Mario Rivadulla
Martes 23,06,09
Después de haberse drogado ambos, un joven, miembro de una banda criminal, asesina a puñaladas a otro, integrante también del mismo grupo quien ha manifestado previamente su intención de abandonarlo. Luego en un espeluznante rito satánico se bebe la sangre de su víctima. Aunque ambos proceden de la popular barriada de San Carlos, la acción tiene lugar en Yamasá, escenario escogido para la macabra ejecución.
Otro menor, de conducta desviada, a quien su padre trata de reencauzar, reacciona a una pela recibida el día anterior asesinando a su progenitor en el mejor estilo gansteril: le coloca una almohada en el rostro cuando está dormido para atenuar el ruido y le dispara un tiro de pistola mortal. Luego, fríamente, mete el cadáver en una caja y con la ayuda de un amigo introduce la misma en el maletero de un vehículo el cual deja abandonado en una intersección de la parte alta de la ciudad. Posteriormente el parricida asiste al sepelio donde conmueve a todos con sus lágrimas, toma varias fotos del rostro de su víctima con un celular y al final confiesa su crimen.
En Santiago, autoridades antidrogas detienen a un menor de apenas diez años portando una cantidad apreciable de diferentes estupefacientes a cuya venta se dedica. Antes de eso, otros menores han sido apresados vinculados a la misma actividad. Los narcos los están utilizando de preferencia para los llamados deliveries, o sea entregas a domicilio a clientes fijos pero también para la venta callejera que en no pocos lugares se está llevando a cabo a plena luz del día con desconocimiento o complicidad de autoridades.
En la capital, un menor de apenas catorce años, de los llamados ´´palomos´´, en estado de embriaguez, asesina a cuchilladas a un sereno haitiano de setenta años. A la inversa en términos de edad, un hombre de setenta y cinco es sorprendido y apresado cuando hurga con su dedo en el sexo virgen de una niña de apenas cuatro.
En San Pedro de Macorís, la Policía acaba de detener a un hombre quien después de hacer vigilia por varias horas a la espera de su víctima, asalta a una mujer en avanzado estado de embarazo, le abre la frente a golpes de piedra, la estrangula y posteriormente la viola.
En el primer cuatrimestre de este año, las quince fiscalías barriales del Distrito Nacional reciben nada menos que dos mil 615 quejas, denuncias y querellas de casos de violencia contra la mujer. Durante ese mismo período, 695 mujeres tienen que ser asistidas en el centro de atención a víctimas y sobrevivientes de la violencia machista.
De manera coincidente, la Procuraduría General de la República registra de enero a abril, doscientos noventa y cinco casos de muertes violentas directamente relacionadas con la delincuencia al tiempo de reconocer que a despecho de los esfuerzos desplegados por las autoridades en la prevención y lucha contra el crimen, los homicidios y asesinatos marchan en escala ascendente.
Satanismo en rituales de muerte. Parricidio. Corrupción infantil, insensibilidad juvenil y perversión sexual a edad avanzada. Necrofilia. Persistencia de torcido machismo. Pérdida de toda valoración de la vida humana. Total ausencia de valores y principios. Todo ya formando parte del diario acontecer.
¿Qué está pasando en nuestra sociedad? ¿Qué nos está llevando a tales extremos de degradación, crueldad, ensañamiento y ciega violencia? ¿Qué podemos hacer para tratar de frenar esta marcha demencial hacia la anarquía moral?
El tema es para mover a honda preocupación y a urgente reflexión.
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2009-06-24 15:09:34