Opiniones

EL TIRO RAPIDO

Mario Rivadulla

Miércoles 25,03,09

La noticia llegó primero por vía digital a través de la magia de la INTERNET y ya hoy apareció en algunos diarios de la mañana. Se trata del gigantesco fraude, conocido como piramidal, que montaron aquí dos canadienses los cuales obtuvieron la ciudadanía dominicana por naturalización. Se trata de Frederick y Dereck Elliot, padre e hijo, que por lo visto confirman el conocido refrán que reza ?de tal palo, tal astilla?.

Este buen par de risueños caballeros, en realidad consagrados sinvergüenzas, estafaron a miles de incautos inversionistas en diferentes partes del mundo, a través de un supuesto plan inmobiliario a desarrollar en Puerto Plata y Juan Dolio, vendiendo el supuesto derecho a vacacionar a todo lujo en el paìs mediante la compra de intereses en bienes raíces.

El fraude sale a la luz pública en una corte judicial de los Estados Unidos, donde más de dos mil burlados inversionistas han presentado sus correspondientes reclamaciones. Tan solo una parte de ellos, setecientos cincuenta, reclaman en conjunto más de cien millones de dólares. Esta cantidad seguramente es mucho mayor si sumamos al resto de los reclamantes, lo que terminaría por sobrepasar a la que los famosos hermanos Benítez se llevaron a los bolsillos estafando al sistema de salud norteamericano conocido como Medicaid, la mayoría de cuyo capital vinieron a invertir alegremente en República Dominicana. Dicho de paso, el caso de los Benítez ha quedado arropado por una neblinosa cortina de silencio sin que se haya podido determinar con exactitud adónde han ido a parar los inculpados.

Según las informaciones que se han divulgado por la propia fuente digital original, el itinerario de los Elliot para acopiar recursos que serían utilizados en la adquisición de terrenos frente al mar, en Puerto Plata, comenzó en 1987. Para 1999, padre e hijo hicieron anuncio de planes para la construcción de villas en la zona y posteriormente, de un supuesto acuerdo para desarrollar Sun Village, un resort de 300 habitaciones. Cinco años más tarde, decidieron comprar el abandonado Hotel Sheraton en Juan Dolio. A través de todos estos anuncios, ofertas y promesas la familiar pareja consiguió ir sumando aportes cada vez más sustanciosos de centenares de incautos, confiados y posiblemente deslumbrados inversionistas.

Todo ese dinero no los habrían dedicado a hacer realidad ninguno de sus alegados proyectos, pero sí en cambio para proporcionarse un lujosísimo estilo de vida. Entre estos dispendios se mencionan un yate valorado en medio millón de dólares, un avión privado, distintas propiedades en el país para su disfrute personal y hasta el pago de un millón por deudas de juego contraídas con casinos de Las Vegas. También parte de los recursos obtenidos habrían sido desviados para financiar otros proyectos de su propiedad, a través de una sofisticada red de compañías, fideicomisos y sociedades de encubierta.

Esta es sucintamente la historia que se ha divulgado hasta ahora de los Elliot. Seguramente la misma se verá enriquecida en la medida en que progrese la querella que se les ha interpuesto y comiencen a divulgarse nuevos detalles en esta historia de fraude, abuso de confianza y lavado de activos, entre otros delitos. Ciertamente es una historia más que tiene como protagonistas a los llamados ladrones de cuello blanco. La misma no tiene nada de singular en comparación con otras similares, salvo el hecho de que los Elliot obtuvieron la ciudadanía dominicana por naturalización. Un privilegio que se supone debe ser otorgado exclusivamente a extranjeros que lo merezcan por su accionar en la sociedad y su solvencia moral.

La moraleja es que debemos ser mucho más cuidadosos y exigentes al recibir en nuestras playas a quienes vienen huyendo de sus perseguidores y buscando impunidad para sus delitos como los hermanos Benítez o el narcomexicano Luis Humberto Cano, o a convertir nuestro suelo en escenario de sus pillerías como tal se denuncia ha ocurrido en este caso y nos ha sucedido en muchos otros, en que lamentablemente hemos abierto los brazos a elementos indeseables y mafiosos de la peor calaña que en vez de honrarla, han arrastrado por el fango de todas las ignominias la acogida recibida cuando no la que debiera ser sagrada condición de dominicano.

2009-03-26 14:46:44