Opiniones

Espanto ante el realismo perenne en Dominicana

Por: Mayobanex De Jesús Laurens

No debemos sentirnos anonadados ante la perplejidad de los acontecimientos que a diario se suscitan, como si la abulia de autoridad no fuera una constante en el transcurrir de los tiempos en la sociedad que vivimos. Por el contrario, sorpresa es que realmente se esté combatiendo en su mismo terreno y con sus propias armas.

Sorprendidos del impacto de los acontecimientos y de los implicados en los hechos, estamos despavoridos ante la participación activa de hombres de uniformes y kepis, cuya abyecta conducta, abominable por demás, que deshonra y deprime a cualquier mortal, nos obliga con impotencia solamente a observar y callar.

Desde siempre ha sido así. Han estado implicados en actividades mafiosas y delictivas, encubiertas unos con otros, recibiendo en paga el peaje necesario para mover las influencias, tratando así de evitar que se descubran los hechos en que participan.

Cada superior de rango tiene varios subalternos asignados y los ubican a realizar servicios en empresas privadas y públicas, cuando no en casas de familias. Reciben mensualmente la paga por esos servicios y dividen una parte con cada agente. Montan un puesto de peaje en cualquier sitio para rendir más sus arcas económicas y darse la buena vida.

Con sólo mirar el nivel de opulencia en que viven puede uno dilucidar su accionar en la institución que representan y en sus actividades civiles. Nadie con un salario que pueda oscilar entre veinte mil, cincuenta mil o setenta mil pesos mensuales puede tener tan alto nivel de fortuna reflejada en vehículos de lujos, mansiones, fincas, negocios y varias queridas mudadas en apartamentos y casas.

No se trata del valor salarial ni de los niveles de ingresos que obtengan. Los obreros de las empresas públicas y privadas devengan también bajos honorarios. El valor ético y moral está en la propia formación del individuo y viene de las entrañas de sus ancestros.

La saña de la población es entendible. Es que la secuencia de los sucesos nos ha conducido al asombro de ver que en cada acto delincuencial o de acciones ligadas con el narcotráfico, venta y consumo de drogas hay militares envueltos. De alto rango en muchas ocasiones.

Los atracos, asaltos y participación en casos de drogas que a diario se observan no se están haciendo porque los implicados en los hechos tengan necesidades o estén pasando hambre. Que no se esté alegando falta de oportunidades. La acción de birlar como la están realizando es para obtener de inmediato un dinero gordo y disfrutar de los grandes lujos de la vida con los delitos cometidos.

No basta la profilaxis. Tampoco seguir reclamando mano dura. Se requiere de iniciar un proceso de formación ética y moral a través de centros de capacitación integral. Formar nuevos valores con una visión del cumplimiento del deber. Esa iniciativa debe ser respaldada con la integración a los mandos militares, con poder de decisiones, a personalidades de la sociedad civil, que informen directamente al Ejecutivo de todo lo que se maneja y acontece en los cuerpos castrenses.

El proceso de formación de nuevos miembros debe hacerse con un plan de reingeniería, que contemple un sistema de incentivos por: labor rendida, cumplimiento de horario y del deber, honradez en sus funciones, por el nivel de riesgo en que se vean envueltos cuando enfrenten a delincuentes o participen en acciones en defensa y protección a la población.

Los jefes de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional han estado actuando de forma correcta y con prontitud ante la ola de acontecimientos delictivos, atrapando a los culpables, despojándolos del uniforme de esas instituciones y sometiéndolos a la justicia por la vía correspondiente. Esa labor debe ser apoyada por la población y sentirnos orgullosos de que todo no está podrido y que todavía nos queda una luz de esperanza en ellos.

2009-02-27 17:05:31