Fernando Arturo de Meriño
Por Héctor Tineo Nolasco
Diariodominicano.com
SANTO DOMINGO, el 14 de abril de 1861, el Gobernador Pedro Santana deportó hacia Venezuela, al sacerdote Fernando Arturo de Meriño, porque se oponía a la Anexión de la República a España.
Fernando Arturo de Meriño había desempeñado funciones de párroco en Neiba y San Cristóbal. En el año 1858 fue promovido a las funciones de Vicario Apostólico de la Catedral de Santo Domingo.
En el año 1861 se opuso al plan de la Anexión de la República a España y el 27 de febrero de ese año increpó, desde el púlpito de la Catedral al Presidente Pedro Santana.
Cuando se inició el Gobierno de la Anexión fue deportado a Venezuela donde residió hasta el año 1865.
Al ser restaurada la República, Monseñor Fernando Arturo de Meriño, fue nombrado Presidente del Congreso Nacional. En ese cargo se encontraba cuando fue juramentado el Presidente Buenaventura Báez, el 8 de diciembre de 1865.
En el discurso que pronunció ante el nuevo jefe del Estado, lanzó fuertes críticas contra la corrupción y los actos contrarios a la democracia. Fue en ese discurso que pronunció la célebre frase:
«… valiéndome de la expresión de un ilustre orador americano, ‘tan fácil es pasar del destierro al solio, como del solio a la barra del Senado».
El Presidente Pedro Santana había proclamado la anexión la República Dominicana a España, el 18 de marzo de 1861.
Al dirigirse a los dominicanos, el jefe del Estado motivó su decisión en que el pueblo dominicano cree en los valores de España, como: “Religión, idioma, creencias y costumbres”, que a su juicio aún los dominicanos,
conservaban con pureza.
La decisión del Gobierno del Presidente Pedro Santana, de anexar el país a España desató un movimiento de protesta que no terminó hasta que la República Dominicana fue restaurada.
En la lucha por la soberanía nacional cayeron una pléyade de próceres nacionales, entre los que figuran José Contreras, Cayetano Germosén, Francisco del Rosario Sánchez y el poeta Eugenio Perdomo.
La Guerra de la Restauración comenzó el 16 de agosto de 1863, con el Grito de Capotillo, y terminó en el año 1865, con la salida de los últimos remanentes militares de España.