EL TIRO RAPIDO
Mario Rivadulla
Lunes 2,02,09
En días recientes, al juramentar a un grupo de nuevos oficiales militares, el Presidente Leonel Fernández reconoció que el narcotráfico ha penetrado las Fuerzas Armadas. Las pruebas sobran. La matanza de Paya, que dejó en evidencia la participación directa de miembros de alto nivel de la Marina de Guerra, es tan solo una muestra. Pero de hecho no pasa prácticamente un solo día en que no se descubra la involucración de miembros de los cuerpos castrenses, sobre todo de la Policía Nacional, en actividades vinculadas al crimen organizado, en particular el narcotráfico y las bandas de malhechores responsables de todo género de tropelías. Pero la penetración en realidad figura en todos los niveles y núcleos del tejido social.
No podía ser de otro modo. Una actividad como la del narcotráfico, a escala masiva, solo puede ser ejecutada y mantenida contando no solo con la participación de las autoridades uniformadas. La complicidad alcanza a elementos influyentes y bien posicionados, desde funcionarios civiles hasta empresarios, políticos, abogados, jueces y periodistas; va desde encumbrados elementos de las clases altas hasta simples delincuentes barriales. Es reveladora y se refleja localmente, la trágica experiencia de otros paìses como Colombia y más recientemente México, donde tan solo el pasado año más de cinco mil personas de todos los niveles perdieron la vida por las guerras entre los carteles de la droga por el control del negocio y los enfrentamientos de éstos a su vez con las autoridades.
Durante años nos mostramos indiferentes a la penetración y auge del narcotráfico. Nos parecía que el tema pasaba a ser de menor cuantía frente a la irritante e insoluble continuidad de los apagones, por citar solo un ejemplo. Ni los gobiernos le prestaban la atención requerida, ni los partidos políticos lo hacían figurar en sus programas, ni los candidatos en su agenda de ofertas electorales, ni la ciudadanía lucía consciente de su importancia tanto desde el punto de vista de la Seguridad Ciudadana como de su incidencia negativa en el plano social y económico. Solo algunas voces parecieron prestarle mayor atención. Con el tiempo estamos pagando el elevado costo de esa desidia generalizada.
Es solo a partir de la matanza de Paya que vamos percibiendo el nivel de peligrosidad a que ha llegado el narcotráfico en el país y el consiguiente incremento que ha determinado en las diversas actividades criminales. Es también ahora, a la luz de las condenas y arreglos de fiscalía en el caso del ex capitán Quirino Paulino Castillo, después de haber éste admitido que tan solo en seis años traficó más de 33 toneladas de cocaína a los Estados Unidos, que aquilatamos la importancia de la desmontada red que dirigía y que, de seguro, no es ni con mucho la única con que contamos. Gracias a ello, hoy el tema ha pasado a formar parte de las principales prioridades del país, al punto de que ya antes de las palabras del Presidente Fernández en el acto que comentamos, el mandatario había calificado al narcotráfico como la principal amenaza que encara el nación.
Lo es en verdad. Y por lo tanto, cabe esperar que se articule a la mayor brevedad una estrategia efectiva para hacerle frente en los cuatro escenarios fundamentales que presenta: la prevención, la represión, la rehabilitación y el lavado de recursos provenientes de ésta y otras actividades criminales sobre una base ética y de compromiso colectivo, que requerirá limpiar de maleantes las fuerzas armadas y del orden público y promover una toma de conciencia que involucre el pleno social en una gran cruzada nacional por una República Dominicana libre del flagelo del narcotráfico.
2009-02-03 18:55:34