse con el recién electo presidente y asumir el compromiso de trabajar de conjunto, desde su curul senatorial, para cambiar lo que ambos coinciden en calificar como “malos hábitos de Washington”.
Obvio, y esto ya lo habíamos expresado anteriormente, que Obama al igual que McCain es un hombre del llamado “stablisment”, como lo son ambos grandes partidos, el Demócrata y el Republicano. Sostienen diferencias y diferentes estilos de gobierno, pero nadie en sano criterio puede esperar que de manera consciente uno harà y el otro harìa si hubiese ganado, algo que ponga en riesgo la estabilidad, vida e influencia mundial de su naciòn, que pese a la crisis financiera y la recesiòn econòmica sigue siendo todavía la potencia màs poderosa del planeta.
Al margen de esta breve consideración, lo que queremos es resaltar el doble gesto de McCain, tanto una vez que estuvo consciente de la victoria incuestionable de su contrincante como el màs reciente, que hoy le diò la vuelta al orbe en gràficas y fìlmicas, de su visita a Obama y el compromiso que asume de perseguir un logro comùn que interpreta el sentir mayoritario del pueblo norteamericano expresado en las urnas. Es decir, el cambio, esa sola palabra que pareció ejercer un efecto fascinante en el electorado que hizo realidad lo que al principio parecìa un sueño inalcanzable, tanto por la popularidad y prestigio de Hillary Clinton, como por el hecho novedoso y sin precedentes de llevar un hombre de piel morena por vez primera a ocupar el Salòn Oval de la Casa Blanca.
El gesto, que repito, responde a una tradición arraigada y a un compromiso colectivo de naciòn de mantener la estabilidad y fortaleza del sistema en que se asienta, establece una gran distancia con lo que ocurre por estas tierras de Dios, donde nadie acepta su derrota, ni mucho menos ofrece sus buenos oficios para contribuir a la gobernabilidad del paìs y a la solución de sus problemas. Y donde lamentablemente carecemos de un proyecto y un compromiso de nación que estè por encima de las apetencias personales y las ventajas partidarias y de una polìtica de continuidad del Estado sin importar qué partido o figura esté en el poder.
Luchemos porque no siempre sea asì.
2008-11-19 12:56:59